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LA NUEZ DE ARRIBA: Miguel Ángel Palacios, en un excelente trabajo en la...

CON VUESTRO PERMISO.

Hoy quiero hacerle un pequeño homenaje a un paisano vuestro que, de no haber muerto trágicamente en aquella guerra incivil, podría haber llevado a la tierra burgalesa aún a más altas cotas de la Música (con mayúsculas) de lo que la llevó en su corta existencia.

ANTONIO JOSÉ (De un artículo de Andrés Ruiz Tarazona)

Antonio José Martínez Palacios es la personalidad más representativa del quehacer musical burgalés durante el presente siglo, y figura indiscutible de la música española en el momento de transición, de apertura de nuevos horizontes para el arte musical, que fueron aquellos años siguientes a la primera guerra europea y anteriores a la guerra civil española. Nacido en Burgos el 12 de Diciembre del año 1902 murió, trágicamente, fusilado en las proximidades de Estépar (Burgos) el 11 de octubre de 1936.

Él representa toda una elevada concepción del arte musical, que no renuncia a sus raíces nutricias, y estas no fueron otras que las de su querida tierra castellana, aunque a veces se doliera, como Antonio Machado, de la incuria, la ignorancia, la falta de ideales de un pueblo que parecía haber renunciado a su rica herencia cultural, a su generosidad y capacidad de acción, para sumirse en una conformista somnolencia, capaz de ahogar cualquier impulso espiritual.

Antonio José ha escrito música desde muy niño. En las Escuelas de San Lorenzo había recibido clases de solfeo, canto y piano, de un joven seminarista-organista en el Seminario de San Jerónimo, llamado Julián García Blanco que, con los años, sería director del Conservatorio de Valladolid. García Blanco ha contado a Santiago Rodríguez Santervás (el primero en llamar modernamente la atención sobre nuestro músico, en un célebre artículo publicado en diciembre de 1971 en la revista Triunfo) que Antonio José poseía un oído increíble y tenía una extraordinaria intuición para la música.

Cuando deja, a los catorce o quince años, las Escuelas de San Lorenzo, comienza a dar clases con el organista y compositor José María Beobide (1882-1967). Beobide fue un atrevido cultivador de la armonía modulativa, un Scriabin español que apenas fue comprendido en su tiempo, pero que influyó profundamente en la personalidad musical de Antonio José. Antes de instalarse en Madrid, en 1920, la producción de Antonio José se acerca a setenta títulos, entre ellos los 15 pequeños trozos para orquesta (1918), las Hojas sueltas para piano (1918), el Preludio nº 1 para piano (1920) y el Preludio nº 2 para sexteto (1920).

Una beca de la Diputación Provincial de Burgos ayudará a Antonio José a mantenerse en Madrid durante cuatro años (1920-24), desde donde realizará viajes al extranjero para ponerse al día de las últimas corrientes musicales. En Madrid debió dar clases con el compositor Emilio Vega (1877-1943), director de la Banda de Alabarderos. Es la época de las lecturas apasionadas, de la búsqueda de libros y partituras por el Pasaje de la Montera y la Cuesta de Moyano, de pasar apuros económicos, trabajar como copista, tocar el piano en alguna sala de cine mudo, dirigir la orquesta en algún teatro de zarzuela. De la mano de su paisano Regino Sáinz de la Maza, entabla amistad con muchos artistas e intelectuales, entre ellos Federico García Lorca. Seguramente tuvo contactos con Unión Radio, desde cuyo altavoz se propagaba la nueva música, sobre todo cuando era director musical Salvador Bacarisse.

Otro foco de cultura musical fueron para él los conciertos de la Sinfónica y la Filarmónica. No se perdía uno, y llegó a mantener una buena amistad con Arbós, que le cedió la batuta para dirigir el Preludio y danza popular. Arbós estrenó en Burgos el poema sinfónico Evocaciones. También en Madrid, Antonio José, cuya ideología política era claramente liberal (socialista-republicano, aunque no fue nunca un decidido militante), se relacionó con la Institución Libre de Enseñanza, la fundación de Francisco Giner de los Ríos, tan fecunda en la renovación de los hábitos intelectuales españoles, a la vez que decisiva en ciertos planteamientos de base que conducirán al movimiento folclorístico español. Una de sus derivaciones, la Residencia de Estudiantes, constituyó en su tiempo el mayor foco de europeísmo y modernidad de España. Para el maestro burgalés, Madrid fue una gran Universidad. Años más tarde, en su última etapa de Burgos, toda esta amplia cultura, asimilada en aquel rico ambiente artístico y literario se desbordará en publicaciones, artículos, críticas, conferencias o fiestas culturales como la que, en 1934, se celebró en la capital castellana con motivo del homenaje a dos ilustres músicos burgaleses: Francisco Salinas y Antonio de Cabezón.

