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LA NUEZ DE ARRIBA (Burgos)

Casa,,1
Foto enviada por Victoria Serna,

El amor no es solo un sentimiento,
es también un arte.
Honorato de Balzac
Ciencia y humanismo han de ser un brazo y
no un muro que separa razón y sentimiento.
Pablo Serrano
La cosa más práctica e importante en un hombre es su concepto del Universo.
Chesterton
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Visto esto y las malas burlas del ciego, determiné dejarle. Al día siguiente salimos por la villa a pedir limosna. Había llovido mucho la noche de antes y por el día también llovía. Andaba el ciego rezando debajo de unos soportales que en aquel pueblo había, donde no nos mojábamos, pero como se hacía de noche y no paraba de llover, me dijo:
- Lázaro, este agua es muy mala, está llegando la noche y cada vez llueve ... (ver texto completo)
Ya que estuve medio bueno de mis negros cardenales, decidí dejar al ciego; pero preferí hacerlo cuando más me interesara. Y aunque yo quisiera perdonarle el jarrazo, no podía por el mal trato que el mal ciego desde entonces me daba que sin causa ni razón me hería, dándome coscorrones y tirones del pelo. Y si alguno le preguntaba por qué me trataba tan mal, le contaba el cuento del jarro, diciendo:
- ¿Pensaréis que este mi mozo es algún inocente? No creo que el demonio inventara otra hazaña peor.
Santiguándose ... (ver texto completo)
Y porque vea Vuestra Merced a cuanto se extendía el ingenio del astuto ciego, contaré un caso de muchos que con él me ocurrieron, en el cual me parece dio bien a entender su gran astucia. Cuando salimos de Salamanca nos dirigimos a tierra de Toledo, porque decía ser la gente más rica, aunque no muy limosnera. Se arrimaba a este refrán: «Más da el duro que el desnudo» (17).
Donde hallaba buena acogida y ganancia, nos deteníamos. Donde no, al tercer día nos íbamos.
Sucedió que llegando a un lugar ... (ver texto completo)
Solía poner junto a él un jarro de vino cuando comíamos y yo rápidamente lo asía y le daba un par de besos callados (14) y lo dejaba en su sitio. Pero aquello duró poco porque se daba cuenta de la falta y por reservar su vino a salvo nunca soltaba el jarro, siempre lo tenía por el asa sujeto. Pero yo con una paja larga de centeno, que metía en la boca del jarro, chupaba el vino y lo dejaba a buenas noches (15). Pero como fuese el traidor tan astuto, pienso que se dio cuenta y desde entonces colocaba ... (ver texto completo)
Ya que estuve medio bueno de mis negros cardenales, decidí dejar al ciego; pero preferí hacerlo cuando más me interesara. Y aunque yo quisiera perdonarle el jarrazo, no podía por el mal trato que el mal ciego desde entonces me daba que sin causa ni razón me hería, dándome coscorrones y tirones del pelo. Y si alguno le preguntaba por qué me trataba tan mal, le contaba el cuento del jarro, diciendo:
- ¿Pensaréis que este mi mozo es algún inocente? No creo que el demonio inventara otra hazaña peor.
Santiguándose los que lo oían, decían:
- ¡Mira, quien pensara de un muchacho tan pequeño tal ruindad!
Y reían mucho lo que contaba y le decían:
- Castigadlo, castigadlo, que Dios os lo premiará.
Y él con aquello nunca otra cosa hacía. Y en esto yo siempre le llevaba por los peores caminos y a propósito, por hacerle mal y daño: si había piedras, por ellas, si lodo, por lo más alto; que me alegraba a mí quebrarme un ojo por quebrar dos al que ninguno tenía. Con esto con la garrota me pegaba en el cogote, el cual siempre traía lleno de chichones y aunque yo juraba no hacerlo con malicia, sino por no hallar mejor camino, el ciego no me creía: tal era el sentido y el grandísimo entendimiento (16) del traidor.
(16) Inteligencia

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Yo le sisaba (11) y hurtaba todas las medias blancas (12) que podía y cuando le mandaban rezar y le daban una blanca (12), como él no veía yo la recogía y me la llevaba a la boca donde tenía una media blanca preparada y rápidamente cambiaba las monedas (13). Se quejaba el ciego, porque al tocar la moneda conocía y sentía que no era blanca entera y decía:
- ¿Qué diablo es esto que desde que conmigo estás sólo me dan medias blancas y antes muchas veces me pagaban con una blanca o un maravedí (12)? ... (ver texto completo)
Solía poner junto a él un jarro de vino cuando comíamos y yo rápidamente lo asía y le daba un par de besos callados (14) y lo dejaba en su sitio. Pero aquello duró poco porque se daba cuenta de la falta y por reservar su vino a salvo nunca soltaba el jarro, siempre lo tenía por el asa sujeto. Pero yo con una paja larga de centeno, que metía en la boca del jarro, chupaba el vino y lo dejaba a buenas noches (15). Pero como fuese el traidor tan astuto, pienso que se dio cuenta y desde entonces colocaba ... (ver texto completo)
Él traía el pan y todas las otras cosas en una talega que cerraba con una argolla de hierro y un candado con llave y al meter y sacar todas las cosas lo hacía con gran vigilancia y lo contaba todo tanto que no había hombre en todo el mundo capaz de quitarle una migaja. Yo tomaba la miseria que él me daba, la cual en menos de dos bocados era despachada.
