OFERTA LUZ: 5 Cts/kWh

LA NUEZ DE ARRIBA: LA SIEGA...

COSAS DE NUESTRO TIEMPOS PASADOS
Nuestro pueblo era singularmente un pueblo de agricultores. En las tareas agrícolas empleaban la parte más importante de su tiempo.
Desde que el agricultor sembraba el cereal en la tierra, hasta que lo recogía sucedían tantas cosas...
Detallaremos aquí el proceso.
Un evento desagradable en medio de este proceso eran las tormentas.
Los nublados o las tormentas y los pedriscos solían ser fenomenos meteorológicos frecuentes en verano. Una tormenta con pedrisco ponía en peligro la cosecha del añó.
Cuando se oscurecía el cielo, comenzaba a tronar, y a los relámpagos se les veía deslumbrar el horizonte, la tormenta estaba encima.
Había que alejarla. El campanero tocaba las campanas; se decía "tocar a tentenublo"o "tocar a nublo". Los científicos creían que la vibración del sonido de las campanas deshacía la tormenta. Los creyentes tocaban las campanas como un recurso imprecatorio: se rogaba a Dios que alejara la tormenta.
En algunos pueblos -se decía- salía el Sr. Cura revestido de sus ornamentos sacerdotales y ordenaba a los vientos, en nombre de Dios, que cambiaran de signo y se apaciguaran.
Siempre en aquellos pueblos, en el mes de mayo, se tenía la fiesta de la bendición de los campos. Los vecinos y elSr. Cura salían procesionalmente con sus santos. Aquel día se sacaban los pendones rojos de la iglesia, y los estandartes. Llegaban a los campos cantando las letanías (litanías decían ellos). El Sr. Cura con el hinojo y agua bendita iba bendiciendo el campo. Era una oración de intercesión pidiendo al Señor por mediación de los santos, que fuera propicio a sus fieles y que les ayudara desde lo alto para conseguir una buena cosecha.
Pero detengámonos ya en la enumeración de las diferentes fases de estas tareas agrícolas.
Esto y lo que intente copiar a continuación sales de libros
escritos por VALENTÍN DE LA CRUZ.

LA ARADA
Aunque la siembra solía comenzar en otoño, para entoces, para conseguir todas las ventajas del terreno, la tierra había de estar receptiva, debía ser arada.
La finca sobre la que se había de sembrar se presentaba de dos maneras: o en barbecho o en rastrojo, según que hubiera estado un tiempo sin cultivar o que hubiera dado cosecha en el último verano.
El barbecho, olvidado prácticamente hoy, era frecuente en aquellos tiempos. Notaba el agricultor un agotamiento progresivo en la producción de la tierra, que no bastaban a corregir los abonos del estiércol del ganado doméstico y de los rebaños. Había, pues, que dejar descansar la tierra. La finca que se quedaba en barbecho no era olvidada por el labrador; convenía alzarla, ararla una vez o más para ahuecarla, para oxiginarla, para evitar las malas hierbas.
La otra manera en que se presentaba nuestra parcela era el rastrojo. Cuando señalaban una tierra para sembrarla ya no levantaban los ojos de ella. Había que estercolarla y ararla incluso varias veces.
De las cuadras y de las tenadas se transportaba un carro de estiércol a la tierra. Se depositaba en montones simétricos que antes de arar eran esparcidos por el terreno.
El labrador con la mano izquierda en la esteva del arado, con un ojo en la reja y otro en el surco alargado, abría la tierra al paso del ganado, a la misma profundidad siempre.
La arada de los bueyes era lenta, pero profunda.! Arre! era la voz que incitaba a cambiar.! Sooo! se empleaba para hacerles parar. Los buenos labradores hacían surcos derechísimos. Aquellas hileras de surcos derechos, bien hechos, eran el orgullo del agricultor. Si habían quedado terrones, se deshacían a golpes de azada o azadón, o pasaban sobre la tierra el rastro.
La tierra se araba con arado romano o con brabán. Al atardecer, las yuntas volvían del brabán o con el arado sobre el yugo. Habían concluido la tarea.

