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LA VENTOSA: Hola amigos /as del Foro...

Hola amigos /as del Foro
En esta tarde lluviosa, con las constantes noticias sobre las cuentas descubiertas en Panamá, de personas conocidas del deporte, cine, realeza, empresa etc. no puedo dejar de hacer una comparación de la evolución de la vida en general, comparando ésta, con la que nos ha tocado vivir a muchos de los que esto leen desde 1950 hasta hoy.
En aquella época, no es que la gente no tuviera aspiraciones, ni mucho menos, claro que las tenían, pero es que se lograban las cosas de otra manera. A base de trabajo e ilusión.
En el pueblo donde yo me crie, la vida era difícil (comparada con la actual) y el trabajo duro. Los hijos de los obreros, trabajadores del campo, empezaban a trabajar de zagales a los 8 años. Cargados con su morralillo, en el que sus amorosas madres les metían un trozo de pan, una tartera con media tortilla y un par de tajadas de tocino entreverado, y para beber una botella de agua, que iban rellenando en las fuentes del campo. Todo el día en el campo, ya fuera invierno o verano, con la responsabilidad de que las ovejas y cabras no pastaran en huertos y sembrados, y así un día, y otro y otro, hasta los quince o dieciséis años, en los que ya, con la fuerza de un hombre, cambiaban el oficio de pastor, por el de mozo de mulas.
En el año 1959, un mozo de mulas ganaba en nuestro pueblo al año, aprox. la cantidad de cinco mil pesetas en metálico, doce fanegas de trigo, y una arroba y media de aceite, y se tenía que ocupar todos los días de los animales, de noche y de día, y muchos mozos dormían en casa del amo en la cocina, encima de una banca de madera.
Fueron escasamente a la escuela, porque se lo impedían desde pequeños las tareas de campo, y en su Cartilla de Escolaridad figuraban las faltas de asistencia, JUSTIFICADAS por los maestros por haber tenido que ir a escardar, recoger aceituna, vendimiar etc. por lo que muchos mozos y mozas, aprendieron a leer y escribir apuntándose en academias cuando emigraron a las ciudades, para hacer la “mili” o trabajar en distintos oficios como la construcción, talleres y fábricas, o en el caso de muchas chicas en el servicio doméstico.
Era la norma general de vida esto que explico. Nadie se sentía mal por ser pastor o labrador, pues al contrario, queríamos imitar y ser como nuestros padres. No teníamos juguetes mas allá de los que nos hacíamos nosotros mismos con dos botes vacíos de leche condensada y una lata de sardinas cuanto más grande mejor, porque esa sería nuestra galera, que sería tirada por las dos mulas, los botes, unidos a ella por cuerdas. O un gomero (tirachinas) con el que afinar nuestra puntería, usando como blanco todo lo que se moviera, o un rulo con su guía, que nuestro padre encargaba al herrero, y con el recorríamos las calles sin asfaltar de nuestro pueblo, en clara competencia con nuestros amigos, demostrando nuestra habilidad en su manejo.
Nos sentíamos contentos cuando nuestros padres nos compraban el primer pantalón largo, nuestro primer jersey, mucho más fino que el de lana que nos hacían nuestras abuelas, aunque abrigara menos. Cuando se compraba en casa el primer aparato de radio en el que oíamos los primeros cuentos, la primera música, las primeras noticias sobre un mundo que desconocíamos y que ahí estaba esperándonos…
En las noches, al fresco o sentados al calor de la estufa o chimenea, oíamos contar historias a nuestros abuelos, de animales, del campo, de aparecidos, que nos hacían temblar de miedo, de la guerra, hasta que alguien decía “no cuente usté esas cosas abuelo, han pasao, pues han pasao y ya está”…y nos entraba más curiosidad, claro…
La vida de los mozos era dura, en el campo y con los animales cada día, su fuerza y vigor eran su mayor tesoro para los trabajos duros que desarrollaban, pero cada día buscaban un rato antes o después de cenar para reunirse entre ellos en alguna esquina o plaza, y comentar su día a día y ver pasar a las mozas.
En aquellos años, los domingos por la mañana, después de la misa de doce, se echaban unas impresionantes partidas de pelota en la puerta y fachada de la iglesia, y por la tarde, con la música de acordeón tocada por algún músico del pueblo hacían baile, y allí se juntaban con las mozas, y otros, menos bailadores, se reunían en alguna cueva para, entre broma y broma, dar cuenta de algunas jarras de buen vino acompañadas de chorizos o bacalao salado.
La vida de los padres era igual que la de los hijos, pues todos dependían de los animales y del campo, y a estos dedicaban sus esfuerzos cada día, pero también sacaban tiempo los domingos, para echar la partida de truque o brisca, en cualquier taberna de las cinco o seis que había en aquellos años en el pueblo.
Las relaciones sociales y familiares recaían más en las mujeres que se reunían para coser y “cascar” en cualquier casa, cuadra o solana, después de hacer sus múltiples tareas caseras y atender a los animales, como conejos, gallinas y cerdos, que eran casi de su exclusividad, y de los críos, que íbamos de casa en casa de nuestros tíos ya fuera para pedir la merienda o para que nos dieran una perra gorda. La confianza familiar daba para eso, y más.
Y hay algo que quiero resaltar, y que a cualquier joven que lea esto le va a extrañar.
TODAS, pero TODAS las personas mayores del pueblo, fueran familia o no, gozaban de un respeto absoluto por parte de todos, pero especialmente de los jóvenes.
Una persona mayor, podía pararte en cualquier momento y lugar y mandarte a un recado, fuera al estanco a por tabaco, o a dar un recado a un familiar, y sin rechistar le obedecíamos. Esto era así.
La vida de los “Amos” en general, no era muy diferente, pues todos, amos y criados, dependían del campo y de sus cosechas, todos miraban al cielo para ver si venían tormentas, lluvia o sequías, y todos miraban si la siembra nacía, si las espigas granaban y si los olivos tenían rezno, y las excepciones eran que algunos, pocos, no trabajaban en el campo, y que todos se reunían en el Casino, en lugar de en las tabernas, en clara diferencia a su posición social, como también ocupaban los primeros bancos en la iglesia.
En fin amigos de este Foro, todos sabéis que la descripción y detalle de vida en los pueblos, da para escribir muchos libros, pero lo que yo quiero intentar resaltar en este escrito, es la diferencia del modo de ser y pensar de las personas de “antes”, comparándolas con las de ahora, aunque en ese tramo de la vida, del ayer al hoy, haya personas que habiendo vivido la anterior, han cambiado en esta su modo de vivir y pensar, para mal.
Personas que habiendo vivido la vida dura, aunque feliz de los pueblos, y después, una vez asentados ya en las ciudades, cuando han llegado a tener oportunidad de enriquecerse ilícitamente, no lo han dudado, y lo han hecho, olvidando sus principios y el ejemplo de sus padres.
Un cordial saludo amigos/as.
Continuará...
Manuel


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