Después que cerraba el candado y se descuidaba pensando que yo estaba dedicándome a otras cosas, yo descosía una costura de la talega y por allí ... (ver texto completo)
Yo le sisaba (11) y hurtaba todas las medias blancas (12) que podía y cuando le mandaban rezar y le daban una blanca (12), como él no veía yo la recogía y me la llevaba a la boca donde tenía una media blanca preparada y rápidamente cambiaba las monedas (13). Se quejaba el ciego, porque al tocar la moneda conocía y sentía que no era blanca entera y decía:
- ¿Qué diablo es esto que desde que conmigo estás sólo me dan medias blancas y antes muchas veces me pagaban con una blanca o un maravedí (12)? En ti debe estar esta desdicha.
Entonces él acortaba el rezo y no acababa la oración, porque me tenía mandado que en cuanto se fuera el que la mandaba rezar, le tirase de la capucha de la capa. Yo así lo hacía. Luego él volvía a dar voces, diciendo:
- ¿Mandan rezar tal y tal oración?
(11) La sisa es la parte que se defrauda o se hurta, especialmente en la compra diaria.
(12) Los «maravedís», las «blancas» y las «medias blancas» son monedas de aquella época.
(13) Lázaro recogía las monedas que le daban al ciego y, según la costumbre, las besaba. Ese era el momento que aprovechaba para cambiar las «blancas» por «medias blancas» que tenían la mitad de valor. ... (ver texto completo)
Pero también quiero que sepa Vuestra Merced que, con todo lo que ganaba, jamás conocí un hombre tan avariento y mezquino, tanto que me mataba de hambre y no me daba lo necesario para comer.
Digo verdad: si con mi ingenio y habilidad no me hubiera sabido remediar, muchas veces me habría muerto de hambre; pero a pesar de su saber y astucia yo le engañaba de tal forma que siempre, o las más veces, me llevaba lo mejor. Para esto le hacía burlas endiabladas, de las cuales contaré algunas, aunque no todas ... (ver texto completo)
Él traía el pan y todas las otras cosas en una talega que cerraba con una argolla de hierro y un candado con llave y al meter y sacar todas las cosas lo hacía con gran vigilancia y lo contaba todo tanto que no había hombre en todo el mundo capaz de quitarle una migaja. Yo tomaba la miseria que él me daba, la cual en menos de dos bocados era despachada.
Después que cerraba el candado y se descuidaba pensando que yo estaba dedicándome a otras cosas, yo descosía una costura de la talega y por allí ... (ver texto completo)
Sepa Vuestra Merced que desde que Dios creó el mundo, a nadie hizo tan astuto y sagaz como a mi amo. En su oficio era un águila; más de cien oraciones sabía de memoria: un tono bajo, reposado y muy sonable que hacia resonar la iglesia donde rezaba, un rostro humilde y devoto que ponía cuando rezaba, sin hacer gestos con la boca ni los ojos, como otros suelen hacer. Además tenía otras mil formas y maneras para sacar el dinero. Decía saber oraciones para muchos y diversos efectos: para mujeres que ... (ver texto completo)
Pero también quiero que sepa Vuestra Merced que, con todo lo que ganaba, jamás conocí un hombre tan avariento y mezquino, tanto que me mataba de hambre y no me daba lo necesario para comer.
Digo verdad: si con mi ingenio y habilidad no me hubiera sabido remediar, muchas veces me habría muerto de hambre; pero a pesar de su saber y astucia yo le engañaba de tal forma que siempre, o las más veces, me llevaba lo mejor. Para esto le hacía burlas endiabladas, de las cuales contaré algunas, aunque no todas ... (ver texto completo)
Y así me fui con mi amo, que esperándome estaba. Salimos de Salamanca y llegando al puente, el ciego me mandó que me acercara al animal de piedra que tiene forma de toro y allí puesto, me dijo:
- Lázaro, apoya el oído a este toro y oirás gran ruido dentro de él.
