Un Cuento
Había una vez en lo alto de un pueblo muy lejano, una casa muy grande y bonita. La casa tenía enormes rejas de oro, y dentro un inmenso jardín con una variedad inimaginable de flores, las flores más hermosas y raras, las podíamos encontrar ahí.
En medio de ese esplendoroso jardín había una fuente de la cual brotaba agua cristalina.
El dueño de esa casa tan grande, era un hombre al cual le gustaba mandar y gritar; este hombre se llamaba Casimiro y todas las personas que trabajaban para él le tenían mucho miedo. Las personas lo llamaban respetuosamente “Don Casi”.
Don Casi, no tenía familia, ni amigos y siempre parecía estar enfadado, pues andaba con el ceño fruncido.
Un día, paseando por su jardín, pasó cerca de la fuente y encontró a una niña bebiendo agua. Al verla, Don Casi, empezó a gritar:
-“ ¡Oye niña! ¿Qué haces ahí bebiendo agua de mi fuente?”.
A lo que la niña respondió:
- “Disculpe usted señor, es que pasaba por aquí y no pude evitar acercarme al ver las hermosas flores desde afuera, así que como la reja estaba abierta, entré para contemplarlas, luego vi el agua saliendo de esta hermosa fuente y como tenía un poco de sed me acerqué a beber un poco…”
-“ ¿Sí? – respondió Don Casi- “No me importa si te gustaron mis flores o si tenías sed, niña apestosa; lo único que quiero es que te largues de aquí”.
La niña al sentirse insultada, solo le respondió:
- “Señor, tiene usted la soberbia de un caballo y la lengua de un reptil” – Luego de decirle esas palabras, salió del lugar.
Había una vez en lo alto de un pueblo muy lejano, una casa muy grande y bonita. La casa tenía enormes rejas de oro, y dentro un inmenso jardín con una variedad inimaginable de flores, las flores más hermosas y raras, las podíamos encontrar ahí.
En medio de ese esplendoroso jardín había una fuente de la cual brotaba agua cristalina.
El dueño de esa casa tan grande, era un hombre al cual le gustaba mandar y gritar; este hombre se llamaba Casimiro y todas las personas que trabajaban para él le tenían mucho miedo. Las personas lo llamaban respetuosamente “Don Casi”.
Don Casi, no tenía familia, ni amigos y siempre parecía estar enfadado, pues andaba con el ceño fruncido.
Un día, paseando por su jardín, pasó cerca de la fuente y encontró a una niña bebiendo agua. Al verla, Don Casi, empezó a gritar:
-“ ¡Oye niña! ¿Qué haces ahí bebiendo agua de mi fuente?”.
A lo que la niña respondió:
- “Disculpe usted señor, es que pasaba por aquí y no pude evitar acercarme al ver las hermosas flores desde afuera, así que como la reja estaba abierta, entré para contemplarlas, luego vi el agua saliendo de esta hermosa fuente y como tenía un poco de sed me acerqué a beber un poco…”
-“ ¿Sí? – respondió Don Casi- “No me importa si te gustaron mis flores o si tenías sed, niña apestosa; lo único que quiero es que te largues de aquí”.
La niña al sentirse insultada, solo le respondió:
- “Señor, tiene usted la soberbia de un caballo y la lengua de un reptil” – Luego de decirle esas palabras, salió del lugar.