HORTIGUELA: La Costilla...

La Costilla

En algunas partes del Sur de alguna parte, la gente llama Costilla a una trampa que se pone para-cazar-para-matar Animales, sobre todo, Pájaros pequeños.
En la Huerta ya conocían la existencia de estos artilugios, después de todo son gente de mundo.
Sin embargo, nunca recordaban haber visto una por la Huerta, y eso que los Pájaros son abundantes, y muy pesados: acaban con Bichitos, Tallos y Hojas. Muchos de los habitantes de la Huerta suspiran por una:
- Con una Costilla, me iban a mí a tener las Hojas como me las tienen esos chulos engreídos. Menuda lección se iban a llevar.
- Sí, estoy de acuerdo. No hay quien salga a pasear, y eso que muchos no somos voladores, que si no... peor nos iría.
- Sí, sí, ¡queremos una Costilla para protegernos!
Sus deseos se cumplieron cuando el sobrino del Hortelano y sus amigos plagaron la Huerta con tan solicitado esplique.
Como cebo había usado todo tipo de Insectos: muertos, semimuertos y hasta vivos que clamaban contra de un fin tan a su disgusto.
"Esto es un fastidio. Terminar así. No hay derecho, y sin hojas de reclamaciones. Y qué dolor aquí pinchados en el centro de esta cosa. Francamente, lo encuentro desagradabilísimo".
Al mediodía, la mitad de las trampas había cerrado sus fauces mortales. Las animadas charlas de los cebos entre retorcimientos de dolor se habían tornado en silencio: ver a sus queridos enemigos con el cuello retorcido y sangrando mientras aleteaban cada vez más lentamente era un espectáculo difícilmente admirable. Los que habían clamado en pro de las Costillas se volvían para no mirar.
Al atardecer, todas las Costillas tenían un triste huésped. Ya no se oían los comentarios de los cebos, ya desaparecidos, sólo se escuchaban los últimos roces de unas alas contra la Tierra. Los que se habían vuelto para no mirar, miraban ahora al Suelo.
Por primera vez en mucho tiempo aquella noche no se celebró ninguna fiesta en la Huerta.
Al otro día, cuando los muchachos volvieron para recoger sus juguetes, no había nada que recoger, sólo un silencio cómplice de trinos, siseos y rumor de Hojas.
- Tito, ¿es que ha quitado Usted las Costillas?.
- ¡Claro! si no habían cogió ná y mabéis dejao cojo el Gato.


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