POESÍA
Alejandro Gago: voz clave de la dignidad poética en Cantabria
El santanderino, vinculado a Proel, fue una sólida referencia de la escritura poética
Alejandro Gago: voz clave de la dignidad poética en Cantabria
El santanderino, vinculado a Proel, fue una sólida referencia de la escritura poética
Alejandro Gago (Santander, 1927-2011), fallecido este pasado martes, hizo su primera aparición en el panorama poético español a finales de los años cuarenta del pasado siglo, y lo hizo en un Santander gris, provinciano, y casi famélico. Era entonces Santander una ciudad que no tenía muy lejana la memoria de la catástrofe del vapor Cabo Machichaco (1893), cuya explosión, cargado de dinamita, sembró la desolación. Y desde luego las heridas dejadas tanto por la guerra civil como por el pavoroso incendio que asoló la ciudad en 1941, estaban muy recientes. Paradójicamente fue en ese casi ruinoso Santander de la postguerra en el que parte de las nuevas pulsaciones poéticas españolas encontraron un terreno fértil para su crecimiento y desarrollo; terreno favorecido entre otras razones por la necesidad de las autoridades franquistas de fomentar y alentar un aparato cultural que ofreciese una imagen de cierta normalidad creativa.
Uno de los primeros frutos de ese nuevo impulso, y probablemente el más importante desde un punto de vista estrictamente histórico, fue la aparición en 1944 del primer número de la revista Proel, aventura poética apoyada por la jefatura provincial del Movimiento, que desarrolló una creciente e intensa actividad editando libros, realizando exposiciones, programando conferencias hasta su último número en 1950. Vinculados de un modo u otro al grupo Proel estuvieron autores como José Hierro, José Luis Hidalgo, Ricardo Gullón, Carlos Salomón, Julio Maruri, Rodríguez Alcalde, Arroita-Jáuregui... Las actividades poéticas y culturales llevadas a cabo por el llamado Grupo Proel, propiciaron a su vez el nacimiento de una heterogénea marea de iniciativas editoriales y artísticas. Es ineludible señalar revistas como La Isla de los Ratones (1948-55) y El Gato Verde (1951-52); las colecciones de libros El Viento Sur (1948-51), La Isla de los Ratones (1949-86), Biblioteca Alción (1949-51), Tito Hombre (1951-54), Clásicos de los todos los años (1953-84), Ediciones Cantalapiedra (1954-59), La Cigarra (1957), y Colección 'Alaya' (1958-61); las salas de exposiciones Sur (1952-994), Delta (1953-56) y Dintel (1955- ¿?); el 'Saloncillo de Alerta'; y las reuniones y publicaciones de la Escuela de Altamira.
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