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VILLAREJO DE FUENTES: EL POZO...

EL POZO

Lo que en esta historia se narra ocurrió en un rincón de la reseca estepa manchega, posiblemente en la provincia de Cuenca, y al decir de algunos, quizá el lugar del que Cervantes no quiso acordarse, pero también en opinión de otros, por sus andurriales debió de cabalgar al paso lento de su Rocinante el Caballero de la Triste Figura.

El caso es que por veleidades de los señoríos que poseyeron durante siglos las grandes extensiones manchegas, dieron en crear dos pueblos próximos, no más de una legua castellana entre la plaza mayor de uno e igual lugar del otro, a estos sitios y por razones que ni el más docto historiador ha sido capaz de desentrañar se les vino en llamar con el nombre de un santo no precisamente ibérico si no cartaginés, nada menos que San Cucufate del Rio y San Cucufate de la Fuente, ambas villas que tenían similar empaque en cuanto a riqueza, estilo y tamaño de sus templos y campanarios levantados ambos con sillería de rodeno acarreada de canteras lejanas, también eran similares en el número de pobladores, sean estos de echo o de derecho, la extensión de sus términos se iguala en fanegas, inclinándose unas pocas en favor de uno u otro según de que ayuntamiento recibió el encargo el agrimensor.

Dentro de lo curioso, como he dicho antes, son los nombres con los que se les distinguió, ya que en ninguno de los dos hay rio, ni riachuelo, ni arroyo alguno y también en los dos se desconoce de la existencia de fuente, abrevadero o manantial en sus términos.

Bien es verdad, que por aquellos yermos, debidamente asesorados por zahorís de reconocida fama y tras penosas y profundas excavaciones, a veces, no siempre, se encontraba una rala veta de agua, útil para regadíos de pequeña extensión, pero salobres e insalubres para el consumo humano de boca.

De lo anterior se libraba el pozo de agua “duz”, el único en que se había encontrado una rica correntie de agua potable, cristalina, de una frescura envidiable. De su gran pureza se hacían mil halagos y su fama de ser curativa de males de barriga, pecho y osamenta se había divulgado por toda la provincia, además no se le conocía estiaje profundo y por la calidad de sus aguas, que además de calmar la sed del solano estival y aliviar males, también aseguraban las amas de casa que si se hervían con ella las legumbres, fueran estas los rústicos garbanzos, las alubias, tanto da blancas o pintas, resultaban tiernas, melosas y sin hollejo, o que decir de las lentejas que cocidas con aquella agua no precisaban, por el buen sabor que dejaban, de más condimento que un pellizco de sal, una insignificancia de pimentón dulce, un diente de ajo por comensal y en las casas de más posibles, pues unos hilos del azafrán manchego por excelencia.

El lugar de provisión del liquido elemento se encontraba rodeado y bajo la sombra de altos y sólidos chopos, robles, encinas, alcornoques, repartidos en desigual densidad alrededor del pozo, cubierto el frondoso suelo de la arboledas con una sólida capa de fuerte grama, todo ello formando un refrescante soto crecido sin intervención humana, en verdad un pequeño paraíso para el clima y paisaje de aquella comarca.

Ya os he contado sobre las excelencias del agua y la belleza del lugar donde se extraía, pero también había una salvedad, y ahora entro en aclararlo.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
hola Eduardo:

Estoy viendo en estos momentos el partido de futbol de cuartos de final Belgica / USA del mundial y a la vez leyendo tu ultimo escrito/cuento/o ensueño.

Ya en el anterior de la "Dulzaina pita" vi el error de paginación que se da en este también. Pensé en decírtelo, pero la diosa pereza lo ha dejado pasar hasta ahora.

Te voy a decir como yo haría si, tuviese para evitarlo, tu arte y estilo para el relato:

En el supuesto de tener que poner un escrito lo iría dividiendo en ... (ver texto completo)