Respecto a la producción de Antonio José en su etapa madrileña, merece la pena que reseñemos la Sonata Castellana en 1921, sobre la que basará dos años después la Sinfonía Castellana, el Poema de la Juventud (1924), las Danzas Castellanas (1922-25) y las tres primeras Danzas burgalesas para piano, dignas de ponerse junto a las mejores Danzas españolas de Granados.

Hacia 1925 Antonio José se traslada a Málaga, como profesor de música del famoso colegio de los jesuitas en Miraflores del Palo. Era entonces Málaga una ciudad apacible pero abierta a los aires del mundo, como ha sido siempre, desde los tiempos del folklorista y compositor Eduardo Ocón. La luz malagueña, la tranquilidad, se van a notar en la producción de Antonio José durante esos años malagueños (1925-1929). Se va adelgazando su visión de lo popular, en el sentido de que ya no es tan directa. Empieza, como Falla, la recreación, la transfiguración de lo popular, a través de un arte más elaborado y concienzudo, más exigente en suma.

En Málaga nace la Misa en re (1925), a juicio de Santervás, solemne y grandiosa, la Elegía para tenor y órgano (1926), la Suite genuina (1928), para orquesta de cuerda y piano, premiada en un concurso celebrado en Cataluña, y, sobre todo, la formidable Sonata Gallega, cuya fuerza y exuberancia nos hacen recordar al Granados de la Suite Goyesca. También es de esta época la Danza burgalesa nº 4, inspirada en un baile a lo llano que recogiera él mismo, el nº 117, en su espléndida Colección de cantos populares burgaleses, Premio Nacional de Música del año 1932. En la ciudad andaluza pondrá también fin a la reducción de su ópera El mozo de mulas, iniciando inmediatamente su orquestación. El verano de 1927 llevará a Burgos la reducción para piano del primer acto ya terminada, y la tocará ante su maestro Beobide en el Colegio de la Merced.

Miguel Ángel Palacios, en un excelente trabajo en la revista Ritmo (Noviembre, 1979), asegura que el estreno de la ópera pudo haber sido para Antonio José como lo fue el de La vida breve para Falla; el espaldarazo definitivo y el punto de arranque de su personal estilo. Resulta curioso que Antonio José haya elegido, como Falla para el Retablo de Maese Pedro, un episodio del Quijote (cap. 43 de la 1ª parte) Donde se cuenta la agradable historia del mozo de mulas, con otros extraños acontecimientos en la venta de sucedidos. La canción burgalesa ¿Dónde vas a dar agua, mozo de mulas?, un canto coreográfico al agudo titulado El calangrejo, será el leiv-motiv de la ópera.

Como vemos, las principales obras de Antonio José se producen en los años clave para la renovación de la música nacionalista española, llevada a cabo por los compositores de la llamada generación del 27 (por homologación con la literaria) o de la República. Esta promoción malograda por la guerra, a la que pertenece plenamente el compositor burgalés, trató de superar la estética post-romántica del nacionalismo incorporándose a las corrientes más avanzadas de la música europea, fueron dodecafonistas, bartokianos, strawinskianos o impresionistas. Para todos ellos, Falla constituyó el viejo ejemplo a seguir. Y es curiosa la coincidencia en la utilización del material folclórico por parte de todos los compositores de la generación del 27, empezando por el patriarca de todos ellos, el catalán Roberto Gerhard, discípulo aventajado de Pedrell y de Arnold Schönberg.

Antonio José lo seguirá utilizando en su Sonata Gallega en las Evocaciones, que se subtitularon Cuadros de danza campesina. Estos tres Cuadros de danza se basan en los Bailes a lo agudo nº 136 (Cortejo que cortejas a dos madamas) y nº 171 (Juan se llama mi amante), y en la rueda instrumental nº 245 (de gaita ordinaria) del Cancionero popular de Burgos de Federico Olmeda. La segunda de las Evocaciones, dedicada al pintor Marceliano Santamaría, fue orquestada por el mismo autor y estrenada en Bilbao, por la Sinfónica, dirigida por Vladimir Golschman con gran éxito. También la Suite ingenua, que mereció una crítica decididamente favorable de José Subirá, tras su estreno en Madrid, recoge temas populares burgaleses, pero Antonio José recurre a ellos buscando la autenticidad de su sentir personal cada vez con más fuerza.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
La última etapa de la vida de Antonio José (1929-36) se desarrolla en Burgos, a orillas de su querido Arlanzón. Nombrado, tal vez por influencia de Beobide, director del Orfeón Burgalés, de todos es conocido su enorme esfuerzo de acción musical y cultural al frente de esta ilustre agrupación. Es imposible desmenuzar la inmensa labor desarrollada por Antonio José a lo largo de siete años de ilusionada andadura al frente del Orfeón. Es la etapa coral de su producción, siempre pensando en su gente. ... (ver texto completo)