Muerte en Auschwitz
Tras la invasión alemana de Polonia, Kolbe fue uno de los nuevos frailes que permanecieron en el monasterio, donde organizó un hospital temporal. Después de que la ciudad fuera capturada por los alemanes, fue arrestado por ellos el 19 de septiembre de 1939 pero le soltaron el 8 de diciembre. Rechazó inscribirse en la lista de gente alemana (volksliste), lo que le habría dado los mismos derechos que a los ciudadanos alemanes, por tener origen alemán. Tras su liberación continuó sus labores como fraile. Él y otros frailes proveyeron de refugio a gente de la Gran Polonia, incluyendo a 2.000 judíos que escondió de la persecución alemana en el monasterio de la Ciudad de la Inmaculada. Kolbe recibió permiso para continuar publicando obras religiosas, pero con una difusión significativamente menor. La editorial también publicó varias obras contrarias a la Alemania nazi.
El 17 de febrero de 1941, el monasterio fue cerrado por las autoridades alemanas. Ese día Kolbe y otros cuatro fueron arrestados por la Gestapo e internados en la cárcel de Pawiak. El 28 de mayo fue transferido al campo de concentración de Auschwitz como el prisionero 16670.
Al continuar actuando como sacerdote, Kolbe fue objeto de hostigamiento violento, incluidos golpes y azotes. Una vez pudo ser llevado con subterfugios a un hospital penitenciario por reclusos amigos.
El SS-Hauptsturmführer Karl Fritzsch, encargado de Auschwitz, estableció que cuando un prisionero se fugase castigaría a diez como represalia a morir de hambre en un búnker. En julio de 1941 el prisionero Zygmunt Pilawski se fugó y el oficial de las SS seleccionó a 10 presos. Uno de los prisioneros del campo, el sargento polaco Franciszek Gajowniczek, de 40 años de edad, narró así su experiencia de aquel verano de 1941:
Yo era un veterano en el campo de Auschwitz; tenía en mi brazo tatuado el número de inscripción: 5659. Una noche, al pasar los guardianes lista, uno de nuestros compañeros no respondió cuando leyeron su nombre. Se dio al punto la alarma: los oficiales del campo desplegaron todos los dispositivos de seguridad; salieron patrullas por los alrededores. Aquella noche nos fuimos angustiados a nuestros barracones. Los dos mil internados en nuestro pabellón sabíamos que nuestra alternativa era bien trágica; si no lograban dar con el escapado, acabarían con diez de nosotros. A la mañana siguiente nos hicieron formar a todos los dos mil y nos tuvieron en posición de firmes desde las primeras horas hasta el mediodía. Nuestros cuerpos estaban debilitados al máximo por el trabajo y la escasísima alimentación. Muchos del grupo caían exánimes bajo aquel sol implacable. Hacia las tres nos dieron algo de comer y volvimos a la posición de firmes hasta la noche. El coronel Karl Fritzsch volvió a pasar lista y anunció que diez de nosotros seríamos ajusticiados.
Franciszek Gajowniczek
A la mañana siguiente, Gajowniczek fue uno de los diez elegidos por el coronel de las SS Karl Fritzsch para ser ajusticiados en represalia por el escapado. Cuando Franciszek salió de su fila, después de haber sido señalado por el oficial, dijo: «He perdido a mi mujer y ahora se quedarán huérfanos mis hijos». Maximiliano Kolbe, afectado por una tuberculosis desde bastante antes, estaba cerca y lo oyó. Enseguida, dio un paso adelante y le dijo al oficial que quería ocupar el lugar de ese hombre: «No tengo a nadie. Soy un sacerdote católico.».
Los diez prisioneros fueron introducidos en el Bloque 11, un búnker subterráneo de aislamiento, el 31 de julio. Bruno Borgowiec, ayudante del celador del búnker, dijo que durante aquel tiempo, Kolbe guiaba a los prisioneros en la oración, rezaban el rosario y cantaban a la Virgen María. Cuando vigilaban el búnker, encontraban siempre en medio a Kolbe de rodillas o de pie. Después de estar privados de agua y comida durante dos semanas, Kolbe y otros tres prisioneros aún seguían vivos. La serenidad demostrada por Kolbe impresionó a los SS. Los guardias querían vaciar el búnker de modo que mataron a Kolbe y los otros tres prisioneros con una inyección de fenol el 14 de agosto, día de la vigilia de la Asunción de María. Los cuerpos fueron incinerados en el crematorio del campo al día siguiente, el 15 de agosto, día de la Asunción de María. Según la testificación de Franciszek Gajowniczek, Kolbe le dijo a Hans Bock, jefe de la enfermería y encargado de la inyección de fenol: "usted no ha entendido nada de la vida, el odio es inútil, solo el amor crea". Sus últimas palabras fueron: "Ave María".
