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El Libertador y primer presidente constitucional de la República Dominicana, Pedro Santana, profesaba una devoción especial hacia la Virgen de las Mercedes, cuyos sentimientos religiosos y amor eran ampliamente reconocidos. Santana ofreció a una imagen de la Virgen en El Seibo unos pequeños grillos de metal precioso como muestra de su devoción. En septiembre de 1858, Santana, al regresar victorioso de su expedición en el Cibao, visitó la Iglesia de las Mercedes, donde se elevó una Salve en honor a Nuestra Señora de las Mercedes, en cumplimiento de una promesa previamente hecha por Santana.
Durante la guerra de independencia dominicana, en la batalla de Santomé, José María Cabral aclamó a la Virgen de las Mercedes en uno de los momentos más críticos del combate, que culminó con la victoria dominicana sobre las fuerzas haitianas.
En 1880, se dio inicio a la construcción del Santuario de Nuestra Señora de las Mercedes o del Santo Cerro en La Vega, bajo la dirección del arquitecto Alarife Onofre de Lora y la supervisión del vicario apostólico Roque Cochia. Esta obra arquitectónica se completó después de 17 años. Desde entonces, el santuario se ha convertido en un punto de referencia espiritual y cultural que atrae a miles de visitantes durante todo el año. El santuario se ha convertido en un lugar de peregrinación y devoción tanto para los dominicanos como para los turistas que buscan experimentar la rica herencia espiritual y cultural de la región. Cada año, el Santuario de Nuestra Señora de las Mercedes es visitado constantemente por dominicanos devotos y personas de diferentes lugares que acuden en peregrinación. Subir la montaña donde se encuentra el santuario es una tradición considerada una penitencia en busca de las bendiciones y gracias de la Virgen. Este acto de fe y devoción a menudo impulsa a los peregrinos a realizar largas caminatas hacia el santuario. Durante el día de Nuestra Señora de las Mercedes y en la temporada cercana a esta festividad, estas peregrinaciones alcanzan su punto culminante, inundando el camino con personas que expresan su devoción de manera conmovedora. Los devotos que realizan estas peregrinaciones a menudo llevan consigo regalos, limosnas y, en algunos casos, trajes y prendas para vestir a la Virgen de las Mercedes en el altar del Santo Cerro.
El relato histórico de Nuestra Señora de las Mercedes en el Santo Cerro ha estado sujeto a la confusión y a la mitificación de los eventos reales. A lo largo del tiempo, una serie de mitos y leyendas han distorsionado la verdadera historia de su veneración y el santuario del Santo Cerro. La leyenda gira en torno a la primera gran batalla entre europeos e indios, conocida como la batalla de la Vega Real o la batalla del Santo Cerro, en la cual se relata que la Virgen de las Mercedes protegió a Cristóbal Colón y sus aliados de la coalición indígena que se les opuso. En realidad, este relato no tiene evidencia documentada de su existencia hasta el siglo XVIII.
Fue en el año 1750 cuando esta historia hizo una de sus primeras apariciones, gracias a la obra de fray Diego de Mondragón, titulada Crónica de la Orden de la Merced en América, publicada en Lima. Luego, en 1853, resurgió en La Habana a través de la obra de Antonio Del Monte y Tejeda, Historia de Santo Domingo, tomo 1, donde respaldó esta narrativa con las tradiciones de la Orden de la Merced. En ese momento, el relato apócrifo ya se había arraigado en el imaginario colectivo mercedario, de tal manera que incluso en las paredes del convento de la Merced en La Habana, yacía una pintura que detallaba la ficticia aparición. Esta invención apócrifa se extendió a otras iglesias mercedarias en lugares como Lima, México, Puebla, Caracas, Puerto Rico y Chile.
El presbítero Carlos Nouel también contribuyó a la difusión de esta historia basándose en el relato de Antonio Del Monte. Fue el vicario Roque Cocchia quien, en enero de 1880, propagó la aparición apócrifa de la Virgen de las Mercedes, tomando como referencia el libro de Del Monte. Incluso el historiador Bernardo Pichardo, cuyo libro Resumen de Historia Patria, fue un texto escolar durante muchas décadas, ayudó a difundir esta versión errónea.
Sin embargo, con el tiempo, se han realizado evaluaciones históricas que han demostrado la falta de fundamento de esta historia. Algunos historiadores afirman que la batalla incluso no ocurrió en el Santo Cerro, y la cruz venerada allí no guarda relación con esa batalla ni con la afirmación de que los indios intentaron destruir e incendiar el símbolo de la cristiandad. Aunque algunos historiadores cayeron en el error de repetir los yerros de Roque Cocchia, otros no aceptaron nunca esa versión, sobre todo cuando cronistas, como el fraile Bartolomé de las Casas, Gonzalo Fernández de Oviedo y el propio Colón, nunca mencionaron el ultraje de los indios a la cruz, ni la supuesta aparición de la Virgen. Esa cruz que se plantó, por primera vez en América, en el Santo Cerro, no guarda relación alguna ni con la batalla, ni con la aparición de la Virgen, ni con el triunfo de los españoles sobre los indígenas.
Los historiadores veganos Mario Concepción y Francisco Torres Petitón siempre dieron a este relato del obispo Cocchia una categoría de leyenda, aunque no dejaron de reconocer la gran importancia del Santuario de la Virgen de las Mercedes en el Santo Cerro. Juan Antonio Flores Santana, quien fue obispo de La Vega, tampoco creía en el relato apócrifo. Sin embargo, es cierto que la versión apócrifa de estos eventos ha sido la más difundida en la República Dominicana a lo largo de los años y ha prevalecido.
