Desde la yerba agostada en la rala colina de la iglesia, se ojea el caserío de un pueblo que despierta con los calores del estio, casas blancas, tejados rojos y campos de cereal al fondo, algunas encinas y quejigos, y los escasos olmos bordean las ocres parcelas. Verde que te quiero verde, pueblo mío, porque agua si que tienes en tus entrañas interiores. Margarita Cuevas.