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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: LÉXICO - LAS COSAS Y SUS NOMBRES - LA FRASE - EL REFRÁN...

LÉXICO - LAS COSAS Y SUS NOMBRES - LA FRASE - EL REFRÁN - FIESTAS

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LAS COSAS Y SUS NOMBRES: PACIFISTAS

Irene la llamaban los griegos (Eirhnh / Eiréne), y le nacieron varios retoños: los eirhnofulakeV (eirenofýlakes), los guardianes de la paz; los eirhnaioi (eirenáioi), los pacíficos (de ahí el nombre de Ireneo); los eirhnodikai (eirenodíkai), los parlamentarios; los eirhnopoioi (eirenopoiói), los conciliadores, los pacificadores, los que hacen la paz.

La palabra latina pax no fue tan fecunda. Probablemente porque la máxima aspiración de los griegos era ser libres, y la de los romanos era la de dominar: por eso suena tan dura la palabra pax en boca de un general romano. Probablemente sea "pacifista" la palabra que mejor traduce eirhnopoioV (eirenopoiós).

PACÍFICO

La paz, aunque parezca mentira, no es una palabra santa; ni la paloma, elegida como símbolo de la paz, es el mejor modelo para promocionar esta virtud. ¿Es una virtud? Para los romanos a quienes debemos esta palabra, sí: pero virtud en el pacificador. Para el cristianismo en cambio, es virtud del pacificado. Por lo visto, nadie cuenta con que sea una flor espontánea: hay que cultivarla.

La pax romana engendró el verbo paco, pacare, pacavi, pacatum (de esta última fórmula sale nuestro cultismo “pacato”), que significa aplacar, aplastar, domar, apaciguar. ¡Qué le vamos a hacer!, así de brutos eran los romanos.

Eso explica por otra parte que todos los belicistas hablen de paz: es que ese es su oficio, y la guerra sólo es la herramienta que emplean para pacificar al mundo. El hecho de que el cristianismo hiciese de la paz su bandera, no quiere decir sin embargo que estuviese del lado de los pacificadores, sino al contrario, del lado de los pacificados. El cristianismo fue el dique de contención del lógico espartaquismo de los esclavos, que soñaban con la libertad. Sólo mediante una inmensa carnicería que eliminase los millones de esclavos sobrantes (que esa era la cara más atroz de la crisis del imperio romano), se hubiese podido hablar de libertad para ellos. El sucedáneo tuvo que ser la paz. Los cristianos debían sobrevivir en su condición de pacati (pacatos, tímidos, modosos, asustadizos), máxime defendiendo las ideas que defendían.

La paz era por tanto oficio de guerreros. Ellos eran los auténticos pacífici, los hacedores de la paz, que sustantivado con la desinencia de oficio se convierte en pacificator, es decir en pacificador, que es oficio especialmente amado por los ejércitos. Y sin embargo el cristianismo, que estaba por las paradojas, le dio la vuelta al término, hasta el punto que fueron los cristianos los que se alzaron con la calificación de pacíficos. Pero para ello tuvo que cambiar el significado en algo esencial: en convertir al sujeto paciente en sujeto agente, lo que implica no ofrecer ninguna resistencia a la acción pacificadora de los que emplean en ello la fuerza, sino plegarse a la pacificación y colaborar en ella, de manera que los pacificadores se encuentren con el trabajo hecho. Es el noli vinci a malo, sed vince in bono malum: no te dejes vencer por el mal; antes al contrario, vence el mal con el bien.

Ahí tenemos la penúltima de las bienaventuranzas (la que le sigue en orden y en lógica es la de los perseguidos por causa de su bondad y rectitud): makarioi oi eirhnopoioi, oti autoi uioi qeou klhqhsontai (makárioi oi eirenopiói, oti autói yiói Zeú klezésontai). Bienaventurados los que hacen la paz, porque éstos serán llamados hijos de Dios. La traducción literal al latín del término eirhno- poioV (eireno-poiós) es la de pací-ficus, es decir el que hace (fácere) la paz (pacem). Eso es quitarles el oficio a los guerreros y adueñarse de la paz los vencidos, administrársela y darle forma ellos. Estamos por tanto ante una nueva asignación de significado a la palabra pacífico, que pasa a los que sufren la paz. Pero los guerreros, sus primeros protagonistas, no han renunciado al término, y gustan llamarse también “hacedores de la paz”.

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