Compramos energía a futuro

ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Medidas contra la oposición doctrinal...

Medidas contra la oposición doctrinal

Mediante dos concilios romanos, en los años 368 y 369 respectivamente, Dámaso condenó el apolinarismo y el macedonianismo.​ Del mismo modo, en el año 370 Dámaso formó en Roma un concilio para determinar las medidas contra el arrianismo. Ursacio de Singuidón y Valente de Mursa fueron condenados y Atanasio de Alejandría fue nombrado para luchar y contrarrestar a los arrianos.

Así, el año 373, Aujencio y sus adherentes fueron condenados y excomulgados. Además se confirmaron las confesiones de Nicea, y todo lo que se había hecho en perjuicio de ella en la Asamblea de Rimini se declaró nulo. En el sínodo romano del año 374, San Dámaso I promulgó el Canon de Escritura Sagrada, es decir, una lista de los libros de los Viejos y Nuevos Testamentos que deben ser considerados la palabra inspirada de Dios.​​

Con el fin de realizar una centralización del poder eclesiástico e imperial, su secretario San Jerónimo consigue que el 29 de julio de 370 el emperador Valentiniano prohibiera a los eclesiásticos y monjes meterse en las casas de las viudas y en las de las doncellas huérfanas a las que dirigían, y de recibir de ellas algún don, ya fueran donaciones o herencias. Dámaso hizo que la ley fuese estrictamente observada.

La primacía de la Santa Sede fue defendida mediante actas y decretos imperiales,​ donde basa la supremacía eclesiástica de la Iglesia Romana en las propias palabras de Jesucristo y no en decretos conciliares. En consonancia continúa con su cruzada y en el año 377, en un concilio en Roma, condena a Apolinario y a su discípulo Timoteo, obispo de Alejandría. La persecución a posturas divergentes motivó que muchos se retractasen y juraran fidelidad a la doctrina oficial para evitar la condena pública.

Las reformas impulsadas en este periodo, tenían por objeto unificar el culto, y dieron origen a algunas de las tradiciones más antiguas del catolicismo, como la introducción de la voz hebrea aleluya​ para referirse a la resurrección de Jesús (la expresión, que ya existía entonces, se utilizaba exclusivamente en el rito judaico) y el reconocimiento del obispo de Roma como el predominante entre todos. En consonancia con esto, Optato, obispo de Milevi, publica su obra en donde enumera a los obispos de Roma empezando por Simón Pedro y terminando en Dámaso. Siendo este el único documento conocido con información sobre algunos de ellos.