Durante mucho tiempo anduvieron por el mundo, pues no era cosa fácil encontrar tantas novias. Además, no querían separarse y casarse con jóvenes que perteneciesen a distintas familias, para no tener suerte distinta cada uno, y no era fácil encontrar una madre que pudiese alabarse de tener cuarenta y una hijas.
Al fin llegaron a un país muy lejano y vieron un espléndido palacio, todo de piedra blanca, que se elevaba en una altísima montaña. Lo cercaba un alto muro y a la entrada estaban clavados unos postes de hierro. Los contaron y eran cuarenta y uno.
Ataron a estos postes sus briosos caballos y entraron en el patio. Salió a su encuentro la bruja Baba-Yaga, que les gritó:
- ¿Quién los ha invitado a entrar? ¿Cómo han osado atar sus caballos a los postes sin pedirme permiso?
- ¡Vaya, vieja! ¿Por qué gritas tanto? Antes de todo danos de comer y beber y caliéntanos el baño; luego podrás hacernos tus preguntas.
Baba-Yaga les dio de comer y beber, les calentó el baño, y después empezó a preguntarles:
-Díganme, valerosos jóvenes, ¿están buscando algo o sólo caminan por el gusto de pasear?
-Estamos buscando una cosa, abuelita.
- ¿Y qué quieren?
-Buscamos novias para todos.
- ¡Pero si yo tengo cuarenta y una hijas! -exclamó Baba-Yaga.
Corrió a la torre y pronto apareció acompañada de cuarenta y una jóvenes.
Los hermanos, encantados, solicitaron permiso para casarse con ellas, y en seguida lo obtuvieron y celebraron la boda con un alegre festín.
Al anochecer, Gorrioncito fue a ver qué tal estaba su caballo, y éste, al acercársele su amo, le dijo con voz humana:
Al fin llegaron a un país muy lejano y vieron un espléndido palacio, todo de piedra blanca, que se elevaba en una altísima montaña. Lo cercaba un alto muro y a la entrada estaban clavados unos postes de hierro. Los contaron y eran cuarenta y uno.
Ataron a estos postes sus briosos caballos y entraron en el patio. Salió a su encuentro la bruja Baba-Yaga, que les gritó:
- ¿Quién los ha invitado a entrar? ¿Cómo han osado atar sus caballos a los postes sin pedirme permiso?
- ¡Vaya, vieja! ¿Por qué gritas tanto? Antes de todo danos de comer y beber y caliéntanos el baño; luego podrás hacernos tus preguntas.
Baba-Yaga les dio de comer y beber, les calentó el baño, y después empezó a preguntarles:
-Díganme, valerosos jóvenes, ¿están buscando algo o sólo caminan por el gusto de pasear?
-Estamos buscando una cosa, abuelita.
- ¿Y qué quieren?
-Buscamos novias para todos.
- ¡Pero si yo tengo cuarenta y una hijas! -exclamó Baba-Yaga.
Corrió a la torre y pronto apareció acompañada de cuarenta y una jóvenes.
Los hermanos, encantados, solicitaron permiso para casarse con ellas, y en seguida lo obtuvieron y celebraron la boda con un alegre festín.
Al anochecer, Gorrioncito fue a ver qué tal estaba su caballo, y éste, al acercársele su amo, le dijo con voz humana: