Compramos energía a futuro

ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Biografía...

Biografía

Infancia

Teresa nació hacia las 5 de la mañana del miércoles 28 de marzo de 1515. Suele considerarse que nació en la ciudad de Ávila, pero es posible que naciese en la casa de campo del municipio de Gotarrendura, en la provincia de Ávila.

En cualquier caso, fue bautizada en la Iglesia de San Juan de la ciudad de Ávila. Sus padrinos fueron María del Águila, hija de Francisco Pajares, un amigo de la familia, y un tal "Vela Núñez", que tal vez fuese familia de Blasco Núñez Vela, primer virrey de Perú.​

Según relata la propia Teresa en los escritos destinados a su confesor y reunidos en el libro Vida de santa Teresa de Jesús, desde sus primeros años mostró una imaginación vehemente y apasionada. Su padre, aficionado a la lectura, tenía algunos romanceros; esta lectura y las prácticas piadosas comenzaron a despertar el corazón y la inteligencia de la pequeña Teresa con seis o siete años de edad.

Aficionada a la lectura de libros de caballerías,​ escribió:

Comencé a traer galas, y a desear contentar en parecer bien, un mucho cuidado de manos y cabello y olores, y todas las vanidades que en esto podía tener, que eran hartas, por ser muy curiosa... Tenía primos hermanos algunos... eran casi de mi edad, poco mayores que yo; andábamos siempre juntos, teníanme gran amor y en todas las cosas que les daba contento, los sustentaba plática y oía sucesos de sus aficiones y niñerías, no nada buenas... Tomé todo el daño de una parienta (se cree que una prima), que trataba mucho en casa... Con ella era mi conversación y pláticas, porque me ayudaba a todas las cosas de pasatiempo, que yo quería, y aun me ponía en ellas, y daba parte de sus conversaciones y vanidades. Hasta que traté con ella, que fue de edad de catorce años... no me parece había dejado a Dios por culpa mortal.
También le gustaban las vidas de santos. Le impresionaba mucho el heroísmo de los que preferían morir antes que renegar de su fe. También meditaba mucho sobre que el infierno y el paraíso fuesen para toda la eternidad. Con su hermano Rodrigo, dos años mayor que ella, repetía las palabras "Para siempre, siempre, siempre".​

Su padre era un hombre con una fe muy ilustrada y amante de la lectura, que enseñaba también esas costumbres a sus hijos. Algunos de los libros que tenía eran Retablo de la vida de Cristo (Juan de Padilla, el Cartujano, 1505),​ las poesías religiosas de Fernán Pérez de Guzmán, un tratado sobre la misa y un libro titulado Siete pecados (de autor y fecha desconocidos). El tío de Teresa, al que ella visitaba a menudo, tenía los mismos gustos literarios y le prestaba a la joven libros de contemplación religiosa como el Tercer abecedario espiritual (Francisco de Osuna, 1527).​ En su biografía dice que, cuando era niña, siempre estaba leyendo algún libro.​

En un futuro, escribiría en las constituciones de los conventos:

Tenga en cuenta la priora con que haya buenos libros, en especial Cartujanos, Flos Sanctorum, Contemptus Mundi [Desprecio del Mundo], Oratorio de Religiosos, los de fray Luis de Granada, y del padre fray Pedro de Alcántara, porque en parte es tan necesario este mantenimiento para el alma, como el comer para el cuerpo.

Aquellas primeras lecturas la llevaron a fantasear y emprender una escapada infantil con Rodrigo a «tierras de moros»,​ para ser decapitados por la fe. Llevaron algunas provisiones y, para cuando se les acabasen, planeaban ir pidiendo limosna. Según la tradición, fueron encontrados por su tío, Francisco Álvarez de Cepeda, cuando se encontraban en la Cruz de Los Cuatro Postes y fueron llevados de vuelta a casa, donde fueron reprendidos.​

Convencidos de que su proyecto era irrealizable, los dos hermanos acordaron ser ermitaños. Los dos hermanos y sus primos construían ermitas con piedras en los terrenos de la casa de campo de Gotarrendura.​ Teresa escribió:

En una huerta que había en casa, procurábamos como podíamos, hacer ermitas, poniendo unas piedrecitas, que luego se nos caían, y así no hallábamos remedio en nada para nuestro deseo... Hacía (yo) limosna como podía, y podía poco. Procuraba soledad para rezar mis devociones, que eran hartas, en especial el rosario... Gustaba (yo) mucho cuando jugaba con otras niñas, hacer monasterios como que éramos monjas.​
Teresa de Ávila no asistió a ninguna escuela y no sabía latín, por lo que eso le excluía de poder realizar cualquier educación secundaria. Entonces la enseñanza estaba reservada a los varones.