El proyecto inicial y la dirección de las obras en la
catedral abulense se atribuyen al Maestro Fruchel, que comenzó el conjunto por la cabecera, con una girola o deambulatorio de nueve
capillas y un proyecto de cinco naves. Esta cabecera se incrusta directamente en la
muralla, como un magnífico
torreón más de la misma, que transmite al conjunto su marcado carácter de fortaleza y le otorga el sobrenombre de Fortior Abulensis.