Adolescencia
Perdió a su madre en noviembre de 1528 o en 1529, cuando tenía trece o catorce años. Ella le pidió a la Virgen María que fuese su madre a partir de entonces. Después de ese trauma familiar, sus hermanos emprendieron uno a uno el camino de las Indias Occidentales, sin permanecer ninguno en el hogar familiar.
Además de las diversiones propias de su edad, como paseos y fiestas familiares o locales, los jóvenes de la familia dedicaban su tiempo a juegos de sociedad, entre los que destacaba el ajedrez. En su obra Camino de perfección, hace una metáfora con el ajedrez y la vida espiritual: hay que apropiarse del rey, que sería el Rey de los Cielos; la reina es capaz de poner a las otras piezas en apuros, pero siempre de forma oportuna, y desempeña el papel de la humildad.
Con cincuenta años le dijo a un carmelita:
Sabed, padre, que en mi juventud me dirigían tres clases de cumplidos; decían que era inteligente, que era santa y que era hermosa; en cuanto a hermosa, a la vista está; en cuanto a discreta, nunca me tuve por boba; en cuanto a santa, solo Dios lo sabe.
Entre mayo y septiembre de 1531, la emperatriz Isabel, esposa de Carlos I, y su hijo Felipe estuvieron en Ávila. Iban acompañados del duque de Gandía, Francisco de Borja, que luego fue uno de los principales santos jesuitas. Tuvieron lugar festejos durante todo el verano.
Una mujer de Ávila llamada Mencía López obtuvo una bula del papa Julio II del 28 de septiembre de 1508 autorizándola a fundar el Convento de Nuestra Señora de Gracia. Las monjas de la Orden de San Agustín se instalaron en 1510 junto al Alcázar. Este convento tenía una pensión donde se enseñaba a las jóvenes labores de bordado y prácticas religiosas, mientras estaban en espera de casarse. En 1514 entró como monja María de Briceño, que pasó a encargarse de las novicias y de las alumnas. A instancias de su padre, Teresa entró como alumna en julio de 1531. La influencia de María de Briceño fue muy positiva para que Teresa aprendiese sobre oración y vida espiritual. Pasó en este convento dieciocho meses. No quería casarse y, gracias al ejemplo de María de Briceño, decidió ser monja.
Perdió a su madre en noviembre de 1528 o en 1529, cuando tenía trece o catorce años. Ella le pidió a la Virgen María que fuese su madre a partir de entonces. Después de ese trauma familiar, sus hermanos emprendieron uno a uno el camino de las Indias Occidentales, sin permanecer ninguno en el hogar familiar.
Además de las diversiones propias de su edad, como paseos y fiestas familiares o locales, los jóvenes de la familia dedicaban su tiempo a juegos de sociedad, entre los que destacaba el ajedrez. En su obra Camino de perfección, hace una metáfora con el ajedrez y la vida espiritual: hay que apropiarse del rey, que sería el Rey de los Cielos; la reina es capaz de poner a las otras piezas en apuros, pero siempre de forma oportuna, y desempeña el papel de la humildad.
Con cincuenta años le dijo a un carmelita:
Sabed, padre, que en mi juventud me dirigían tres clases de cumplidos; decían que era inteligente, que era santa y que era hermosa; en cuanto a hermosa, a la vista está; en cuanto a discreta, nunca me tuve por boba; en cuanto a santa, solo Dios lo sabe.
Entre mayo y septiembre de 1531, la emperatriz Isabel, esposa de Carlos I, y su hijo Felipe estuvieron en Ávila. Iban acompañados del duque de Gandía, Francisco de Borja, que luego fue uno de los principales santos jesuitas. Tuvieron lugar festejos durante todo el verano.
Una mujer de Ávila llamada Mencía López obtuvo una bula del papa Julio II del 28 de septiembre de 1508 autorizándola a fundar el Convento de Nuestra Señora de Gracia. Las monjas de la Orden de San Agustín se instalaron en 1510 junto al Alcázar. Este convento tenía una pensión donde se enseñaba a las jóvenes labores de bordado y prácticas religiosas, mientras estaban en espera de casarse. En 1514 entró como monja María de Briceño, que pasó a encargarse de las novicias y de las alumnas. A instancias de su padre, Teresa entró como alumna en julio de 1531. La influencia de María de Briceño fue muy positiva para que Teresa aprendiese sobre oración y vida espiritual. Pasó en este convento dieciocho meses. No quería casarse y, gracias al ejemplo de María de Briceño, decidió ser monja.