AMAYA: Los Monteros de Espinosa...

Los Monteros de Espinosa
Amaya
Dos o tres leguas al Oriente de Nave, se hallan las ruinas de la ciudad de Amaya, en un lugar que con el mismo nombre le ha dejado el tiempo y antigüedad por reliquia. Estaba junto a una grande eminencia que le daba fortaleza y seguridad, llamada por su respeto, la Peña de Amaya.
El temple de la tierra es seco y frío, con mucho pasto para los ganados, pero poco a propósito para cereales, grano y vino que tienen otras poblaciones. Tierra es cuyos naturales son animosos y valientes como lo tienen probado desde muy antiguo; fue cabeza de Castilla la Vieja, de donde nació aquel proverbio: «Harto era Castilla pequeño rincón, cuando Amaya era cabeza, y Hitero el mojón».
Es interesante para Burgos y su provincia en particular, y resultará agradable a nuestros amables lectores, dejar la palabra a Fray Gregorio de Argaiz, quien referente a esta antigua ciudad de Amaya, se expresa así:
«A los principios tuve imaginado, que habían dado el origen a esta ciudad los italianos de la ciudad de Maya, en la Toscana, cerca de donde hoy se ve la de Viterbo; cuyos muros fueron celebrados, y de cuyo nombre se conservan apellidos nobles de Mayas, Grande Nobleza fuera la suya, pues la diéramos por ascendiente a Maya, hija de Athlante ítalo el II, según escribe Fray Juan Antonio Viterviense, y madre de Mercurio, según el Beta. Pero no sigo este camino, porque la ciudad de Maya, había tantos que estaba destruida, que ni Strabón, Ptolomeo, ni Plinio, se acordaron de ella, ni lo encontraron en sus tablas. Fuera de que la nuestra no se llamó antiguamente Maya, sino Amagia, y no fue el primogénito nombre que tuvo, sino el segundo. El primero está incógnito a los historiadores. El segundo se le dio una ilustre Santa, que padeciendo martirio en ella, le sirvió con él a su Patria, ya que la sangre fue el agua del bautismo. Debemos esto al monje Hauberto. Por muy probable tengo, que predicó en esta ciudad el Apóstol Santiago y que fundó su Iglesia, levantándola en Catedral, por la presteza con que veo plantada en ella la fe.
»EI año de 137 dice que era celebrada la memoria y nombre de San Flavio Aulesio, Obispo de Amagia. Difunto hace a este Santo Obispo el año 137. Dice Hauberto, que tomó el nombre de Amaya año 139: y el año 460, era Obispo de Amaya, Caradoso, que murió entonces».
Fue esta ciudad conquistada por los moros, y luego reconquistada por los cristianos; nada se sabe de los Obispos de ella en tiempo de los godos; y en ninguna ocasión se conoce cuán grande ciudad fue, y su Nobleza, como en la destrucción de España por los árabes; porque no habiendo fortalezas que no se rindiesen, ni murados pueblos que no se les entregasen dejándolos en sus manos; en esta de Amaya libraron su refugio y la esperanza de conservar las vidas y las haciendas.
De los ciudadanos de Toledo, siguiendo a D. Rodrigo, dice la «General» estas palabras: «E cuando Tariph llegó a Toledo, ovo nueva, que estaba como desamparada de los ornes; ca muchos defugieron para Moya (ha de decir Amaya) é otro sí para Asturias». Y más abajo, hablando de la conquista de Amaya luego que ganó a Toledo, prosigue de Tariph: «E después salió de allí, é fue para Moya, que en aquel tiempo antiguo fuera mayor, é más honrada ciudad, que algunas de las otras, é Ipor era fuerte, é bien cercada, acogiéronse muchas gentes de la tierra a «ella, por el miedo, é grande pavor que avíen; é porque toda España era cuitada de ambre, é lacería aquella sazón, fue luego tomada por ambre, é prendió hi Tariph muchos millares de cristianos, tantos que no avíen cuenta, é faltó hi muchos averes &.ª, buenas donas: ca todos los Altos Ornes de la tierra lo alzaron hi &. a levólo dende todo».
Esto de la «General», de donde consta cuan suntuosa estaba entonces.
No se sabe en la forma que dejó Tariph el gobierno de Amaya, y sí la dejó el uso de la religión Cristiana, mas no sufrió 'mucho tiempo el yugo sarraceno. Ganóla el Rey Don Alonso el Católico cerca del año 740. Así lo escribe el Obispo Sebastiano, poblóla de más gentes y este Rey que en otras catedrales que habían tenido Obispos les ponía de nuevo hizo lo mismo en Amaya; adviértelo el Diario de Cárdena, que alega Sandoval en la historia de este Rey.
* Rufino de Pereda Merino, año 1914