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VILLEL DE MESA

LA CUARESMA EN EL VALLE DEL MESA, TIEMPO DE RECUERDOS.

LOS MOZOS VIVÍAN ESTA ETAPA COMO UNA FIESTA.

La cultura de un pueblo se basa en aquellas tradiciones que de generación en generación, se han ido practicando y que forman parte de las normas establecidas en la conducta de las personas.

La Cuaresma es tiempo de reflexión, tiempo en que todo el mundo va en busca de la paz. En Villel de Mesa ha tendio su propia tradición desde el Miércoles de Ceniza hasta el día de la Pascua de Resurrección. El ambiente familiar se recogía en el cumplimiento de las normas establecidas y que formaba parte en la alimentación y la vida festiva, especialmente en la juventud.

El estricto cumplimiento se iniciaba en la contribución a la Iglesia mediante el pago voluntario de la concesión a la familia mediante la bula. Una cantidad que recibía según la categoría de los supuestos ingresos familiares y que ayudaba al cumplimiento del ayuno y de la abstinencia.

Y aunque los productos de la alimentación en los pueblos consistía principalmente de la matanza del cerdo, nuestras abuelas y madres de los años 50 del siglo XX se esmeraban en preparar para los viernes aquellos platos que su gusto y olfato se guardan con gran cariño. Aquellas tortillas de patatas, sopas de ajo y el buen plato de verdura sin olvidar en los días festivos las patatas con congrio o bacalao, estos últimos considerados en su consumo en las familias. Los buñuelos, los huevos revestidos de atún, la pasta de patata, y olivas adornaban la mesa con el postre, aquellas manzanas camuesas que desprendían un agradable perfume. Los huevos fritos y latas de sardinas abundaban en las cocinas durante el tiempo de Cuaresma y en lo imprescindible para el fuerte trabajo del labrador se hacía con la reserva del tocino.

Llegando el Domingo de Ramos, los jóvenes preparaban la limonada, esa bebida que aún sigue en nuestra tradición en los bares y en aquella invitación en casa de la familia. Ahora con distintos mostos, que no nos han hecho olvidar los que en botos eran acarreados por las caballerías, de Godojos, Cavolafuente y Sisamón.

En aquellos años no hacía falta privarse delos ambientes que la juventud frecuentaba, pero aún siendo el único, el salón del baile que Miguel García abría los días festivos, durante la Cuaresma quedaba clausurado. Y sin tener otro modo de pasar la tarde festiva, se formaban los paseos por grupos de aquellas jóvenes lozanas que eran seguidas por sus pretendientes.

Era un tiempo de paz en el que se esperaba que llegara el día de la Pascua para seguir bailando al son de los pasodobles que emitía sus sonidos en aquel altavoz del salón. Las coplas se repetían y aquellos que aún no se habían declarado hacían su petición a la señorita para seguir bailando. Cuántas sonrisas y palabras cariñosas habrán quedado en aquel ambiente, donde sus miradas penetraban en el corazón y descubrían su primer amor y que aún siguen con la felicidad en la familia que formaron, ahora ya abuelas.

Las mozas del Señor cada domingo de Cuaresma recogían el donativo voluntario en cada domicilio de los vecinos y que iban guardando para los gastos de aceite y velas del Monumento en el altar mayor de la iglesia. Ese Monumento sería velado por turnos durante el Jueves Santo y la noche por diferentes grupos. Seguía Viernes Santo, con la visita al Monumento y siguiendo la tradición de rezar los 33 credos, iniciando desde la puerta de la iglesia siguiendo el paso hasta llegar a la ermita de Jesús Nazareno con la promesa de no volver la cabeza atrás, cayendo en muchas ocasiones en la tentación en la distracción del momento, de alguna persona te hacía romper la promesa girando la cabeza. De nuevo había que iniciar el primer Credo, arrojando al suelo cada vez una piedra, hasta llegar al número 33 quedando los bolsillos libres de su peso y sin olvidar aquella letanía repetida cada vez que se rezaba un Credo "Apártate de mí Satanás, he de rezar los 33 credos sin volver la cabeza atrás".

Las mozas del Señor revestidas con los trajes de gala y con sus antorchas encendidas, participaban en la coral en los días señalados del Domingo de Ramos, Jueves Santo, Viernes Santo y Domingo de Resurrección. Hoy ya son abuelas Emilia, Nuri, Sagrario y Sole. En agradecimiento a la colaboración prestada durante toda la Curesma, recibían una pequeña ayuda económica y celebraban el Domingo de Pascua el primer baile con una cena en casa de una de las jóvenes.

Los misereres y el Vía Crucis que en los viernes nos evocaban a un día de penitencia, abstinencia y ayuno formaban parte del cumplimiento con nuestra asistencia a la iglesia. Por la tarde se recorrían todas las estaciones en el interior de la iglesia y, por la noche, ante el altar de Santo Cristo de los Rivas, se recitaba cantando el Miserere, presidido por el párroco, los monaguillos y con la asistencia de los feligreses, acompañado con las trompetas del órgano, que entonaba el último sacristán Andres Berrueco. Uno de los servivicos como monaguillo subir y bajar la cortina morada que cubría la imagen al igual como en todos los altares durante toda la Cuaresama.

En estos tiempos, llegaban a la localidad para impartir las charlas cuaresmales los misioneros. La mañana abría sus primeras luces con los cánticos y letrilla aún recordada "Levantante fiel cristiano, que ya llega la mañana.......", las ventanas y balcones y las puertas de las casas dejaban entrar los primeros rayos de luz unidos alas enconaciones del Rosario de la Aurora, recorriendo el Vía Crucis ante las catorce cruces de madera señaladas en las fachas de las casas.

Los que fuimos monaguillos recordamos cómo en los últimos días de las misiones, llegaban las confesiones, y junto al altar de la Virgen de los Dolores, alumbrados a la luz de una vela, tomábamos nota del nombre y apellidos de las personas que se habían confesado para entregársela al párroco.

Las campanas enmudecían en la Semana Santa y eran las "carraclas que en manos de los más jóvenes anunciábamos los horarios de culto, acompañando en todas las ceremonias litúrgicas.

Así era el tiempo de Cuaresma en la capital del Valle.

Crónica en el diario de Nueva Alcarria, viernes 20 de Marzo 2009, pág. 32