REDECILLA DEL CAMINO: Pinceladas biblicas...

Pinceladas biblicas

Para el judaísmo Dios no es ni visto ni conocido y ni tan siquiera puede ser nombrado.
Cuando Dios nos revela su nombre, nos dice:
¡Yo soy el que soy!
¡Yo seré el que seré!
Ese pavoroso nombre tiene un sentido inmediato para Israel al experimentar en sus propias carnes la proximidad y la presencia activa de Dios, ya que el nombre misterioso no es una definición sino sólo la afirmación y constatación de una potencia activa para Israel.
De esa forma el Dios del Sinaí es más reconocido por Israel caminando conforme a unas determinadas vías que su creencia en su personalidad Universal.
La alianza es sellada con la observancia de la Tora, que según los judíos fue dada por Dios al hombre.
La noción bíblica de Dios abre una tradición Universal porque el activo Dios bíblico es de ese mismo momento el Padre de todos los hombres.
Así pues las revelaciones hechas al pueblo judío no le han sido dadas como un privilegio, sino que la práctica de la Divinidad del propio Dios ha de ser compartida con toda la humanidad.
Ahora bien, para el judaísmo actual, esta extensión a los demás pueblos siempre ha de producirse a través del pueblo Judío como intermediario.
Jesús, que no era ajeno a la Ley y al Templo, interioriza la presencia de Dios inscrita en la honda intimidad humana que no se produce a través de la obediencia a un mandato extrínseco, sino mediante la fidelidad al espíritu que desde el interior del corazón humano anhela la presencia total de un Dios que les promete la vida eterna.
La realidad viviente de Jesús, su Hijo, es la nueva ley y el nuevo templo.
No creer en su afiliación Divina, es como admitir que no hay un conocimiento perfecto de Dios, tal como quiere ser conocido fuera de Jesús y separado de la íntima figura en la cual el creyente adivina como en una filigrana la acción Divina de Dios.
Para un buen cristiano, la herencia del judaísmo culmina en la propia persona de Jesús, lo que es casi impensable si seguimos la tradición Judía, para la cual el hijo de Dios Jesús, no es más que un hombre como los demás.

C. C. Cortés.
El Hombre de la Rosa.


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