La fundación del
monasterio de
Santa Cruz de Valcárcel se debe a doña Elo, hija del magnate Pedro Fernández y su mujer María Pérez, descendiente esta última del conde Pedro Ansúrez, poblador de
Valladolid. Ya en 1165 sus padres y tía Urraca Fernández habían otorgado al abad premonstratense de Aguilar de Campóo el
pueblo de Santa Cruz de Valcárcel con su
iglesia y propiedades para establecer en él una comunidad de religiosas de su Orden, estipulando que si no se llegase a cabo la fundación, volviera a poder de la
familia el susodicho pueblo. Y esto último debió ocurrir, pues la susodicha doña Elo tenía ya establecida en 1186 una comunidad de benedictinas, cuya abadesa era ella, y al año siguiente, y con aprobación del obispo D. Marino, le cedió bienes el magnate Gil Gómez, hijo del famoso conde D. Gómez. Hasta 1192 no se otorgó la carta oficial de fundación; por ella, la abadesa doña Elo declaraba al monasterio libre de la tutela y patronato de su familia, entregándole la posesión absoluta de todos los bienes; no estaría sometido a ningún poder seglar, sino solamente al rey, el cual defendería al monasterio en el goce de las posesiones que se le asignaban, o sea, el pueblo de Valcárcel con derecho de señorío, y heredades en Fuencaliente de
Puerta,
Prádanos del Tozo,
Barrio Panizares,
Fuente Urbel, Montorio, Serruquera o Sierrezuela, contiguo a Montorio, Ubierna, Las Rebolledas, Santa María de Tajadura, Isar,
Coculina,
Fuencivil, Melgosa, Boada, Villalivado, Villahernando, Olmos de
Río Pisuerga y Villaherreros en tierra de Carrión. La familia de doña Elo era propietaria del
convento de Castañeda, en nuestra diócesis, convertido después en iglesia colegial. Fernando III puso digno remate a la fundación de Valcárcel, otorgándole en vida de doña Elo, y con fecha de 1219, su protección real y la de todos sus sucesores, y por ende, asegurándole su existencia independiente. No consiguió de la Santa Sede bula de protección, que entre otras facultades confería la prerrogativa de no ser anejado a otro monasterio sin permiso del papa, ni caer en manos del obispo como propiedad de la diócesis, de la cual pudiera disponer libremente en caso de extinción o decadencia de la comunidad; por eso a mediados del siglo XV, viéndole pobre y de vida lánguida, le unió el obispo D. Luis de Acuña al monasterio de
Palacios de Benaver, desapareciendo entonces de Valcárcel la comunidad.
* D. Luciano Serrano –Abad de Silos-
Burgos 1941