En la historia de Ensebio se conserva el texto de una carta de Constantino a Macario, obispo de Jerusalén, en la que el emperador le encarga que construya una iglesia en el sitio en que santa Elena había descubierto el sepulcro de Cristo, dejando al santo mano libre en lo referente al proyecto, los materiales y los obreros. San Macario tuvo el gozo de ver terminada su obra.