Le llamé un día de principios de septiembre, y quedamos para charlar... Me apetecía especialmente estar con él en la ermita, desierta y solitaria después del Septenario, para que me contara sus recuerdos en relación con el santo lugar. Nos encontramos en Algarra y con su vehículo enfilamos a Santerón por la pista: la tarde era magnífica, con el cielo despejado y un agradable calorcillo en el ambiente. Entretenidos en la contemplación del paisaje, el trayecto se nos hizo corto; no hallamos a nadie ... (ver texto completo)