Tras la invasión alemana de Polonia, Kolbe fue uno de los nuevos frailes que permanecieron en el monasterio, donde organizó un hospital temporal. Después de que la ciudad fuera capturada por los alemanes, fue arrestado por ellos el 19 de septiembre de 1939 pero le soltaron el 8 de diciembre. Rechazó inscribirse en la lista de gente alemana (volksliste), lo que le habría dado los mismos derechos que a los ciudadanos alemanes, por tener origen alemán. Tras su liberación continuó sus labores como fraile. Él y otros frailes proveyeron de refugio a gente de la Gran Polonia, incluyendo a 2.000 judíos que escondió de la persecución alemana en el monasterio de la Ciudad de la Inmaculada. Kolbe recibió permiso para continuar publicando obras religiosas, pero con una difusión significativamente menor. La editorial también publicó varias obras contrarias a la Alemania nazi.
El 17 de febrero de 1941, el monasterio fue cerrado por las autoridades alemanas. Ese día Kolbe y otros cuatro fueron arrestados por la Gestapo e internados en la cárcel de Pawiak. El 28 de mayo fue transferido al campo de concentración de Auschwitz como el prisionero 16670.
Al continuar actuando como sacerdote, Kolbe fue objeto de hostigamiento violento, incluidos golpes y azotes. Una vez pudo ser llevado con subterfugios a un hospital penitenciario por reclusos amigos.
El SS-Hauptsturmführer Karl Fritzsch, encargado de Auschwitz, estableció que cuando un prisionero se fugase castigaría a diez como represalia a morir de hambre en un búnker. En julio de 1941 el prisionero Zygmunt Pilawski se fugó y el oficial de las SS seleccionó a 10 presos. Uno de los prisioneros del campo, el sargento polaco Franciszek Gajowniczek, de 40 años de edad, narró así su experiencia de aquel verano de 1941:
Yo era un veterano en el campo de Auschwitz; tenía en mi brazo tatuado el número de inscripción: 5659. Una noche, al pasar los guardianes lista, uno de nuestros compañeros no respondió cuando leyeron su nombre. Se dio al punto la alarma: los oficiales del campo desplegaron todos los dispositivos de seguridad; salieron patrullas por los alrededores. Aquella noche nos fuimos angustiados a nuestros barracones. Los dos mil internados en nuestro pabellón sabíamos que nuestra alternativa era bien trágica; si no lograban dar con el escapado, acabarían con diez de nosotros. A la mañana siguiente nos hicieron formar a todos los dos mil y nos tuvieron en posición de firmes desde las primeras horas hasta el mediodía. Nuestros cuerpos estaban debilitados al máximo por el trabajo y la escasísima alimentación. Muchos del grupo caían exánimes bajo aquel sol implacable. Hacia las tres nos dieron algo de comer y volvimos a la posición de firmes hasta la noche. El coronel Karl Fritzsch volvió a pasar lista y anunció que diez de nosotros seríamos ajusticiados.
Franciszek Gajowniczek
A la mañana siguiente, Gajowniczek fue uno de los diez elegidos por el coronel de las SS Karl Fritzsch para ser ajusticiados en represalia por el escapado. Cuando Franciszek salió de su fila, después de haber sido señalado por el oficial, dijo: «He perdido a mi mujer y ahora se quedarán huérfanos mis hijos». Maximiliano Kolbe, afectado por una tuberculosis desde bastante antes, estaba cerca y lo oyó. Enseguida, dio un paso adelante y le dijo al oficial que quería ocupar el lugar de ese hombre: «No tengo a nadie. Soy un sacerdote católico.».
Los diez prisioneros fueron introducidos en el Bloque 11, un búnker subterráneo de aislamiento, el 31 de julio. Bruno Borgowiec, ayudante del celador del búnker, dijo que durante aquel tiempo, Kolbe guiaba a los prisioneros en la oración, rezaban el rosario y cantaban a la Virgen María. Cuando vigilaban el búnker, encontraban siempre en medio a Kolbe de rodillas o de pie. Después de estar privados de agua y comida durante dos semanas, Kolbe y otros tres prisioneros aún seguían vivos. La serenidad demostrada por Kolbe impresionó a los SS. Los guardias querían vaciar el búnker de modo que mataron a Kolbe y los otros tres prisioneros con una inyección de fenol el 14 de agosto, día de la vigilia de la Asunción de María. Los cuerpos fueron incinerados en el crematorio del campo al día siguiente, el 15 de agosto, día de la Asunción de María. Según la testificación de Franciszek Gajowniczek, Kolbe le dijo a Hans Bock, jefe de la enfermería y encargado de la inyección de fenol: "usted no ha entendido nada de la vida, el odio es inútil, solo el amor crea". Sus últimas palabras fueron: "Ave María".