Yo simplemente llegué, creyendo ser así y cuando sintió que tenia la cabeza sobre la piedra, cerró la mano y me dio un gran golpe contra el toro que más de tres días me duró el dolor de la cornada y me dijo:
- Necio, aprende que el mozo ... (ver texto completo)
Sepa Vuestra Merced que desde que Dios creó el mundo, a nadie hizo tan astuto y sagaz como a mi amo. En su oficio era un águila; más de cien oraciones sabía de memoria: un tono bajo, reposado y muy sonable que hacia resonar la iglesia donde rezaba, un rostro humilde y devoto que ponía cuando rezaba, sin hacer gestos con la boca ni los ojos, como otros suelen hacer. Además tenía otras mil formas y maneras para sacar el dinero. Decía saber oraciones para muchos y diversos efectos: para mujeres que ... (ver texto completo)
Mi madre se fue a servir a los que vivían en el mesón de la Solana (6) y allí, padeciendo mil importunidades, se acabó de criar mi hermanico hasta que supo andar y yo hasta ser buen mozuelo, que iba a los huéspedes por vino y candelas y por lo demás que me mandaban. En este tiempo vino a hospedarse en el mesón un ciego, el cual, pareciéndole que yo serviría para guiarle, me pidió a mi madre y ella me encomendó a él, diciéndole que yo era hijo de un buen hombre que había muerto en la batalla de los ... (ver texto completo)
Y así me fui con mi amo, que esperándome estaba. Salimos de Salamanca y llegando al puente, el ciego me mandó que me acercara al animal de piedra que tiene forma de toro y allí puesto, me dijo:
- Lázaro, apoya el oído a este toro y oirás gran ruido dentro de él.
Yo simplemente llegué, creyendo ser así y cuando sintió que tenia la cabeza sobre la piedra, cerró la mano y me dio un gran golpe contra el toro que más de tres días me duró el dolor de la cornada y me dijo:
- Necio, aprende que el mozo ... (ver texto completo)
Quiso nuestra mala fortuna que lo que hacía el Zaide, que así se llamaba el negro, llegó a oídos del mayordomo del Comendador y se descubrió que robaba la mitad de la cebada que para las bestias le daban y además salvado, leña, almohazas (3) y mandiles y fingía que se perdían las mantas y sabanas de los caballos y cuando otra cosa no tenía, las bestias desherraba y todo el dinero que sacaba se lo daba a mi madre para criar a mi hermanico. Y se demostró cuanto digo y aún más, porque a mí con amenazas ... (ver texto completo)
Mi madre se fue a servir a los que vivían en el mesón de la Solana (6) y allí, padeciendo mil importunidades, se acabó de criar mi hermanico hasta que supo andar y yo hasta ser buen mozuelo, que iba a los huéspedes por vino y candelas y por lo demás que me mandaban. En este tiempo vino a hospedarse en el mesón un ciego, el cual, pareciéndole que yo serviría para guiarle, me pidió a mi madre y ella me encomendó a él, diciéndole que yo era hijo de un buen hombre que había muerto en la batalla de los ... (ver texto completo)
Mi madre viuda, como sin marido y sin abrigo se viese, se fue a vivir a Salamanca y alquiló una casa y guisaba para ciertos estudiantes y lavaba la ropa a ciertos mozos de caballos del Comendador de la Magdalena, de manera que fue frecuentando las caballerizas. Ella y un hombre negro de aquellos que cuidaban las bestias, vinieron en conocimiento. A mí al principio no me gustaba y le tenía miedo, viendo el color y mal gesto que tenía; mas cuando vi que con su venida mejoraba el comer, le fui apreciando ... (ver texto completo)
Quiso nuestra mala fortuna que lo que hacía el Zaide, que así se llamaba el negro, llegó a oídos del mayordomo del Comendador y se descubrió que robaba la mitad de la cebada que para las bestias le daban y además salvado, leña, almohazas (3) y mandiles y fingía que se perdían las mantas y sabanas de los caballos y cuando otra cosa no tenía, las bestias desherraba y todo el dinero que sacaba se lo daba a mi madre para criar a mi hermanico. Y se demostró cuanto digo y aún más, porque a mí con amenazas ... (ver texto completo)
Cuando yo tenía ocho años, achacaron a mi padre ciertas sangrías (1) hechas en los sacos de los que allí a moler venían, por lo que fue preso y confesó y no negó y fue condenado. En este tiempo se preparó un ejército contra los moros, en el cual fue mi padre con cargo de acemilero (2) de un caballero y con su señor, como leal criado, falleció. (1) El padre de Lázaro robaba parte de los sacos de trigo que llevaba al molino.
(2) Acemilero es el encargado de los caballos y mulos de un señor. Deriva ... (ver texto completo)
Mi madre viuda, como sin marido y sin abrigo se viese, se fue a vivir a Salamanca y alquiló una casa y guisaba para ciertos estudiantes y lavaba la ropa a ciertos mozos de caballos del Comendador de la Magdalena, de manera que fue frecuentando las caballerizas. Ella y un hombre negro de aquellos que cuidaban las bestias, vinieron en conocimiento. A mí al principio no me gustaba y le tenía miedo, viendo el color y mal gesto que tenía; mas cuando vi que con su venida mejoraba el comer, le fui apreciando ... (ver texto completo)