HORTIGUELA (Burgos)

Árbol del Amor en flor
Foto enviada por marcelino

Tonto, como no voy a quererte
como no voy a extrañarte
como no voy a adorarte
si todo el tiempo que llevas
en mi mente en mis sueños y en mi corazón.

Ni la distancia de todos los tiempos
nunca podrán alejarme de ti,
ni los caminos que no he caminado
ni nada, ni nadie, te amo, te extraño, ... (ver texto completo)
LA SULTANA (2)
=============
La sultana esto decía
recreada de aura leda,
y entretanto se mecía
sobre hamaca de oro y seda.

En la red que amor labró
parecía su cendal
azucena que voló ... (ver texto completo)
LA SULTANA. (3)
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¡Quién naciera en región pura
do la cándida hermosura
no es comprada!
¡Donde el hombre con placer
sólo tiene una mujer
adorada!

Una mujer que le amó,
porque en su pecho sintió
frenesí,
y en delirio de amor fiel
dijo al tímido doncel:
"Te amo sí"

¡País de un cielo mejor,
donde el sincero amador
siempre fino,
al lado de su tesoro,
canta y bebe en taza de oro
dulce vino!

Aquí goza la belleza
un halago de tibieza
sólo un día;
flor de un sol y sin fortuna,
que tiene junto a la cuna
tumba fría.

¡Quien naciera en región pura
do cándida hermosura
no es comprada!
¡Donde el hombre por placer
tiene sólo una mujer
adorada!

Juan Arolas.

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LA SULTANA
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(1)
¡Quién tendrá dichas mayores
que privar en los amores
por bonita!
¡Dormir en lecho de grana,
y llamarse la sultana
favorita!
... (ver texto completo)
LA SULTANA (2)
=============
La sultana esto decía
recreada de aura leda,
y entretanto se mecía
sobre hamaca de oro y seda.

En la red que amor labró
parecía su cendal
azucena que voló
de su tallo virginal,

y el olor de frescas flores
en la cuna del jardín,
regaló un sueño de amaores
al aéreo serafín.

Otra hermosa allí se veía
sin mecerse en red dorada,
que cantando repetía
esta trova enamorada:

Juan Arolas.

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LA SULTANA
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(1)
¡Quién tendrá dichas mayores
que privar en los amores
por bonita!
¡Dormir en lecho de grana,
y llamarse la sultana
favorita!

¡Respirar en el calor,
entre jazmines en flor,
aura leda!
¡Mecerse medio dormida
sobre hamaca entretejida
de oro y seda!

Tener juventud preciosa,
seno puro, tez rosa,
pie de armiño.
y los ojos de gacela
cuando el dardo la desvela
del cariño!

¡Una mesa de ambrosía,
unos baños de agua fría
con olores,
donde el ámbar se ha mezclado
con el jugo destilado
de mil flores!

¡En los delirios de amor
tener un emperador
por galán!
¡Recibir tiernos abrazos
y reclinarse en los brazos
del sultán!

¡De mil desamadas bellas
ser vista, pasando entre ellas
como aurora,
con hurí del embeleso
regalada con un beso
del que adora!

Contemplar la nave turca
cuando levante surca
la mar honda,
para dos regios amantes
cargada con los diamantes
de Golconda.

¡En competencia vencer
a la más linda mujer
de Occidente
a la airosa granadina
que tañe la bandolina
dulcemente!

¡No temer cuando enamoran
las que su cántico entonan
bengalés,
ni a las que con mil primores,
danzan sin ajar las flores
con sus pies!

¡Sobresalir entre todas
las de Corinto y de Rodas
con victoria!
¡A las blancas y morenas,
y judías agarenas
quitar gloria!

¡Tener nombre de divina
en Estambul y en Medina
la sagrada!
¡Del harén bella señora,
y la perla de Besora
ser llamada!

¡Quien tendrá dichas mayores
que privar en los amores
por bonita!
¡Dormir en lecho de grana,
y llamarse la sultana
favorita!

Juan Arolas.

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Cuando el amor florece, todo crece.
ERÓTICA
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Cayó sobre tu espalda
la llama de tu pelo
y quemó la blancura
su ondulación de fuego.

Entre los áureos rizos
por el amor deshechos,
yo vi calientes, húmedos
brillar tus ojos negros.

Sin desmayar, erguidos
redondos, duros, tiesos
temblaron los montones
de nieve de tus pechos.

Y de amor encendida,
estremecido el cuerpo,
con amorosa savia
sus rosas florecieron.

El clavel de tus labios
brindaba miel de besos,
y fue mi boca ardiente
abeja de tus pétalos.

De la crujiente seda,
que resbala al suelo,
emergió su blancura
tu contorno supremo.

Y al impulso movido
de ardoroso deseo,
se cimbro entre mis brazos
y quedo prisionero.
.........................
Me abrasaban tus ojos.
Me quemaba tu aliento.
Y apagó las palabras
el rumor de los besos.

Enrique de Mesa.
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