Te he querido, lucero del alba,
con tus prisas y andares generosos.
Te he seguido como el perrito sigue a su ama,
esperando una caricia o una amable palabra.
Me has hablado, me has contado
tus vivencias de días pasados.
Te he escuchado, y mirado esos
chispeantes y cómplices ojos
de nuestra amistad.
Me has tocado con ternura,
como siempre tu tocas.
Me he sentido a gusto a tu lado.
Al despedirnos noto el vacío,
de tu ausencia.
Pienso en lo que fue nuestro encuentro,
en lo que debía haberte dicho. Y no te dije.
En lo que tenía que haber escuchado. Y no escuché.
En que no observé qué decían: Aquellos tus ojos,
tus ropas, tus manos, tus silencios.
En que no acaricié tu cara. Y en los besos
que quedaron allí. En mi..., pensamiento. Abril, 9 horas a. m. 1999.
con tus prisas y andares generosos.
Te he seguido como el perrito sigue a su ama,
esperando una caricia o una amable palabra.
Me has hablado, me has contado
tus vivencias de días pasados.
Te he escuchado, y mirado esos
chispeantes y cómplices ojos
de nuestra amistad.
Me has tocado con ternura,
como siempre tu tocas.
Me he sentido a gusto a tu lado.
Al despedirnos noto el vacío,
de tu ausencia.
Pienso en lo que fue nuestro encuentro,
en lo que debía haberte dicho. Y no te dije.
En lo que tenía que haber escuchado. Y no escuché.
En que no observé qué decían: Aquellos tus ojos,
tus ropas, tus manos, tus silencios.
En que no acaricié tu cara. Y en los besos
que quedaron allí. En mi..., pensamiento. Abril, 9 horas a. m. 1999.
