romper el hielo!. Claro que en aquella época los inviernos eran muy fríos. Menos mal que siempre se procuraba ir tres o cuatro mujeres; así, entre unas y otras, se ayudaban y también lo pasaban mejor.
Nuevamente se llevaban las tripas a casa. Allí se cortaban a la medida del tamaño que se quisieran las morcillas y se cosían por una lado, dando dos vueltas, de modo que el cosido quedara en forma de cruceta. De nuevo se procedía a lavar las tripas, esta vez con vinagre, mucha cebolla, harina y sal, para desinfectarlas y que quedaran más blanquitas. Además, se lavaban mucho con agua tibia, para terminar aclarándolas con agua fría.
Las tripas ya estaban limpias, así que con darles la vuelta, pues había que dejarlas del revés, quedaban listas para llenarlas con el mondongo. A continuación describo cómo se hacía.
llenando las tripas con mondongo (foto: Luci Sanz Puentedura)
En un caldero se preparaba el agua para hacer el arroz, dependiendo la cantidad de ésta de los kilos de arroz que se fueran a echar. La proporción era de dos litros de agua por cada kilo de arroz. Cuando el agua estaba cociendo, se añadía un puñado de sal por cada kilo de arroz, y se echaba éste también, se removía con una cuchara de madera para que no quedaran grumos y, cuando se advertía que estaba hecho, se retiraba del fuego tapándolo con un trapo para que reposara.
Nuevamente se llevaban las tripas a casa. Allí se cortaban a la medida del tamaño que se quisieran las morcillas y se cosían por una lado, dando dos vueltas, de modo que el cosido quedara en forma de cruceta. De nuevo se procedía a lavar las tripas, esta vez con vinagre, mucha cebolla, harina y sal, para desinfectarlas y que quedaran más blanquitas. Además, se lavaban mucho con agua tibia, para terminar aclarándolas con agua fría.
Las tripas ya estaban limpias, así que con darles la vuelta, pues había que dejarlas del revés, quedaban listas para llenarlas con el mondongo. A continuación describo cómo se hacía.
llenando las tripas con mondongo (foto: Luci Sanz Puentedura)
En un caldero se preparaba el agua para hacer el arroz, dependiendo la cantidad de ésta de los kilos de arroz que se fueran a echar. La proporción era de dos litros de agua por cada kilo de arroz. Cuando el agua estaba cociendo, se añadía un puñado de sal por cada kilo de arroz, y se echaba éste también, se removía con una cuchara de madera para que no quedaran grumos y, cuando se advertía que estaba hecho, se retiraba del fuego tapándolo con un trapo para que reposara.