LA SIEMBRA
Parte de la cosecha del año anterior se dedicaba a semilla. La finca que producía el mejor grano suministraba la siembra futura. El grano destinado a la siembra se limpiaba de semillas extrañas, sobre todo de la avena loca, del cornezuelo, amapola, etc., pasándolo por distintas cribas. Se le protegía contra gorgojos y enfermedades que hoy llaman criptogámicas, asperjándolo con piedra lipe diluida en agua. Llamaban piedra lipe al sulfato de cobre, que se vendía en forma de piedra azules.
Se solía sembrar en otoño y entrada la primavera. La forma de la siembra era el voleo. Se preparaba una especie de capazo con un costal viejo y, lleno de semilla, se cruzaba en el hombro. Con la mano izquierda mantenía abierta la boca, y con la derecha, a paso firme y gesto gallardo, se arrojaba el grano.
El promedio de grano a esparcir en una fanega de tierra eran unos 63kilos. En algunos lugares usaban una medida casera para precisar la sembradura perfecta: se arrojaba una boina al suelo; si debajo de ella se contaban entre ocho y doce granos, el sembrador era un profesional.
Enseguida se acercaban a lo sembrado una serie de pájaros: tordos, gorriones, etc. Les deslumbraba el oro de los granos. El labrador tenía que cubrirlo con presteza. Pasaba la rastra, tiraba por la yunta y quedaban tapados los granos.
Finalmente el agricultor hacía con el arado unos cuantos surcos cortados por un surco transversal que hacían de colectores de agua. Así evitaban los charcos de agua, que impedían crecer a la semilla.
Ahora, le tocaba espesar. Tendrían que pasar los fríos, llegar las lluvias, acaso caer las nieves, antes de que, desde dentro de la tierra, el tallo de trigo rompiera la costra de la tierra y comenzara a despuntaar.

LA ESCARDA
Todavía existía esta operación en aquellos tiempos, aunque comenzaba a ser rara. En torno al tallo recién despuntado comenzaban a crecer las malas hierbas. Había que eliminarlas. A esta operación se llamaba escarda.
Se decía en primavera. Se iba a la escarda con una azadilla pequeña. Hasta los niños aprendían e oficio; con la mano izquierda revolvían las cañítas del cereal y con la derecha dábamos un golpe de azadilla a la mala raíz, sólo ella, cuidando de no dañar la planta buena. Eliminaban el junquillo, la grana, el aciano, el lechariago o los lecherines, la avena loca o avenazo, el vallico, la amapola, los aceiterillos, el neguillón, la cebadeja, y sobre todo, el cardo en sus numerosas variedades.
Algunos no llevaban herramientas de ninguna clase: arrancaban las hierbas a mano, pero para protegerla de las espinas y asperezas la cubrían con un guante, que a veces, era un calcetín de lana. Había unos guantes de lana especiales para arrancar estas hierbas: les llamaban "lugas".
Las malas hierbas o cardos se recogían en un saco y se llevaban a casa. Servían de alimento a los animales.

LA SIEGA
La cosecha era la base económica imprescindible de la población agraria. Solía durar la recolección los meses de julio y agosto, y no concluía sino a mediados de septiembre,"hasta la Virgen de septiembre"que se decía. Eran unos setenta días los que requerían nuestros agricultores para llevar el trigo de la espigas hasta las trojes o los graneros.
Tan absorbente se presentaba la tarea, que la iglesia, consciente de la capital importancia que la recolección tenía para el agricultor, le dispensaba del precepto del descanso dominical. Nuestros labradores, empero, el domingo asistían todos a misa. Celebraban festivamente los días de Santiago Apóstol -25de julio- y de la Asunción de Nuestra Señora-15 de agosto-
Se segaba, en primer lugar, la avena, el centeno y los yeros; se dejaba para el final el trigo.
En este tiempo de verano, como las tareas eran excepcionales, algunas familias "ajustaban", es decir, contrataban a lo que por allí se llamaba un "agostero". Era una persona joven que durante el tiempo de la cosecha trabajaba a las órdenes del amo, como éste, de sol a sol; y vivía como uno más de la familia.
La siega en nuestra tierra no se hacía con hoces, sino con dalles o guadañas. De mañana, con la fresca, salían los segadores a segar, antes del mediodía lo dejaban, pues el excesivo calor desgranaba fácilmente el cereal.
La llegada del chico con el almuerzo era bien recibida. Solía suceder a media mañana. Para esas horas ya habían estado segando cuatro o cinco horas. Se aprovechaba la sombra de un árbol o de un carro, y se almorzaba: sopa, escabeche, pan y vino. Después se continuaba.
Cuando pegaba fuerte el sol se tocaban de un gran sombrero de paja que los protegía de sus rayos.
La espléndida cabellera de la mies que dejaban a su paso los segadores era recogida, generalmente, por las mujeres. Las mieses recogidas en montón se llamaban "morenas". Era todo un arte el de hacer las "morenas"; se apilaban las brazadas mirando las espigas hacia el interior, estando de algún modo todos los haces ensamblados, para así evitar pérdidas en caso de lluvia, o de vieto fuerte o de tormenta.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
EL ACARREO
El traslado de las mieses desde las fincas hasta la era para trillarlas era lo que se denominaba acarreo.
El acarreo exigía como sacrificio especial el levantarse muy de mañana. Se ponía a tono el cuerpo con una buena copa de orujo. Se preparaban los carros con cuatro o seis estacas, algo apuntadas colocadas en las cuatro esquinas de la caja; la intención era la de ampliar la capacidad del carro colocando más y mejor las gavillas, cuyo peso ligero permitía gran volumen. A estas estacas ... (ver texto completo)