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LA VENTOSA: Nos acompañaba en nuestro paseo hasta el Muro, camino...

Nos acompañaba en nuestro paseo hasta el Muro, camino de la estación, el olor a tierra mojada, y nuestra vista se alegraba al contemplar la amarilla flor de la Aliaga, y la azul-violeta del Romero que crecen en los costones de la carretera.
A nuestra derecha, subiendo, la Fuente Juantieso con su tímido chorrillo permanente, suficiente para mantener lleno el Pilón que da de beber a los animalillos del campo, y de espaldas a la fuente, luciendo un exuberante verdor en su poblada vegetación, la Cuesta de los Manolos, morada de jabalies, corzos y otros animales.
Subimos hasta el Muro a pesar de la lluvia y el viento, y una vez allí, mi compañera y yo, nos resguardamos del viento, en las piedras que lo forman, y de la lluvia, bajo el paraguas.
En un tiempo que a nosotros se nos hizo corto salió el sol, y entonces aparecieron ante nosotros los olivares, brillantes sus hojas por la lluvia caida, que se extienden por el Valle que nace desde la ladera, a nuestros pies, hasta la fuente de la Guijarra, y desde allí, ascendiendo hacia la derecha cubren el término de los Cañarejos hast la ladera del Cerro del Cominillo y se pierden en el término de Culebras.
Desde ese estratégico punto, se ve nuestro pueblo pequeño, perdido en la inmensidad del campo que luce desde la lejanía sus dos principales colores primaverales. El verde de los campos sembrados, y el marrón de los campos labrados, que se extienden mas allá de los pueblos vecinos, Villarejo, Fuentesbuenas, Villanueva...
Si amigos, este espectáculo se daba en nuestro pueblo, La Ventosa, desde las 13'00 a las 15'00 horas el domingo día 29, y yo lo viví así.
Hemos tenido de todo en el largo puente, frío, lluvia y viento, pero felizmente a la hora mágica de las 12'00 de la noche del día 30, el tiempo se alió con los cantores y cantoras de los Mayos, dando una tregüa para que sus entusiasmadas y potentes voces, ensalzando las virtudes y belleza de las mujeres, se oyeran desde el Calvario por todo el pueblo. Y a fe mía que así fue, pues el maravilloso sonido de las dos acordeones que acompañaban el tradicional cántico,
quedaba ahogado y lejano por el vozarrón bien acompasado de los hombres, y el fino y elegante de las mujeres.
Hubo, creo yo, una asistencia mas que aceptable, y me complace comentar que muchos jóvenes de ámbos sexos formaban parte de la misma.
Nuestro querido y respetado Bernardo, nos deleitó un año mas con la jotica final, tocada impecablemente al acordeón por Mari, su hija mayor, que a pesar de estar un poco flojilla de fuerzas, ahí estaba como cada año haciendo bueno el refrán de "de tal palo, tal astilla".
Después de cantarlos en el Calvario, bajamos en tranquila y parloteante procesión hasta la puerta de la Iglesia, deleitándonos con el sonido de la canción, Encantos de Cuenca tocada al acordeón por Mari,! pero andando!, y créanme que si no es fácil tocar ese instrumento sentado, mucho menos lo es andando. Allí se volvió a repetir el mismo cantar, y despues, con la satisfacción de haber cumplido un año mas con la Tradición, el que quiso remató la noche en el bar.
UNA NOCHE PARA RECORDAR.
Por cierto, faltó al evento un matrimonio al que quiero sinceramente (participante ella de este Foro, aunque yo ignore su seudónimo), y desde aqui, y por ser el cumpleaños de ella, le mando un cariñoso y respetuoso beso y mis mejores deseos de felicidad para ella y su estupenda familia.

Hasta pronto foreros.
Ser buenos. Os quiero.
Manuel.