Biografía
Nació hacia el año 100 en la ciudad de Flavia Neapolis (actual Nablus, en Cisjordania), una ciudad fundada por los romanos 50 km al norte de Jerusalén para acrecentar su dominio en la zona. Aunque nacido en plena región de Samaria, provincia de Judaea, su familia era pagana y fue educado en un contexto cultural helenístico sin influencia del judaísmo. De joven, según su propio testimonio, el ansia por adquirir ciencia y conocimiento lo introdujo en el estudio de la filosofía. Se inició en la escuela estoica, pero su maestro no supo dar explicaciones sobre la esencia de Dios. Luego incursionó en la escuela peripatética, pero el maestro estaba más interesado en los pagos anticipados que en la enseñanza de la Filosofía. Los pitagóricos lo rechazaron porque antes de iniciar a alguien en su Escuela exigían el aprendizaje previo de música, astronomía y geometría. Finalmente Justino se inclinó hacia el platonismo, una escuela que lo impresionó con su teoría de las ideas y en la que profundizó sus estudios,[13] concentrado en la metafísica y la búsqueda del Dios de la filosofía:
La consideración de lo incorpóreo me exaltaba sobremanera; la contemplación de las ideas daba alas a mi inteligencia; me imaginaba haberme hecho sabio en un santiamén, y mi necedad me hacía esperar que de un momento a otro iba yo a contemplar al mismo Dios. Porque tal es el blanco de la filosofía de Platón … Lo que siempre se ha del mismo modo e invariablemente, y es causa del Ser de todo lo demás, eso es propiamente Dios.
Justino Mártir
Cierto día, entre los años 132 y 135, mientras caminaba por las playas de Éfeso, un anciano le llamó la atención hacia Cristo y los escritos de los profetas, como maestros antiguos portadores de un mensaje profundo. La tranquilidad de los creyentes ante el martirio lo convenció de que no eran, como se decía, una secta de personas entregadas al canibalismo y al placer. La doctrina le resultó convincente y resolvió convertirse al cristianismo, en Éfeso en tiempos de Adriano, y dedicó el resto de su vida a difundir lo que él consideraba la «verdadera filosofía». Viajó por el mundo vistiendo el pallium de los filósofos como predicador ambulante, y hacia el año 150 se instaló en Roma, donde fundó el Didascáleo romano, una escuela de pensamiento cristiano a la que asistieron Taciano e Ireneo de Lyon. Experiencia típica de una época de eclecticismo filosófico, a semejanza de otros maestros abrió su escuela sin grandes recursos, alquilando el piso superior de unos baños, donde recibía a cualquier persona ansiosa de escuchar su enseñanza de filosofía y cristianismo. Cabe suponer que su escuela haya sido una empresa personal, sin dependencia oficial con la jerarquía de la Iglesia, ya que no existen testimonios de que Justino haya tenido algún rol formal en la comunidad cristiana.
Autor prolífico y defensor de su fe cristiana, fue más filósofo que teólogo. De hecho, no hacía una distinción exacta entre ambas disciplinas, pues para él había una única Sabiduría revelada plenamente en el Logos, Jesucristo. Justino consideraba que el cristianismo no era una negación de la filosofía griega, sino una superación: en tanto que los filósofos habían descubierto verdades, lo habían hecho, según Justino, con el poder del Logos. En efecto, en sus escritos son muy fuertes las influencias del Platonismo Medio. Sobreviven sus obras de apologética: el Diálogo con Trifón que discute las diferencias y semejanzas con el judaísmo, y las Apologías que contestan las objeciones del paganismo. Las numerosas digresiones y repeticiones sugieren que se dejaba llevar por la inspiración del momento antes que por un plan de escritura; aun así, se caracteriza por la rectitud y sinceridad, tratando de convencer racionalmente a su adversario.
En la vejez se coronó como mártir en la capital del Imperio junto a otros seis compañeros, al parecer debido a sus disputas con el cínico Crescencio, durante el reinado de Marco Aurelio, siendo Junio Rústico prefecto de la ciudad entre 162 y 168.
