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VILLAREJO DE FUENTES: sudor de su larga caminata y después, liberados los...

sudor de su larga caminata y después, liberados los pies de las botas reglamentarias, derramaban sobre los mismos el frescor aún contenido en el cubo o cántaro prestado. En muchas ocasiones, cuando las ordenes del comandante de la caserna no habían sido excesivamente rígidas, se despojaban del tocado tricornial, aflojaban botones de guerrera y camisa y sentados sobre troncos caídos, con el máuser a un lado, descansaban fumando un par de pitillos, haciendo esfuerzos por dominar el sopor de los días de solano y mirando constantemente alrededor y hasta el horizonte por si casual o desgraciadamente veían el brillar del tocado de algún superior.

Creo que me he extendido en demasía en contar muchas cosas del único pozo de los pueblos de San Cucufate, la verdad es que todo podía resumirse en un frase de cuento clásico que podría sera algo así como “”En un lugar de la Mancha entre dos pueblos gemelos, había un pozo rodeado de un esplendido soto ahíto de fresca hierba y altos arboles de reconfortante sombra, envidia de paisanos de más alejados terruños, y lugar donde se hacia culto a la amistad y confraternización””

Y un día, del cual ni he buscado ni quiero recordar fecha, acertó a pasar por camino próximo al pequeño paraíso del que he venido hablando tan desmesurada como locuazmente, un carromato de los utilizados por las compañías circenses como viviendas trashumantes de su troupe, el vehículo lucia buen aspecto y pese al polvo del camino se le adivinaba limpio y cuidado, como igualmente lo estaban los dos jóvenes caballos percherones que holgadamente y sin gran esfuerzo tiraban del carricoche, en su pescante, asida a los cuatro ramales se podía distinguir a una mujer que a media vista aparentaba ser persona atildada tanto en su aseo como en su vestir, para los que la miraron con curiosidad no les era fácil adivinar su edad, por supuesto no era vieja, tampoco joven, como diría un huertano de sus mejores matas de tomates, en época de cosecha, “entreverada”. De aquella aparición, y no veáis en esta palabra signo alguno fantasmagórico, pero si de algo poco habitual, lo realmente más llamativo eran los rótulos pintados con grandes letras y en colores llamativos sobre los laterales del carruaje-vivienda, iguales en ambos lados, que pintados primorosamente en grandes tipos “algerian” anunciaban.: “Mademoiselle Devineresse y seguidamente en tipos “andalus” de menor tamaño.: “Famosa clarividente escrutadora de los secretos personales, sus actuaciones en palacios de reyes y presidentes de todo el mundo consideran su ciencia como la mas grande astróloga, vivan sus apasionantes actuaciones en el Circo _____””
El caso es que esta dama, llamada por el frescor que se adivinaba en el soto, entró en el, paró su carruaje, liberó a sus caballos de los arreos del tiro y los llevó ronzal en mano hasta donde mayores eran los matojos de hierba fresca, casualmente donde también había charca del agua sobrante al llenar cantaros.
Realizada la labor anterior la dama se desperezó del agarrotamiento de las largas horas soportadas en el pescante, se sacudió el polvo de los caminos y se puso a pasear por los alrededores del pozo, que casualmente en aquellas horas estaba vacío de aguadores, de su carromato sacó un pequeño y muy brillante pozal de zinc atado a una cuerda acorde al tamaño del contenedor, que dejándolo caer por el brocal hasta el nivel del agua lo llenó de esta, sin gran esfuerzo lo izó, y después de mirar con atención el liquido elemento y comprobar con su manos el frescor que trasmitía al metal del cubo, se decidió a beberlo, después del primer sorbo y comprobar la calidad repitió con reiteración la cata, para un extraño que la viera podría pensar que se trataba de una desahuciada por deshidratación tratando de recuperarse.
Volvió a sacar agua, esta vez se la llevó consigo al carricoche, con la que se supone se alivió y adecentó partes del cuerpo encostradas por el polvo o magulladas por la marcha a través de la estepa manchega.
Alguien, posteriormente dijo, con certeza o con engaño, que la señora Devineresse, habló sola y en voz alta, diciendo.: “”Razón tenia aquel jodido vecino del pueblo ese que está a cinco leguas de aquí, y cuyo nombre ya ni me importa, cuando me dijo que encontraría este vergel, y de momento, si no me tiran los del pueblo ni los civiles, aquí asiento mis reales nalgas””.
Y efectivamente, la Devineresse para extrañeza de los habituales usuarios del pozo se quedó en aquel lugar, unas veces se la veía tranquilamente sentada en un lado u otro, siempre en la parte mas fresca del soto, según la hora del día, o al atardecer, en el balconcillo trasero del carromato, de momento su conversación era parca, tan solo unos buenos días, unas buenas tardes, un ¿Como está usted?, y así un día tras otro. La mujer fue conociendo y dando confianza a los habituales y estos a su vez olvidando las lógicas desconfianzas hacia la recién llegada.
Así en paz, transcurrieron algunas semanas, pero al deciros que todo estuvo en paz no quiero decir que no hubiera un incremento en el intercambio de comunicaciones, de las iniciales frases protocolarias de buena educación se pasó a conversaciones más personales y de ahí, se supo casualmente que algún vecino de los pueblos cercanos, necesitara o no del pozo, se allegaba hasta la vivienda rodante de Devineresse, atraído por la clarividencia anunciada en los testeros del carricoche, para solicitar sus servicios de adivinadora y también consejera de futuros, y esto la arrastraba también a visionaria de presentes, y funcionó, vaya si funcionó el boca–oreja, al principio de forma confidencial, casi susurrante, más adelante en voz alta, y en las reuniones de taberna, los que habían recibido seguridades de buenos augurios para su futuro, lo proclamaban abiertamente entre chato y chato de manchuelo.
Así también resultó que nuestra dama circense acumulaba y acumulaba información, las mas de las veces confidencial, casi, casi de confesionario, en otras eran solo vaguedades, pero llegó a conocer los dimes y diretes de casi todos los vecinos de ambos puebles dedicados a San Cucufate, y esto la hacia feliz, por que por primero vez en su vida estaba realizado una labor profesional sin estar sometida a la presión de unos espectadores, que al pagar el precio de la entrada había forzosamente que satisfacer su avidez morbosa.