Vivan los paisanos de
Cabrejas, que mantienen vivo al
pueblo. Ojalá que sus nietos lo continúen por siempre. La decisión más acertada al deshabitarse un pueblo, es sin duda, conservar su
iglesia en forma de
ermita. Así nunca desaparecerá el lugar. Claro que también es fundamental inculcar a los jóvenes que sigan manteniendo las visitas anuales a la
fiesta y se sientan orgullosos de ella.