Princesa Kristina de Noruega, COVARRUBIAS

Fue en el siglo XIII cuando aparece otro de los personajes de la historia de Covarrubias. Frente a la Colegiata verás una bella escultura, se trata de la princesa Kristina de Noruega, hija del rey Haakon IV de Noruega, que llegó a España para contraer matrimonio con el infante Felipe de Castilla, hermano del Rey Alfonso X el Sabio.

Felipe era Arzobispo de Sevilla y abad de la Colegiata de San Cosme y San Damián de Covarrubias (al no haber Infanta en Castilla). En 1258 abandonó la carrera eclesiástica con el consentimiento de Alfonso X el Sabio y a pesar de la oposición de éste, y ese mismo año se casó con la princesa Kristina de Noruega en la Colegiata de Valladolid, compromiso matrimonial que establecieron el Rey Haakon IV y Alfonso X el Sabio, para establecer relaciones comerciales.

La pareja se estableció en Sevilla, donde ya residía el Infante. Según los testimonios de la época, la princesa murió de pena, en 1262 en la capital hispalense sin dejar descendencia “porque le faltaban el frío de su país, su gente, su pasado, y le sobraban el calor asfixiante del Guadalquivir, la corte castellana y su incierto futuro”.

Cuando Kristina de Noruega murió, su marido, prometió levantar en su honor una capilla (promesa que ya le había hecho anteriormente durante su boda y no había cumplido), que estaría situada en Covarrubias, erigida en honor a un santo escandinavo llamado San Olav, y situada en un enclave natural privilegiado; pero aquella promesa quedó sin cumplir.

Tras su muerte, el infante Felipe de Castilla hizo enterrar a su esposa en el claustro de la Colegiata de San Cosme y San Damián de Covarrubias, en un bello sepulcro gótico. Junto al sarcófago verás una campana, llamada la «Campana del Amor», ya que en Covarrubias una leyenda dice que aquellas doncellas solteras que hagan sonar la campana tres veces, encontrarán esposo en el plazo de un año.

Durante siglos en Noruega se ha transmitido la historia de la Princesa Kristina de generación en generación resaltando lo que en el medievo suponía para una mujer cruzar Europa para casarse con un desconocido.

En 1958, el descubrimiento de la tumba de la princesa confirma lo que hasta entonces había sido tan sólo una creencia popular. Ese año cuando se estudiaban los sepulcros de la Colegiata de San Cosme y San Damián de Covarrubias por miembros de la Academia Fernán González, en uno de ellos se encontraron los restos de una mujer que llevaba puestos ricos ropajes incorruptos con restos de bordados de oro y piedras preciosas. También llevaba joyas que indicaban su alto linaje. Junto al cuerpo momificado se encontraba un pergamino con versos de amor y una receta para tratar el mal de oídos con xugo de ajo, remedio que aún utilizan algunos habitantes de la zona. Medía 1,70 metros, una altura que no era habitual para las mujeres castellanas del siglo XIII, pero algo normal en las mujeres de Europa del Norte. También tenía intacto su pelo rubio y sus uñas rosadas.

El vínculo de Noruega con Covarrubias se intensificó tras el descubrimiento y la historia ha ido adquiriendo cada vez más fuerza, despertando la curiosidad de escritores e intelectuales. Esta princesa ha servido para que Castilla y León vuelva a hermanarse con Noruega, celebrando cada verano en Covarrubias un festival hispano-noruego con música, bailes y comida típica de ambos países. Cada año hay algo nuevo y es una verdadera sorpresa.

Fue a finales del siglo XX cuando se creó la Fundación Princesa Kristina de Noruega y el 18 de Septiembre de 2011 por fin pudo cumplirse el sueño de la princesa: la construcción de una iglesia dedicada a San Olav, patrono de Noruega, a tres kilómetros de Covarrubias en el Valle de los Lobos.