CORAZÓN, VETE A LA SIERRA
========================
Serranilla.
-----------
Corazón, vete a la sierra,
derrotado de amor,
viste sayal de pastor
y oye el cantar de la tierra.
Del sol la primera llama,
nuncio de luz y de vida,
acarmina la retama
de la cumbre florecida,
Y al soslayar, sus reflejos
en los arroyos rielan,
y las ramas aterciopelan
de austeros pinares viejos.
Rodando por las vertientes
de la cortada pedriza
ondula, bulle y se riza
el caudal de los torrentes.
Ya no silban en las peñas
los duros vientos marzales,
y enlozanan los herbales
con las lluvias abrileñas.
Su hielo rompen las charcas,
en las alturas, senderos
van trillando los cabreros
al paso de sus abarcas.
Ya el regato no se queja,
corre con rumor de risa;
una alegre canción vieja
lleva en sus labios la brisa.
¡La canción primaveral,
perenne cantar de amores
que con aroma de flores
acaricia el roquedal!
De la niña que retorna
es en el alma alegría;
y en las frondas armonía
dulce como la zampoña.
Ya tomaron las cigüeñas,
los campos visten de flor,
y se alegran con rumor
de abundancia las aceñas.
A la vera del regato,
allá en las tardes tranquilas,
dulces suenan las esquilas
del las ovejas del hato.
El viento los pinos bate.
La campana de la aldea
pausada y triste ganguea
la oración. Un perro late.
El sol hunde su topacio,
le sigue la sombra queda;
entre la verde arboleda
su azul engarza el espacio.
Hay gorjeos en las frondas,
cantares en el sendero;
la blanca flor de un lucero,
temblando baila en las ondas...
Corazón, vete a la sierra
y acompaña tu sentir
con el tranquilo latir
del corazón de la tierra.
Enrique de Mesa.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
========================
Serranilla.
-----------
Corazón, vete a la sierra,
derrotado de amor,
viste sayal de pastor
y oye el cantar de la tierra.
Del sol la primera llama,
nuncio de luz y de vida,
acarmina la retama
de la cumbre florecida,
Y al soslayar, sus reflejos
en los arroyos rielan,
y las ramas aterciopelan
de austeros pinares viejos.
Rodando por las vertientes
de la cortada pedriza
ondula, bulle y se riza
el caudal de los torrentes.
Ya no silban en las peñas
los duros vientos marzales,
y enlozanan los herbales
con las lluvias abrileñas.
Su hielo rompen las charcas,
en las alturas, senderos
van trillando los cabreros
al paso de sus abarcas.
Ya el regato no se queja,
corre con rumor de risa;
una alegre canción vieja
lleva en sus labios la brisa.
¡La canción primaveral,
perenne cantar de amores
que con aroma de flores
acaricia el roquedal!
De la niña que retorna
es en el alma alegría;
y en las frondas armonía
dulce como la zampoña.
Ya tomaron las cigüeñas,
los campos visten de flor,
y se alegran con rumor
de abundancia las aceñas.
A la vera del regato,
allá en las tardes tranquilas,
dulces suenan las esquilas
del las ovejas del hato.
El viento los pinos bate.
La campana de la aldea
pausada y triste ganguea
la oración. Un perro late.
El sol hunde su topacio,
le sigue la sombra queda;
entre la verde arboleda
su azul engarza el espacio.
Hay gorjeos en las frondas,
cantares en el sendero;
la blanca flor de un lucero,
temblando baila en las ondas...
Corazón, vete a la sierra
y acompaña tu sentir
con el tranquilo latir
del corazón de la tierra.
Enrique de Mesa.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
