Las escuelas del muro se debieron inaugurar para el año 1956 o 57 vino el Gobernador Civil y después del rollo político lo de gritar 3 veces España y contestar: ¡una, grande y libre!; pero a la segunda España! el Rubio se adelantó y dijo ¡Dos! nos reímos y creo que el de Cuenca se enfadó. Las escuelas viejas de los chicos estaban en la plaza en el primer piso del ayuntamiento y debajo estaba el calabozo. Me acuerdo de los pupitres con tinteros, de la regla con que nos palmeaba alguna vez el maestro de algunos mapas y de que en el recreo haciamos cine de sombras...
Manuel, yo creo soy algo mayor que tú, del 47 creo más próximo a tu hermano que se llamaba igual que yo... De mi blog un poema referido
a estos tiempos.
CONFESIÓN
Antes de cumplir los 9
o sea por el año 56
al recordar, ahora, mi niñez
(de películas del oeste
proyectadas en el salón del baile
por el Fruterito
que las traía en su moto)
ya he perdido el miedo
de sentirme negro,
perseguido por
encapuchados
Kukusklaneros,
para convertirme,
en parrillano
San Lorenzo,
al son de las campanillas,
de las purgatorias ánimas,
escapadas,
de los pasos
de la Semana Santa.
y lo que veo es:
Como un amago de carnaval,
el último jueves-lardero
de la vieja escuela del pueblo,
(entre el calabozo
y el ayuntamiento).
Por la mañana:
Amontonando los pupitres
a modo de escenario
sesión de teatro improvisado
y rebuscando los secretos
del viejo maestro,
realizar mezclas
con llamas y olores
a podridos huevos;
encontrando artefactos
del movimiento continuo
u otros inventos.
Por la tarde:
Todo el mundo al campo,
a las cuevas de Tras-san Blas
a comerse la tortilla de patatas,
las primeras tajadas del cerdo
y la torta con chocolate dentro
que se llamaba Soplapo, creo.
(Un manjar no he vuelto a probar).
Beber vino en bota y cantar
era la gran fiesta del invierno.
Manuel, yo creo soy algo mayor que tú, del 47 creo más próximo a tu hermano que se llamaba igual que yo... De mi blog un poema referido
a estos tiempos.
CONFESIÓN
Antes de cumplir los 9
o sea por el año 56
al recordar, ahora, mi niñez
(de películas del oeste
proyectadas en el salón del baile
por el Fruterito
que las traía en su moto)
ya he perdido el miedo
de sentirme negro,
perseguido por
encapuchados
Kukusklaneros,
para convertirme,
en parrillano
San Lorenzo,
al son de las campanillas,
de las purgatorias ánimas,
escapadas,
de los pasos
de la Semana Santa.
y lo que veo es:
Como un amago de carnaval,
el último jueves-lardero
de la vieja escuela del pueblo,
(entre el calabozo
y el ayuntamiento).
Por la mañana:
Amontonando los pupitres
a modo de escenario
sesión de teatro improvisado
y rebuscando los secretos
del viejo maestro,
realizar mezclas
con llamas y olores
a podridos huevos;
encontrando artefactos
del movimiento continuo
u otros inventos.
Por la tarde:
Todo el mundo al campo,
a las cuevas de Tras-san Blas
a comerse la tortilla de patatas,
las primeras tajadas del cerdo
y la torta con chocolate dentro
que se llamaba Soplapo, creo.
(Un manjar no he vuelto a probar).
Beber vino en bota y cantar
era la gran fiesta del invierno.