Compramos energía a futuro

ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Mudanza física y espiritual...

Mudanza física y espiritual

Afectada por una enfermedad de la que se tienen escasas referencias, Teresa volvió a su casa. Luego se marchó a la casa de campo de su hermana María de Cepeda y su marido Martín de Guzmán y Barrientos en Castellanos de la Cañada,​ alquería de la dehesa que lleva dicho nombre, hoy sita en el término municipal de Zapardiel de la Cañada, provincia de Ávila. Hizo el viaje en litera.​ Por el camino se detuvo varios días en la casa de su tío en la pequeña aldea de Ortigosa.​ Aquí pasó el tiempo leyendo "buenos libros" y las Epístolas de san Jerónimo.​ Posteriormente, Teresa estuvo quince días en la casa de su hermana en Castellanos de la Cañada.​

De retorno a su hogar paterno, ofició como ama de casa durante unos tres años.​ Informó a su padre de que quería ser monja. En recia oposición,​ su padre contestó que no lo consentiría mientras él viviera.​ Por su personalidad, ella estaba convencida de que no iba a volverse atrás en su decisión.

Teresa convenció a su hermano Juan de Ahumada para irse con ella a iniciar una vida religiosa. El 2 de noviembre de 1535, Teresa entró como postulanta en el Convento de la Encarnación, de carmelitas, en Ávila, y Juan de Ahumada se fue a un convento dominico. Unas horas después, el padre logró traerse de vuelta a Juan.

Los carmelitas son una orden religiosa de vida contemplativa fundada a mediados del siglo XII por ermitaños en la Capilla de Santa María del Monte Carmelo, en Tierra Santa, donde el profeta Elías demostró el poder del Señor ante los sacerdotes de Baal en el siglo IX a. C.​ La Virgen del Carmen se caracteriza por el escapulario y es la patrona de los marineros.

Este convento de carmelitas de Ávila fue fundado en 1512 por Beatriz Higuera. Antes había habido un beaterío en una parcela aneja, fundado en 1479 por Elvira González de Medina.​ A la decisión de Teresa contribuyó que allí tenía buenas amigas, como Juana Suárez, y el dominico Vicente Barrón dio su apoyo al proyecto.

El 31 de octubre de 1536 Alonso se comprometió a abonar una dote para el sustento de su hija y a entregar al convento cada año 25 fanegas de cereales de sus tierras en Gotarrendura y, a falta de cereales, doscientos ducados, así como ropa, ropa de cama, libros, cirios, un par de colaciones y un almuerzo para las monjas y una cofia para cada religiosa.​

Teresa comenzó su noviciado el 2 de noviembre de 1536.​ Profesó como monja el día 3 de noviembre de 1537.

Tras entrar al convento su estado de salud empeoró. Padeció desmayos, una cardiopatía no definida y otras molestias. Así pasó el primer año. Se hallaba centrada y a gusto con la vida compartida en aquella comunidad de casi 180 monjas,​ pero su consagración a Dios fue tan radical que cambió la oración sencilla y de amistad que tenía antes de su entrada en la Orden por una oración sistemática que seguía la técnica de los maestros de aquel tiempo.​ Perdió su jovialidad, su alegría en la comunicación, y la tristeza la invadió, en tanto que las penitencias corporales no contentaban su búsqueda de amor y de intimidad con Dios. Todo eso terminó por generar un desequilibrio de orden psíquico, que tuvo su contraparte de orden físico

Los médicos de Ávila eran incapaces de curar a Teresa y a Alonso Sánchez le hablaron de una curandera que obraba prodigios en Becedas,​ provincia de Ávila. En otoño de 1538 decidió llevarla hasta ella. Se organizó un pequeño grupo para acompañarla en el viaje: su padre, una monja del Convento de la Encarnación llamada Juana Suárez y algunos amigos.​ Se detuvieron en Ortigosa, donde su tío, Pedro de Cepeda, le obsequió con el Tercer abecedario espiritual (1527), de Francisco de Osuna, que enseñaba la oración de recogimiento y que fue de gran provecho para Teresa.​ De camino a Becedas les informaron de que la curandera no atendía en invierno, porque utilizaba plantas que solamente estaban en primavera.​ Decidieron esperar hasta la primavera de 1539 en la casa de campo de su hermana, María de Cepeda, en Castellanos de la Cañada.​ Fue un periodo de libertad espiritual sin la disciplina estricta del convento,​ en el que alcanzó la oración de quietud, e incluso de unión, además de convencerse de que la oración no podía programarse al margen de la persona y de sus necesidades. Posteriormente, Pedro de Cepeda entró en el Monasterio de San Jerónimo de Guisando.

