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BELMONTE: Antonio Mayo...

Comentario

La reflexión

Ya nos hemos comido la mitad del mes de Abril y estamos confinados en la casa y esto al parecer hay que tomárselo con calma, paciencia y buen humor, porque empezamos a experimentar lo que es un pequeño campo de refugiados, y nos viene a la mente que esto no será igual como antes de saltar esta pandemia.

“Suele decir el refranero que mal de muchos consuelo de tontos”, pues en verdad esta situación no consuela a nadie, pero lo que si vemos es que en el campo de la política no hay unidad en el consenso, y ahora no es tiempo de política, sino de cómo salimos de esta situación, pero como siempre estan los voceros que traen la inestabilidad a él rebaño.

Que tendrá el mando que se ciega, ahoga y se abrasa, y disfruta viéndose en la cúspide de la pirámide creyéndose que allí está a salvo, pues todo lo contrario el estar arriba entraña una responsabilidad que no la tienen los que están abajo, y es que dicen que el mayor arrebato son muchas cucharas a un plato, en esto entran todos los consejeros. (El que aconseja no paga, pero si cobra un buen sueldo, con su culo en la silla).

Dicen que cuatro ojos ven más que dos, pero mire usted, se imagina una cuba de sardinas llenas y con los ojos mirando cada una para su lado, esto es nuestra DEMOCRACIA, la cual a traído libertad, pero no trabajo para todos y la hucha que corre con los gastos de todos y que es alimentada por el trabajo de los ciudadanos, termina por quedarse en números rojos si no se la alimenta.

Leyenda siriaca

Cuenta la leyenda siriaca, que cuando ocurrió el diluvio universal estaba un gallo encima de un pino, y cuando veía de ahogarse algún mortal él decía: te jodiste y así fue repitiendo la frase hasta que llego el agua a las uñas de sus patas y vio como el agua subía y cuando le llego el agua al pico, estirando el cuello dijo ahora nos jodimos todos, espero que esto no pase.

Antonio Mayo

EL VALOR DE LA MASCARILLA.

Nunca fue tan apreciado
el tapar boca y mejillas,
con tela de dobladillo
formando una mascarilla.

Las flores de los vergeles
se marchitan de rodillas,
y voz en grito se agitan
pidiendo una mascarilla.

También la piden las aves,
y los ríos en sus orilla,
y el horizonte se acerca
pidiendo una mascarilla.

Las fuentes se desvanecen,
se agitan en pesadillas,
lloran sus manantiales
pidiendo una mascarilla.

La luna apaga sus luces
quedando oscura la villa, suplicándole a los cielos
que le pongan mascarilla.

Quiere vestirse de luto,
negro su traje y mantilla,
para bajar a la tierra
a repartir mascarillas.

Para enfrentarse al "diluvio"
con la tela en dobladilla,
y las ciencias en acción
hacen falta mascarillas.

Por eso el mundo se apresta,
desde España a las Antillas,
raudas como el mismo rayo,
a fabricar mascarillas.