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LA NUEZ DE ARRIBA (Burgos)

La entrada al pueblo Nº 1
Foto enviada por Victoria Serna,

Los árboles de mi calle

Los árboles de mi calle

se están poniendo dorados;

el otoño de otros años

ha vuelto y los ha pintado
... (ver texto completo)
¿Puede alguien explicarme de qué museo se robaron esta obra de arte? (Anónimo)
la Navidad no es un acontecimiento, sino una parte de su hogar que uno lleva siempre en su corazón
LOS DOS ZORRITOS

Estamos situados en la parte septentrional de la provincia de Cáceres, en la sierra de Tormantos, bellísimo escenario de la fértil e idílica comarca natural de La Vera, que tanto significa en la historia de Extremadura, principalmente por cuanto se refiere y relaciona con Carlos I de España y V de Alemania, el César de Occidente, un genio de la guerra, que se retiró al solemne y solitario monasterio de Yuste -fundado por "los hermanos de la pobre vida"-, cuando ya se hallaba más ... (ver texto completo)
"El amor es el triunfo de la imaginación sobre la inteligencia" (Anónimo)
Hay gentes a las que el solo hecho de respirar parece dar alegría. (William Morris)
SUICIDIO

Pobre de mi, tirada en una esquina
recluida en las rejas de la lluvia,
transformada la calle en una zubia
siento como un hedor que discrimina.
Tal vez es sólo tufo a gasolina
o mi cuerpo mojado que se asubia,
el cielo me reprende, me diluvia,
yo necesito un mar, como Alfonsina. ... (ver texto completo)
OVILLEJO DEL SUSURRO DEL MAR

¿Dónde se encuentran las olas?
Siempre a solas.
¿De qué presume la espuma?
De la bruma.
¿Qué hace el mar si se levanta?
Silva y canta.
Se me eleva la garganta
y soy el divertimento ... (ver texto completo)
Buenas tardes Rosas
Feliz tarde y que disfrutes del fin de semana
Un besoooooooooooooooooo
Buenas tardes Rosas
Feliz tarde y a disfrutarla
Un besooooooooooooooooooo
El ciego con la rabia paciente en las rodillas,
y el limo hambriento en las manos,
lindero entre el minuto y una ciudad ciega;
linaje de las fundaciones y sus ojos grises,
sin pupilas, sin iris, sin el azul de ultramar,
en la orilla de una lástima que empieza en horarios
matinales
y finaliza casi en una laxitud al costado de un muro
limítrofe con la paciencia y la resignación;
él, ahí, ignorado, olvidado por nosotros,
orando sus heridas para contar con aplomo,
años más tarde,
la crónica de la ciudad ebria y traicionada,
la anécdota de una piedad dilatada como la tarde caliente,
la que muere con un latido similar a un callejón oscuro;
página interminable de la lascivia y las entradas al reino
que no fue;
él, ahí, a la par de la mujer,
atravesada por la humedad dilatada de su hambre y la
mano,
sólo una porque las fuerzas no alcanzan,
orando también un guión que las manos no saben dibujar,
manos,
torrencial demiurgo y el excedente de los monstruos de un
mundo por catálogo;
flojedad adyacente,
útil para la tibieza,
identidad de la cripta aérea y congelada en un lunes
ondulante,
aburrido,
ingrato,
propicio para escurrirse del día y cargar de golpe con un
poco de entusiasmo en la ladera de la tarde y prometerle a
la luna unos besos,
ración de paranoias e ídolos,
sí, prometerle a la luna unas piernas,
unos pechos,
unos labios,
una luz,
sí, prometerle a la luna un par de cadáveres y un tibio
aliento,
sí, prometer una sucinta declaración en torno al cementerio
clandestino recién descubierto y comprometerse a
amamantar esa descuidada costumbre de seguir doliéndose
por lo que pasa,
sí, prometerle a la luna las raíces de la vileza y a modo de
refugio,
incinerarlas en la silla enloquecida de nuestra normalidad,
pescado lento,
criatura que hambrea el destino acercado al fuego del
hierro,
sí, prometer, en medio de la bulliciosa ciudad:
que no robarás,
que no desearás a la mujer del prójimo,
que no matarás,
que no fornicarás,
que santificarás las fiestas,
que no mentiras…
que no volverás a tomar,
que no habrá pensamientos sucios,
que desearemos el bien en lugar del mal,
que no veremos las nalgas de las mujeres,
que no diremos procacidades,
que amaremos a nuestro enemigo,
que ya no seremos locos,
que nuestras mortíferas pasiones las mudaremos por
hábitos sosegados
y que la vida,
cadáver en la morgue de las manos documentadas,
será raíz de la cercanía para incumplir todas las promesas. ... (ver texto completo)
Raíz parida en el calabozo del hombre,
justo en el chasquido de días en que orar no sirve,
a pesar de las manos juntas,
casi como si fueran el mejor halago a Dios que agradece
pero no ayuda al hombre ciego que reza en silencio con las
manos suaves,
casi aire pintado en el cielo,
casi un instante insípido al crujir en la banqueta y los
demás indiferentes,
sin dar limosna, ... (ver texto completo)
Raíz del cielo, madre de las nubes,
de nuestras manos,
saliva inerte en la tardanza hecha de paciencias lustrosas,
ojo muñidor.
Raíz del cielo penetrando el viento trepado en el desfiladero
al bajar por la membrana leve, desfigurando cualquier
intento de creer en el herético palpitar.
Honda, honda,
vía láctea donde detener la voz de la tierra,
susto claro en el día que salta en el bazar de ofertas;
dulce raíz de los desaparecidos,
los que no tuvieron muerte,
ni caja,
ni cirios,
ni llantos públicos,
ni esmercio libre y el internet informe de
la infinitud de asombros.
Raíz arrastrada por la humedad de las palabras,
con las hojas del bosque y un sueño enrejado en las
mejillas;
dulce raíz de Píramo y Tisbe,
sangre que fundó los frutos,
el rojo, espuma en la boca,
pasión acoplada,
cielo entero para regocijo del polvo;
saciedad acostumbrada a la carencia por los golpes
de la vida, ... (ver texto completo)