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LA NUEZ DE ARRIBA: SUS MILAGROS...

SUS MILAGROS

Ya su aguijada tiene la virtud de abrir manantiales en la roca; puede rezar con traquilidad entre los árboles aunque le observe su amo, porque los ángeles empuñan el arado. ¡Oh arado, oh esteva, oh aguijada de San Isidro, sois inmortales como la tizona del Cid, el báculo pastoral de San Isidoro y la corona del rey San Fernando!, exclama el poeta. Con la pluma de Santa Teresa habéis subido a los altares. Así es como la villa y corte, centro de España, tiene por patrón a un labrador inculto, sin discursos, ni escritos, ni he­chos memorables, sólo con una vida escondida y vulgar de un aldeano, hombre de aquella pequeña villa que se llamaba Madrid, recién reconconquistada de las manos del Islam. Acaba­ba en 1083 Alfonso VI de entrar por la cuesta de la Vega, conquistando aquella plaza amurallada del Manzanares. El contraste es tan fuerte como instructivo y no sólo dice algo de provecho para la capital de España, sino que proclama el estilo de Dios cuando nos regala sus santos. “Escondiste estos secretos a los sabios, y los revelaste a las gentes sencillas”. San Isidro labrador era un simple; reconocerlo es admirar los planes de Dios.