Nació hacia el año 100 en la ciudad de Flavia Neapolis (actual Nablus, en Cisjordania), una ciudad fundada por los romanos 50 km al norte de Jerusalén para acrecentar su dominio en la zona. Aunque nacido en plena región de Samaria, provincia de Judaea, su familia era pagana y fue educado en un contexto cultural helenístico sin influencia del judaísmo. De joven, según su propio testimonio, el ansia por adquirir ciencia y conocimiento lo introdujo en el estudio de la filosofía. Se inició en la escuela estoica, pero su maestro no supo dar explicaciones sobre la esencia de Dios. Luego incursionó en la escuela peripatética, pero el maestro estaba más interesado en los pagos anticipados que en la enseñanza de la Filosofía. Los pitagóricos lo rechazaron porque antes de iniciar a alguien en su Escuela exigían el aprendizaje previo de música, astronomía y geometría. Finalmente Justino se inclinó hacia el platonismo, una escuela que lo impresionó con su teoría de las ideas y en la que profundizó sus estudios,[13] concentrado en la metafísica y la búsqueda del Dios de la filosofía:
La consideración de lo incorpóreo me exaltaba sobremanera; la contemplación de las ideas daba alas a mi inteligencia; me imaginaba haberme hecho sabio en un santiamén, y mi necedad me hacía esperar que de un momento a otro iba yo a contemplar al mismo Dios. Porque tal es el blanco de la filosofía de Platón … Lo que siempre se ha del mismo modo e invariablemente, y es causa del Ser de todo lo demás, eso es propiamente Dios.
Justino Mártir
Cierto día, entre los años 132 y 135, mientras caminaba por las playas de Éfeso, un anciano le llamó la atención hacia Cristo y los escritos de los profetas, como maestros antiguos portadores de un mensaje profundo. La tranquilidad de los creyentes ante el martirio lo convenció de que no eran, como se decía, una secta de personas entregadas al canibalismo y al placer. La doctrina le resultó convincente y resolvió convertirse al cristianismo, en Éfeso en tiempos de Adriano, y dedicó el resto de su vida a difundir lo que él consideraba la «verdadera filosofía». Viajó por el mundo vistiendo el pallium de los filósofos como predicador ambulante, y hacia el año 150 se instaló en Roma, donde fundó el Didascáleo romano, una escuela de pensamiento cristiano a la que asistieron Taciano e Ireneo de Lyon. Experiencia típica de una época de eclecticismo filosófico, a semejanza de otros maestros abrió su escuela sin grandes recursos, alquilando el piso superior de unos baños, donde recibía a cualquier persona ansiosa de escuchar su enseñanza de filosofía y cristianismo. Cabe suponer que su escuela haya sido una empresa personal, sin dependencia oficial con la jerarquía de la Iglesia, ya que no existen testimonios de que Justino haya tenido algún rol formal en la comunidad cristiana.
Autor prolífico y defensor de su fe cristiana, fue más filósofo que teólogo. De hecho, no hacía una distinción exacta entre ambas disciplinas, pues para él había una única Sabiduría revelada plenamente en el Logos, Jesucristo. Justino consideraba que el cristianismo no era una negación de la filosofía griega, sino una superación: en tanto que los filósofos habían descubierto verdades, lo habían hecho, según Justino, con el poder del Logos. En efecto, en sus escritos son muy fuertes las influencias del Platonismo Medio. Sobreviven sus obras de apologética: el Diálogo con Trifón que discute las diferencias y semejanzas con el judaísmo, y las Apologías que contestan las objeciones del paganismo. Las numerosas digresiones y repeticiones sugieren que se dejaba llevar por la inspiración del momento antes que por un plan de escritura; aun así, se caracteriza por la rectitud y sinceridad, tratando de convencer racionalmente a su adversario.
En la vejez se coronó como mártir en la capital del Imperio junto a otros seis compañeros, al parecer debido a sus disputas con el cínico Crescencio, durante el reinado de Marco Aurelio, siendo Junio Rústico prefecto de la ciudad entre 162 y 168.