La adopción de su «primer hijo» y el inicio de las luchas por su vocación
Poco después de la «gran gracia de la Navidad», oyó hablar de un hombre que había asesinado a tres mujeres en París, cuyo nombre era Enrique Pranzini. Teresa decidió adoptarlo como su primer hijo espiritual y ofreció sacrificios y varias misas, que mandó hacer con ayuda de su hermana Celina, para alcanzar de Dios la conversión de este pecador antes de su ejecución, o por lo menos algún signo de arrepentimiento. Pranzini había sido sentenciado a muerte y fue ejecutado el 31 de agosto de 1887, pero unos días después llegó a su casa el periódico católico La Croix (en español 'La Cruz') informando de que, aunque Pranzini no quiso confesarse, antes de subir a la guillotina pidió un crucifijo para luego besarlo repetidas veces. Así, ella sintió que sus sacrificios y plegarias habían sido escuchados.
La respuesta misericordiosa de Dios a sus oraciones por la conversión de Pranzini marca profundamente a Teresa y refuerza su vocación, también se vería más adelante que esto influiría bastante en su doctrina respecto de la misericordia divina que tanto la caracteriza. Y se decide completamente a convertirse en monja del Carmelo, para orar por todos los pecadores.
Cuando contaba 14 años ya había tomado la resolución de convertirse en religiosa carmelita, sabe que tendrá que superar muchos obstáculos y pensando quizá en Juana de Arco, se dice a sí misma que «conquistar la fortaleza del Carmelo es solo la punta de la espada.»
Se decide a obtener primero el consentimiento de su familia, incluyendo a su padre. Determinada, pero tímida, se decide a comentarle a su padre al respecto. Durante un momento duda entregándole su secreto, sobre todo porque Luis Martin sufrió un par de semanas antes un pequeño ataque que lo dejó paralizado durante varias horas. El 2 de junio de 1887, el día de Pentecostés, después de orar todo el día, le presenta su solicitud en la noche, en el jardín de los Buissonnets. Luis, que según Teresa parecía tener una «expresión celestial y llena de paz» recibe la confesión de su hija con un profundo sentimiento de alegría y agradecimiento. Añade que Dios le hizo «el gran honor de llamar a todas sus hijas.»
Pero el mayor obstáculo será el tío Isidoro Guerin, tutor de las niñas Martín, ya que vetará el proyecto de su sobrina. Aunque él no pone en duda la vocación religiosa de Teresa, le pidió que esperara a la edad de diecisiete años. La niña confía en que Paulina podrá ayudarla a obtener el permiso de su tío. Finalmente acepta el 22 de octubre de ese año.
Aun así siguió teniendo muchos inconvenientes para su entrada al convento, ya que ahora se enfrentaría a la negativa del Padre Delatroëtte, superior del Carmelo de Lisieux. Dolida por el fracaso de un caso similar al de ella, del que todo el mundo habla en Lisieux, acerca de que ya no aceptarán postulantes menores de veintiún años. Solo el obispo podía autorizar tal cosa. Para consolar a su hija que llora constantemente, Luis le promete un encuentro con el obispo monseñor Hugonin. Él la recibe en Bayeux el 31 de octubre de ese año, y la escucha expresar el deseo de consagrarse a Dios dentro de los muros del Carmelo, y de que lo conserva desde muy niña. Pero el obispo decide aplazar su decisión hasta después, cuando él haya tomado el consejo del Padre Delatroëtte.
Solo les queda una esperanza: hablar directamente con el papa. Luis Martin pronto comenzaría a preparar todo para una peregrinación a Roma, por el Jubileo sacerdotal del papa León XIII, organizada por las Diócesis de Coutances y Bayeux. Teresa y Celina viajarán con él. La partida está fijada para el 4 de noviembre de 1887.
Poco después de la «gran gracia de la Navidad», oyó hablar de un hombre que había asesinado a tres mujeres en París, cuyo nombre era Enrique Pranzini. Teresa decidió adoptarlo como su primer hijo espiritual y ofreció sacrificios y varias misas, que mandó hacer con ayuda de su hermana Celina, para alcanzar de Dios la conversión de este pecador antes de su ejecución, o por lo menos algún signo de arrepentimiento. Pranzini había sido sentenciado a muerte y fue ejecutado el 31 de agosto de 1887, pero unos días después llegó a su casa el periódico católico La Croix (en español 'La Cruz') informando de que, aunque Pranzini no quiso confesarse, antes de subir a la guillotina pidió un crucifijo para luego besarlo repetidas veces. Así, ella sintió que sus sacrificios y plegarias habían sido escuchados.
La respuesta misericordiosa de Dios a sus oraciones por la conversión de Pranzini marca profundamente a Teresa y refuerza su vocación, también se vería más adelante que esto influiría bastante en su doctrina respecto de la misericordia divina que tanto la caracteriza. Y se decide completamente a convertirse en monja del Carmelo, para orar por todos los pecadores.
Cuando contaba 14 años ya había tomado la resolución de convertirse en religiosa carmelita, sabe que tendrá que superar muchos obstáculos y pensando quizá en Juana de Arco, se dice a sí misma que «conquistar la fortaleza del Carmelo es solo la punta de la espada.»
Se decide a obtener primero el consentimiento de su familia, incluyendo a su padre. Determinada, pero tímida, se decide a comentarle a su padre al respecto. Durante un momento duda entregándole su secreto, sobre todo porque Luis Martin sufrió un par de semanas antes un pequeño ataque que lo dejó paralizado durante varias horas. El 2 de junio de 1887, el día de Pentecostés, después de orar todo el día, le presenta su solicitud en la noche, en el jardín de los Buissonnets. Luis, que según Teresa parecía tener una «expresión celestial y llena de paz» recibe la confesión de su hija con un profundo sentimiento de alegría y agradecimiento. Añade que Dios le hizo «el gran honor de llamar a todas sus hijas.»
Pero el mayor obstáculo será el tío Isidoro Guerin, tutor de las niñas Martín, ya que vetará el proyecto de su sobrina. Aunque él no pone en duda la vocación religiosa de Teresa, le pidió que esperara a la edad de diecisiete años. La niña confía en que Paulina podrá ayudarla a obtener el permiso de su tío. Finalmente acepta el 22 de octubre de ese año.
Aun así siguió teniendo muchos inconvenientes para su entrada al convento, ya que ahora se enfrentaría a la negativa del Padre Delatroëtte, superior del Carmelo de Lisieux. Dolida por el fracaso de un caso similar al de ella, del que todo el mundo habla en Lisieux, acerca de que ya no aceptarán postulantes menores de veintiún años. Solo el obispo podía autorizar tal cosa. Para consolar a su hija que llora constantemente, Luis le promete un encuentro con el obispo monseñor Hugonin. Él la recibe en Bayeux el 31 de octubre de ese año, y la escucha expresar el deseo de consagrarse a Dios dentro de los muros del Carmelo, y de que lo conserva desde muy niña. Pero el obispo decide aplazar su decisión hasta después, cuando él haya tomado el consejo del Padre Delatroëtte.
Solo les queda una esperanza: hablar directamente con el papa. Luis Martin pronto comenzaría a preparar todo para una peregrinación a Roma, por el Jubileo sacerdotal del papa León XIII, organizada por las Diócesis de Coutances y Bayeux. Teresa y Celina viajarán con él. La partida está fijada para el 4 de noviembre de 1887.