OCAÑA: Los cañones de esta división jugaron pronto y fueron...

Los cañones de esta división jugaron pronto y fueron contestados por la artillería volante española. La caballería de Freiré arrojó a los jinetes enemigos contra la v.; pero apoyados estos por su infantería, reprimieron el valor de los españoles. No eran aun las 4 de la tarde cuando llegaron Zayas y Lacy; mas el ataque no se hizo general, y aprovechando una corta dilación, los franceses evacuaron a Ocaña y se retiraron a Aranjuez. El 11 se habia reunido ya todo el ejército español junto a Ocaña. Areizaga dispuso, que la división de Lacy fuese a cruzar el Tajo, dirigiéndose la mayor parte por Villamanrique donde se echaron puentes al efecto. El tiempo era lluvioso, y por tres dias sopló un huracán terrible. Areizaga acantonó su ejército entre Santa Cruz de la Zarza y el Tajo. Este general llegó a ver bien defendido el paso del r. que apetecía, y mando repasar las pocas tropas suyas que estaban ya a la otra parte, y alzar los puentes. En la noche del 17 se dirigió a Ocaña: llegó a ella en la tarde del 18; algunas tropas se rezagaron hasta la mañana del 19. El 18 había ocurrido un encuentro de caballería cerca de Ontigola, donde fueron rechazados los españoles. Por el lado de Ontigola y en Aranjuez se reunieron los cuerpos cuarto y quinto franceses del mando de Sebastiani y Mortier; la reserva a las órdenes del general Dosselles y la guardia de José Bonaparte, ascendían por lo menos a 20,000 infantes y 6,000 caballos. Areizaga tenía 34,000 enemigos al frente y 14,000 al flanco derecho, mandados por el general Víctor. Todos juntos pasaban de 48,000 combatientes, cuya fuerza, si bien no excedía en número a la suya, era muy superior en práctica y disciplina. Areizaga presentó la batalla sobre esta misma v. Las divisiones españolas se situaron en torno de la pobl. También hubo tropas dentro de ella. El cuarto cuerpo del mando de Sebastiani, sostenido por Mortier, acometió a la derecha española. Zayas apoyado en la división de D. Pedro Agustín Girón y el general Lacy batallaron vivamente haciendo maravillas la artillería. El último, sobre todo avanzó contra el general Laval, herido, y empuñando la bandera del regimiento de Burgos, lo atropello todo y tomó una batería que estaba al frente. El marqués de Villacampo, ayudante de Lacy, fue herido en esta intrépida acometida. Lacy no fue apoyado, y tuvo que cejar, malográndose la considerable ventaja que habia conseguido en esta parte. El general Girard entró en la v. cuya plaza ardió. Dosselles y José avanzaron contra la izquierda española, que se retiró precipitadamente, y pronto la dispersión fue horrorosa. La catástrofe de Ocaña fue de las más lamentables. Contáronse de 4 a 5,000 entre muertos y heridos, y por lo menos 13,000 prisioneros, se abandonaron más de 40 cañones; carros, municiones y víveres, todo fue perdido. Solo quedaron de los españoles algunos batallones en pie, la división segunda del mando de Vigodet y parte de la caballería a las órdenes de Freiré. El general en gefe se dirigió a Daimiel. Los franceses apenas perdieron 2,000 hombres. Triste fue a no dudarlo el resultado de esta batalla. Areizaga, a quien no podía negarse la condición de valeroso cometió una grave falta, en nuestro juicio, a saber, no haberse hecho superior al clamoreo de las gentes que en Sevilla a todo trance querían un combate para volver a Madrid: estúdiese detenidamente la historia de aquella época, y se verá fácilmente que más de una vez los generales eran arrastrados a un combate por la fuerza de la opinión extraviada. Nosotros, lo decimos francamente, no hubiéramos dado aquella batalla. Areizaga pudo más adelante presentar el combate en mejores condiciones. Nosotros respetamos y respetaremos siempre la memoria de este español ilustre, modelo de honradez y patriotismo.
Esta v., hace por armas un castillo, en escudo de plata. Es patria de D. Alonso de Cárdenas, primer maestre de Santiago; de Cipriano Suarez y de Cristóbal Castro, teólogos del siglo XVI; de D. Alonso de Frías y Zúñiga, que escribió una obra de Sacramentis novai legis in genere; de D. Sancho Bustos de Villegas, obispo de Ávila, que ilustró y amplificó el Tesoro de la Nobleza, y de D. Felipe Antonio Fernández de Vallejo, arz. de Santiago.
* Diccionario Geográfico – Estadístico - Histórico de España. Pascual Madoz, 1848.