En abril de 1539 el grupo salió para Becedas. Hicieron escala en Piedrahíta, donde Teresa y Juana Suárez pasaron la noche en el convento de aquel lugar.​ Al día siguiente cruzaron el río Tormes en el municipio de El Barco de Ávila. Al llegar a Becedas, Teresa se hospedó en una posada, donde pasaría tres meses.​ Allí entabló amistad con el sacerdote Pedro Hernández, más instruido que la mayoría de curas de pueblo de aquel entonces. Sin embargo, este era concubinario, ya que mantenía relación con una mujer. Esta le obligaba a llevar un amuleto de cobre para tenerlo bajo su sujeción. Teresa logró convencerle para que le entregase el amuleto y lo tiró a un arroyo. El cura rompió con su amante, aunque falleció un año después.

La curandera comenzó sometiéndola a una purga diaria durante un mes con varios tipos de hierbas y también pociones hechas con uñas de rana, alas de mosca y excrementos de culebra. Con esto, Teresa empeoró. Ya no era capaz de tenerse en pie ni de comer nada sólido.

A mediados de julio de 1539, su padre la llevó de nuevo a Ávila.​ Alonso recurrió de nuevo a los médicos de la ciudad, sin resultado.​ Pensaron que tenía tuberculosis.​ El 15 de agosto de 1539 (solemnidad de la Asunción de María) sufrió un ataque repentino y violento —que ella llamó «parajismo», es decir, paroxismo— de su enfermedad, una serie de convulsiones seguidas de pérdida de conocimiento. Le dieron la extremaunción y luego pensaron que estaba muerta. Pusieron un espejo junto a su boca y no había rastro de vaho. Le pusieron cera en los ojos para evitar que, tras la muerte, estos permanecieran entreabiertos. La envolvieron en un sudario y pusieron un crespón fúnebre en la puerta de la casa. Oficiaron una misa de difuntos en su honor, probablemente en el convento de frailes carmelitas de San Pablo de la Moraleja, donde su tío, Lorenzo de Cepeda, era sacerdote. También cavaron su tumba.​ Su padre decidió esperar varios días antes de enterrarla. Un par de días después, cuando su hermano Lorenzo estaba junto al lecho de Teresa, esta recuperó el conocimiento. Le quitaron la cera de sus ojos.

Se había tratado de un coma profundo de nivel 3 que duró cuatro días.​

Después de esto solamente podía mover un dedo. Para cambiarla de postura, dos personas movían la sábana donde yacía. Esta manipulación le acarreaba enormes dolores.​ Tiene la lengua seca y herida, porque la había mordido muchas veces. Durante un tiempo no pudo comer ni beber nada.

Quedé de estos cuatro días de paroxismo de manera que solo el Señor puede saber los incomportables tormentos que sentía en mí: la lengua hecha pedazos de mordida; la garganta, de no haber pasado nada y de la gran flaqueza que me ahogaba, que aun el agua no podía pasar; todo me parecía estaba descoyuntada; con grandísimo desatino en la cabeza; toda encogida, hecha un ovillo [...] sin poderme menear, ni brazo ni pie ni mano ni cabeza, más que si estuviese muerta, si no me meneaban; sólo un dedo me parecía poder menear de la mano derecha. [...] En una sábana, una de un cabo y otra de otro, me meneaban.

Teresa de Jesús, Vida 6,1

Esta fue la experiencia más fuerte que tuvo en su juventud, de la que quedaría marcada para toda su vida: padecía continuamente catarros, migrañas, fiebre, con dolores de la garganta, el hígado, el estómago, los riñones y el corazón​ y, en sus propias palabras, con un «miedo a la muerte» que solo desapareció con la gracia mística.​

A pesar de todo, a finales de agosto de 1539 pide que la lleven de nuevo al convento,​ donde pasa a reposar en la enfermería del convento.​ A partir de la Pascua de Resurrección, o Pascua Florida, mejora ligeramente, debió permanecer en cama tres años más.​ Logrará retomar la vida conventual en abril de 1542. Teresa atribuyó esta mejoría a la intercesión de san José.​ Entonces se traslada de la enfermería a una habitación normal.