Chiribitas y dientes de león en las eras, almendros y melocotoneros en flor, cucos y abubillas con sus cantos lejanos, son en los pueblos, el preludio de una esperada estación: la primavera.
Esa estampa pasada aún queda grabada en nuestras retinas infantiles. Se ha ido el blanco y crudo invierno, el hacer sendas para transitar por las calles e ir con los vales a comprar el pan, entre pequeñas paredes de amontonada nieve.
La primavera ha llegado y nadie sabe por qué puerta ha entrado. El sol brilla más fuerte que nunca y todo la naturaleza se conmueve desde dentro hacia fuera. Es el empuje de la vida que lo impregna todo y nada es indiferente ante tanta belleza emergente.
Esa estampa pasada aún queda grabada en nuestras retinas infantiles. Se ha ido el blanco y crudo invierno, el hacer sendas para transitar por las calles e ir con los vales a comprar el pan, entre pequeñas paredes de amontonada nieve.
La primavera ha llegado y nadie sabe por qué puerta ha entrado. El sol brilla más fuerte que nunca y todo la naturaleza se conmueve desde dentro hacia fuera. Es el empuje de la vida que lo impregna todo y nada es indiferente ante tanta belleza emergente.