SUPERSTICIONES:
LA MESA.
Cuando una mesa tiene el mantel puesto antes de la comida, jamás debe dejarse dinero encima, puesto que los alimentos ingeridos no sentarían bien al estómago. Esto se cree en la España central y en Andalucía.
El refrán coincidente con la superstición nos recuerda también (El que come y canta un sentido le falta) que, una vez sentados a la mesa, no es aconsejable cantar. Contravenir esta indicación provoca que algunos de los asistentes tenga en el futuro problemas mentales.
La mesa en torno a la que se come habitualmente dispone de un largo formulario de prácticas, ya que es objeto casi sagrado en tanto que está relacionado con la nutrición (retemeración), alimentos (la vida) y el propio destino del hombre. Así no hay que apoyar jamás los codos sobre la mesa, ni sentarse encima, ni adormecerse sobre ella o simplemente yacer para otros menesteres.
Una pareja nunca ha de discutir cuando está sentada a la mesa, pues serán disputas estériles y si cualquier humano se sienta en el preciso instante en que el reloj de pared da las doce campanadas es señal inequívoca de muerte.
Ni paraguas, ni calzado, ni linternas, ni ropa y, mucho menos una escoba han de colocarse sobre una mesa y si es un bebé al que se deposita sobre ella, se tendrá la garantía de que ese niño nunca llegará a viejo. Trece personas alrededor de una mesa invitan a la muerte y nueve, por el contrario, augura calma.
En alguna medida la mesa guarda relación con las piedras originarias del sacrificio ofrecido a los dioses. Los cristianos recogen esta representación mediante el altar en que se escenifica, a través de la misa, la pasión y la muerte de Cristo. Engarzada, pues al culto y al espíritu religioso, la mesa bajo la cual pasa un niño de corta edad, provocará que éste no crezca lo que debiera y, para conjurar ese riesgo, es preciso que haga ese mismo itinerario en el sentido inverso.
Dos personas al mismo tiempo no deben retirar la mesa (útiles y accesorios propios de la comida), pues una de ella morirá ese año. En cuanto a la forma, es preferible que sea circular a las cuadradas, pues la primera ahuyenta los poderes maléficos.
La costumbre, muy arraigada en España, de situar siempre sobre la mesa un cuenco provisto de diversas frutas, aunque no sean frescas, proviene de la creencia de que ello invoca a la abundancia, por lo que en el hogar en que se respete escrupulosamente este rito, jamás faltará comida.
En el lenguaje trivial de los sueños, se entiende que quién imagina una mesa vacía es que está a punto de perder buena parte de su patrimonio, mientras que cuando se sueña con una mesa repleta de comensales, indica que se harán buenos negocios.
LA MESA.
Cuando una mesa tiene el mantel puesto antes de la comida, jamás debe dejarse dinero encima, puesto que los alimentos ingeridos no sentarían bien al estómago. Esto se cree en la España central y en Andalucía.
El refrán coincidente con la superstición nos recuerda también (El que come y canta un sentido le falta) que, una vez sentados a la mesa, no es aconsejable cantar. Contravenir esta indicación provoca que algunos de los asistentes tenga en el futuro problemas mentales.
La mesa en torno a la que se come habitualmente dispone de un largo formulario de prácticas, ya que es objeto casi sagrado en tanto que está relacionado con la nutrición (retemeración), alimentos (la vida) y el propio destino del hombre. Así no hay que apoyar jamás los codos sobre la mesa, ni sentarse encima, ni adormecerse sobre ella o simplemente yacer para otros menesteres.
Una pareja nunca ha de discutir cuando está sentada a la mesa, pues serán disputas estériles y si cualquier humano se sienta en el preciso instante en que el reloj de pared da las doce campanadas es señal inequívoca de muerte.
Ni paraguas, ni calzado, ni linternas, ni ropa y, mucho menos una escoba han de colocarse sobre una mesa y si es un bebé al que se deposita sobre ella, se tendrá la garantía de que ese niño nunca llegará a viejo. Trece personas alrededor de una mesa invitan a la muerte y nueve, por el contrario, augura calma.
En alguna medida la mesa guarda relación con las piedras originarias del sacrificio ofrecido a los dioses. Los cristianos recogen esta representación mediante el altar en que se escenifica, a través de la misa, la pasión y la muerte de Cristo. Engarzada, pues al culto y al espíritu religioso, la mesa bajo la cual pasa un niño de corta edad, provocará que éste no crezca lo que debiera y, para conjurar ese riesgo, es preciso que haga ese mismo itinerario en el sentido inverso.
Dos personas al mismo tiempo no deben retirar la mesa (útiles y accesorios propios de la comida), pues una de ella morirá ese año. En cuanto a la forma, es preferible que sea circular a las cuadradas, pues la primera ahuyenta los poderes maléficos.
La costumbre, muy arraigada en España, de situar siempre sobre la mesa un cuenco provisto de diversas frutas, aunque no sean frescas, proviene de la creencia de que ello invoca a la abundancia, por lo que en el hogar en que se respete escrupulosamente este rito, jamás faltará comida.
En el lenguaje trivial de los sueños, se entiende que quién imagina una mesa vacía es que está a punto de perder buena parte de su patrimonio, mientras que cuando se sueña con una mesa repleta de comensales, indica que se harán buenos negocios.