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HORTIGUELA: LA HOJA DE ENCINA...

LA HOJA DE ENCINA
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Un mercader honrado
volvía alegre de lejanos climas,
cargado de riquezas
y ansioso de abrazar a su familia.
Cuando de noche y al cruzar un valle,
que a sus amados lares conducía,
asaltóle un ladrón que estaba oculto
tras una añosa encina.
En vano aquel al verse despojado
de todo el oro que llevaba encima,
imploróle con lágrimas, que al menos
le dejara con vida:
Insensible el traidor a sus lamentos,
le hundió en el corazón mortal cuchilla,
diciéndole:-Jamás; si tu vivieras,
quizás me acusarías:
matándole, mi crimen se sepulta
en el misterio de la noche umbría.
-Miserable; te engañas-el viajero
con exámine voz clamó enseguida;
-sobre nuestras cabezas vela siempre
la Suprema Justicia;
si no hay humanas lenguas que te acusen,
lenguas serán las hojas de la encina.
.............................. .......
Pasaron muchos años
de inútiles pesquisas,
y el matador, gozando en tierra extraña
el fruto criminal de su codicia,
segura como nunca;
cuando un día de otoño cuando se hallaba
tranquilo en la campiña,
apurando con otros compañeros
vasos de leche rica.
El rudo cierzo, que desnuda el prado;
de sus galas floridas,
en raudos remolinos, de la tierra
alzó una hoja de encina,
y la arrojó a la copa
que tenía en la mano el homicida.
El insensato, entonces palidesce;
su cabello se eriza;
cree escuchar al árbol que le acusa;
ve la espumosa leche en sangre tinta,
y prorrumpiendo en lastimeros gritos
que su culpa le dicta,
en medio de las gentes que le cercan
su delito publica.
Preso y con grillos,
los justos jueces su sentencia firman;
y el vengador cadalso, al fin, aplaca
los irritables manes de la víctima.
No importa que se esconda el negro crimen;
sus huellas son malditas;
si no hay un sólo ser que lo delate,
la Divina Justicia
presentará a los ojos del culpable
la acusadora hoja de encina.

Anónimo.
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