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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Favores espirituales...

Favores espirituales

La vida en el convento no era rigurosa en lo que respectaba a apartarse del mundo. La habitación de Teresa era bastante grande y a veces hospedaba a algunos familiares que venían a visitarla durante estancias que, en ocasiones, eran prolongadas.​ Las monjas podían salir del convento con permiso de la superiora y pasaban temporadas con familiares o personas vinculadas a la orden.​ Teresa salió del convento durante una temporada para ir a cuidar de su padre, que estaba gravemente enfermo, y que falleció el 24 de diciembre de 1543. Su hermana Juana, que tenía 15 años, se alojó con ella un tiempo tras la muerte de su padre.​

Aunque no abandonó la lectura, sí iba dedicando menos tiempo a la oración y pasaba muchas horas en el locutorio del convento con visitas. Según su testimonio, hacia 1543 se le apareció Jesucristo reprendiéndole para que dejase de ver a una persona con la que se reunía a charlar habitualmente de cosas mundanas en el locutorio.​ Otro día se le apareció un sapo enorme que avanzaba hacia ella.​

Al principio ella era muy escéptica con las experiencias sobrenaturales.​ Conocía las de santa Brígida y no les prestaba atención.​

En 1544 le pidió al dominico Vicente Barrón, que había sido el confesor de su padre, que fuese su director espiritual. Barrón aceptó, aunque con reticencias, ya que el convento tenía sus propios confesores. Barrón le recomendó que retomase la oración habitual y así lo hizo, pero seguía pasando horas y horas con conversaciones mundanas en el locutorio.​

En 1553 se emocionó mucho ante un cuadro que acababan de traer de un Ecce Homo, que mostraba a Jesucristo cubierto de heridas:

En mirándola [la imagen de Cristo], toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía y arrojéme cabe en Él con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole que me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle.

Teresa de Jesús, Vida 9, 1

En la Cuaresma de 1554 Teresa leyó las Confesiones de san Agustín de Hipona, lo que influyó mucho en su espiritualidad.​ Tras esto, volvió a realizar habitualmente los ejercicios espirituales que había abandonado, como la meditación.​ En 1555 tomó la decisión de llevar una vida espiritual más estricta.​

En 1555 una recaída en su enfermedad la llevó a pasar un tiempo en casa de una pariente, Mencía del Águila.​ Aquel año conoció a Guiomar de Ulloa, hija del capitán Pedro de Ulloa, de 28 años. Tras la muerte de su marido, un terrateniente de Salobralejo llamado Francisco Dávila, hacia 1552, se volvió muy religiosa.​ Guiomar le ofreció a Teresa quedarse en su casa y se quedó allí tres años, hasta 1558.​

En 1553 se fundó en Ávila un colegio de la Compañía de Jesús.​ Teresa dijo:

Habían venido aquí [a Ávila] los de la Compañía de Jesús, a quien yo, sin conocer a ninguno, era muy aficionada de solo saber el modo que llevaban de vida y oración.

Vida. Capítulo 23.

Teresa mantuvo relación con varios jesuitas considerados excepcionales.​ Diego de Cetina llegó a Ávila en 1555 y fue su confesor durante dos meses. El jesuita Juan de Prádanos fue confesor de Guiomar de Ulloa. Esta le habló de él a Teresa, y fue su confesor y director espiritual entre mayo de 1555​ y finales de 1558.​ Francisco de Borja fue a Ávila en 1554 y predicó en la Catedral de Cristo Salvador. Regresó en la Semana Santa de 1557 y ella aprovechó para ir a visitarlo. Francisco de Borja le dijo que lo que le ocurría era de Dios y que no se preocupase.​

En 1558 tuvo su primer rapto y la visión del infierno.​​ Habla de la entrada como una cavidad parecida a un horno oscuro, sucio y maloliente con reptiles en el suelo, para luego llegar a un lugar donde sufren su pena los condenados en el fuego.​

Tomó por confesor, en 1559, a Baltasar Álvarez, que era maestro de novicios de los jesuitas.​ Este fue su confesor hasta 1562.

El 29 de junio de 1559, mientras estaba rezando, tuvo la sensación de que Cristo estaba a su derecha y le hablaba.​

En abril de 1560, cuando estaba en casa de Guiomar de Ulloa, se produjo la Transverberación.

Vi a un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo en forma corporal... No era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos, que parece todos se abrasan... Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas: al sacarle me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal, sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento... Los días que duraba esto andaba como embobada, no quisiera ver ni hablar, sino abrasarme con mi pena, que para mí era mayor gloria, que cuantas hayan tomado lo criado.

Vida. Capítulo 29.

Este acontecimiento, también conocido como el Éxtasis de Santa Teresa, ha tenido una gran relevancia en la devoción y el arte católicos. El papa Benedicto XIII estableció el 26 de marzo de 1726 la fiesta de la Transverberación del corazón de santa Teresa el día 25 de agosto.​​

De acuerdo al biógrafo francés Pierre Boudot:

En todas las páginas (del libro de su vida) se ven las huellas de una pasión viva, de una franqueza conmovedora, y de un iluminismo consagrado por la fe de fieles. Todas sus revelaciones atestiguan que creía firmemente en una unión espiritual entre ella y Jesucristo; veía a Dios, la Virgen, los santos y los ángeles en todo su esplendor, y de lo alto recibía inspiraciones que aprovechaba para la disciplina de su vida interior. En su juventud las aspiraciones que tuvo fueron raras y parecen confusas; sólo en plena edad madura se hicieron más distintas, más numerosas y también más extraordinarias. Pasaba de los cuarenta y tres años cuando por vez primera vivió un éxtasis. Sus visiones intelectuales se sucedieron sin interrupción durante dos años y medio, entre 1559–1561. Sea por desconfianza, sea para probarla, sus superiores le prohibieron que se abandonase a estos fervores de devoción mística, que eran para ella una segunda vida, y le ordenaron que resistiera a estos arrobamientos, en que su salud se consumía. Obedeció ella, mas a pesar de sus esfuerzos, su oración era tan continua que ni aun el sueño podía interrumpir su curso. Al mismo tiempo, abrasada de un violento deseo de ver a Dios, se sentía morir. En este estado singular tuvo en varias ocasiones la visión que dio origen al establecimiento de una fiesta particular en la Orden del Carmelo.

El biógrafo francés agrega:

Hasta exhalar el último suspiro Teresa gozó la dicha de conversar con las personas divinas, que la consolaban o revelaban ciertos secretos del cielo; la de ser transportada al infierno o al purgatorio, y aun la de presentir lo venidero.