El Libertador y primer presidente constitucional de la República Dominicana, Pedro Santana, profesaba una devoción especial hacia la Virgen de las Mercedes, cuyos sentimientos religiosos y amor eran ampliamente reconocidos. Santana ofreció a una imagen de la Virgen en El Seibo unos pequeños grillos de metal precioso como muestra de su devoción. En septiembre de 1858, Santana, al regresar victorioso de su expedición en el Cibao, visitó la Iglesia de las Mercedes, donde se elevó una Salve en honor a Nuestra Señora de las Mercedes, en cumplimiento de una promesa previamente hecha por Santana.
Durante la guerra de independencia dominicana, en la batalla de Santomé, José María Cabral aclamó a la Virgen de las Mercedes en uno de los momentos más críticos del combate, que culminó con la victoria dominicana sobre las fuerzas haitianas.
En 1880, se dio inicio a la construcción del Santuario de Nuestra Señora de las Mercedes o del Santo Cerro en La Vega, bajo la dirección del arquitecto Alarife Onofre de Lora y la supervisión del vicario apostólico Roque Cochia. Esta obra arquitectónica se completó después de 17 años. Desde entonces, el santuario se ha convertido en un punto de referencia espiritual y cultural que atrae a miles de visitantes durante todo el año. El santuario se ha convertido en un lugar de peregrinación y devoción tanto para los dominicanos como para los turistas que buscan experimentar la rica herencia espiritual y cultural de la región. Cada año, el Santuario de Nuestra Señora de las Mercedes es visitado constantemente por dominicanos devotos y personas de diferentes lugares que acuden en peregrinación. Subir la montaña donde se encuentra el santuario es una tradición considerada una penitencia en busca de las bendiciones y gracias de la Virgen. Este acto de fe y devoción a menudo impulsa a los peregrinos a realizar largas caminatas hacia el santuario. Durante el día de Nuestra Señora de las Mercedes y en la temporada cercana a esta festividad, estas peregrinaciones alcanzan su punto culminante, inundando el camino con personas que expresan su devoción de manera conmovedora. Los devotos que realizan estas peregrinaciones a menudo llevan consigo regalos, limosnas y, en algunos casos, trajes y prendas para vestir a la Virgen de las Mercedes en el altar del Santo Cerro.
El relato histórico de Nuestra Señora de las Mercedes en el Santo Cerro ha estado sujeto a la confusión y a la mitificación de los eventos reales. A lo largo del tiempo, una serie de mitos y leyendas han distorsionado la verdadera historia de su veneración y el santuario del Santo Cerro. La leyenda gira en torno a la primera gran batalla entre europeos e indios, conocida como la batalla de la Vega Real o la batalla del Santo Cerro, en la cual se relata que la Virgen de las Mercedes protegió a Cristóbal Colón y sus aliados de la coalición indígena que se les opuso. En realidad, este relato no tiene evidencia documentada de su existencia hasta el siglo XVIII.
Fue en el año 1750 cuando esta historia hizo una de sus primeras apariciones, gracias a la obra de fray Diego de Mondragón, titulada Crónica de la Orden de la Merced en América, publicada en Lima. Luego, en 1853, resurgió en La Habana a través de la obra de Antonio Del Monte y Tejeda, Historia de Santo Domingo, tomo 1, donde respaldó esta narrativa con las tradiciones de la Orden de la Merced. En ese momento, el relato apócrifo ya se había arraigado en el imaginario colectivo mercedario, de tal manera que incluso en las paredes del convento de la Merced en La Habana, yacía una pintura que detallaba la ficticia aparición. Esta invención apócrifa se extendió a otras iglesias mercedarias en lugares como Lima, México, Puebla, Caracas, Puerto Rico y Chile.
El presbítero Carlos Nouel también contribuyó a la difusión de esta historia basándose en el relato de Antonio Del Monte. Fue el vicario Roque Cocchia quien, en enero de 1880, propagó la aparición apócrifa de la Virgen de las Mercedes, tomando como referencia el libro de Del Monte. Incluso el historiador Bernardo Pichardo, cuyo libro Resumen de Historia Patria, fue un texto escolar durante muchas décadas, ayudó a difundir esta versión errónea.
Sin embargo, con el tiempo, se han realizado evaluaciones históricas que han demostrado la falta de fundamento de esta historia. Algunos historiadores afirman que la batalla incluso no ocurrió en el Santo Cerro, y la cruz venerada allí no guarda relación con esa batalla ni con la afirmación de que los indios intentaron destruir e incendiar el símbolo de la cristiandad. Aunque algunos historiadores cayeron en el error de repetir los yerros de Roque Cocchia, otros no aceptaron nunca esa versión, sobre todo cuando cronistas, como el fraile Bartolomé de las Casas, Gonzalo Fernández de Oviedo y el propio Colón, nunca mencionaron el ultraje de los indios a la cruz, ni la supuesta aparición de la Virgen. Esa cruz que se plantó, por primera vez en América, en el Santo Cerro, no guarda relación alguna ni con la batalla, ni con la aparición de la Virgen, ni con el triunfo de los españoles sobre los indígenas.
Los historiadores veganos Mario Concepción y Francisco Torres Petitón siempre dieron a este relato del obispo Cocchia una categoría de leyenda, aunque no dejaron de reconocer la gran importancia del Santuario de la Virgen de las Mercedes en el Santo Cerro. Juan Antonio Flores Santana, quien fue obispo de La Vega, tampoco creía en el relato apócrifo. Sin embargo, es cierto que la versión apócrifa de estos eventos ha sido la más difundida en la República Dominicana a lo largo de los años y ha prevalecido.