Leyendas
Se dice que un día que iba a la iglesia, en Olkusz, encontró un pedigüeño agachado en la nieve, temblando de frío; el sacerdote se sacó su capa y se la puso al mendigo, y lo llevó a la iglesia, donde lo cuidó y lo reconfortó. Poco después que el pobre hubo marchado, la Virgen se apareció a Juan Cancio y le retornó la capa.
Desde entonces era todavía más piadoso y se mortificaba más, renunciando a comer carne durante el resto de su vida. Un día, tentado de comer, asó un trozo: mientras estaba caliente, la cogió con las manos, quemándose y diciendo: «Carne, te estimas la carne: disfruta, entonces». Así se liberó de la tentación para siempre.
Vuelto del peregrinaje a Roma, fue asaltado por unos bandoleros que le robaron todo lo que vieron. Al acabar, le preguntaron si llevaba alguna otra cosa que se hubiesen dejado: les dijo que no y marcharon. Entonces recordó que todavía tenía unas piezas de oro cosidas a la capa: corrió hasta que llegó donde estaban los bandoleros y les ofreció las monedas; los ladrones, confusos y avergonzados, le devolvieron todo lo que habían robado.
Se dice que un día que iba a la iglesia, en Olkusz, encontró un pedigüeño agachado en la nieve, temblando de frío; el sacerdote se sacó su capa y se la puso al mendigo, y lo llevó a la iglesia, donde lo cuidó y lo reconfortó. Poco después que el pobre hubo marchado, la Virgen se apareció a Juan Cancio y le retornó la capa.
Desde entonces era todavía más piadoso y se mortificaba más, renunciando a comer carne durante el resto de su vida. Un día, tentado de comer, asó un trozo: mientras estaba caliente, la cogió con las manos, quemándose y diciendo: «Carne, te estimas la carne: disfruta, entonces». Así se liberó de la tentación para siempre.
Vuelto del peregrinaje a Roma, fue asaltado por unos bandoleros que le robaron todo lo que vieron. Al acabar, le preguntaron si llevaba alguna otra cosa que se hubiesen dejado: les dijo que no y marcharon. Entonces recordó que todavía tenía unas piezas de oro cosidas a la capa: corrió hasta que llegó donde estaban los bandoleros y les ofreció las monedas; los ladrones, confusos y avergonzados, le devolvieron todo lo que habían robado.