Franco fue, Inés, este toque,
pero arrójame la bota.
Vale un florín cada gota
de aqueste vinillo aloque.
Y después dice:
Haz, pues, Inés lo que sueles,
saca de la bota llena
tres tragos; hecha es la cena
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Iban, en otros tiempos no lejanos, por los
caminos provistos de la popular, sencilla y fiel bota, llena de vino de la tierra, colgada del arzón o metida en las alforjas, en la mochila o en el zurrón, acompañando al
pan casero un poco áspero y seco junto con el chorizo, el tocino, el jamón, la cecina, el tasajo y el queso, para el tentempié o la merienda.
Hoy la bota es compañera de días de
campo y
excursión, de
cacerías y tardes de
toros, en las cuales, a la mitad del festejo, es
costumbre en
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