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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Primera comunión, confirmación y sufrimiento con los...

Primera comunión, confirmación y sufrimiento con los escrúpulos

En 1883, Teresa regresa al colegio y de inmediato se coloca a la cabeza en las clases de catecismo. También se prepara en los Buissonnets. Cada semana, Paulina escribe desde el Carmelo aconsejando a sus hermanas sacrificios y oraciones diarias para ofrecer a Jesús. Teresa toma estas listas en serio y se aplica a seguir cada una escrupulosamente.

El 8 de mayo de 1884, Teresa hizo su primera comunión en la iglesia del colegio de las Benedictinas en Lisieux.

Durante la misa, Teresa llora profusamente de alegría y no de tristeza. Describiría a la perfección la intensidad de este primer encuentro místico: « ¡Ah! Ese fue el primer beso de Jesús en mi alma... Fue un beso de amor, me sentí amada, y le dije también: “Te amo, me entrego a ti para siempre”. No hubo demandas, no hay luchas, sacrificios; hace mucho tiempo, Jesús y Teresita se habían mirado pobres y se habían entendido.» La profundidad espiritual de este día no impide que sea una oportunidad para disfrutar de la celebración con la familia y de los muchos regalos que recibe.

El 14 de junio de 1884 es confirmada por el obispo Abel Antoine-Flavien Hugonin, obispo de Lisieux. Su madrina de confirmación es su hermana Leonia. Al recibir el Espíritu Santo, la joven confirmada se deja maravillar por este «Sacramento de Amor», que, ella está segura, le dará la «fuerza para sufrir».

En 1885, después de escuchar un sermón del padre Domin sobre los pecados mortales y el juicio final, las «penas del alma», que habían atormentado a Teresa y que parecían haber desaparecido, despiertan bruscamente. La niña, tan frágil, volverá a caer en la «terrible enfermedad de los escrúpulos.» Teresa se convence de su pecado y desarrolla un fuerte sentimiento de culpa por todo. Las acciones y pensamientos más simples se convierten en motivo de trastorno. No se atreve a contarle sus penas a Paulina, que parece tan lejana en su Carmelo. Por suerte tiene aún a María, su «última madre», a quien ahora le cuenta todo, incluyendo sus pensamientos más «extravagantes». Esta le ayuda a preparar sus confesiones dejando de lado todos los temores. Dócil, Teresa la obedece. Esto tiene como consecuencia que oculta su «fea enfermedad» a sus confesores, privándose así de sus consejos.

En octubre de ese mismo año, Teresa regresa a la escuela, pero tiene que seguir afrontando las ofensas de algunas de sus compañeras y esta vez sola, pues su hermana Celina ya se graduaría pronto. En octubre de 1886 su hermana mayor María también entra en el Carmelo de Lisieux, donde llegará a ser la hermana María del Sagrado Corazón, mientras Leonia entra como religiosa en el convento de las Benedictinas de Lisieux, de donde sale al cabo de poco tiempo. Sorprendido y entristecido, Luis Martin conserva con él en los Buissonnets a sus dos hijas más jóvenes. Después de la partida de María su «tercera madre», Teresa pasa por un período de depresión y llora con frecuencia.

Sus ataques de escrúpulos alcanzaron su clímax y ella no sabe ya en quién confiar ahora que María ingresó en el Carmelo. La solución llegaría cuando empieza a rezar espontáneamente a sus cuatro hermanos que murieron siendo aun muy pequeños (María Helena, José Luis, José Juan Bautista y María Melania Teresa); Ella les habla con sencillez, para pedirles que intercedan por la paz para su alma. La respuesta fue inmediata y se siente definitivamente calmada, ella diría después: «me di cuenta de que si era amada en la tierra, también lo era en el cielo