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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: El alma en la vida unitiva...

El alma en la vida unitiva

Sin tierra por la tierra caminando,
sin luz con claridad en noche oscura,
sin ojos, y con vista no mirando,
sin sosiego en quietud andar procura;
sin bien el que es mayor va penetrando,
sin báculo y sin arrimo está segura,
y al fin sin ser, con ser y con sentido
con él buscó el alma el bien perdido.

Quedáronse dormidos los porteros,
y desnuda salióse de su casa,
sin llevar otra guía ni escuderos
más de la fe, del fuego que la abrasa:
deja las guardas, pasos da ligeros,
sin ser sentida de las puertas pasa,
y saliendo de sí y en noche oscura
espera de su amor gozar segura.

Anégase en el centro de su nada,
mira sin ojos por su reino adentro,
vese desecha y toda aniquilada;
quiere buscar el fondo de su centro,
entre la luz más ciega y ofuscada
marchando va, y en amoroso encuentro
se pierde y gana y en sabrosa herida
queda desecha toda y consumida.

Enternecida con su amado Esposo,
hace el amor con flores mil ensayos,
de su mesa le da vino oloroso,
y la embriaga con sus dulces rayos,
tiene por él el corazón ansioso,
pierde alientos y enferma con desmayos,
y no le queda más cuando respira
que aquel que tiene para el bien que aspira.

El cuerpo queda al parecer sin vida,
y dentro de sí misma se alboroza,
y toda sola en lo interior unida,
de los bienes de Dios de cerca goza:
con fuerza del amor es compelida
a que salga de sí, y el ser remoza,
y en éxtasis, arrobos y visiones,
de Dios recibe regalados dones.

Mas ella enamorada e impaciente,
con aquestos favores descontenta
busca a su Amado que le mira ausente
y no descansa en ellos ni se asienta;
por ellos pasa aunque el regalo siente,
y ansiosa en el camino más sedienta;
que sabe que si en ellos hay reposo
es dejar por las joyas al Esposo.

Rompe imposibles de fragosas breñas,
allana montes, dándole amore bríos,
y no repara en caminar por peñas
ni su fuego se apaga con los ríos;
dificultades grandes son pequeñas;
sufre trabajos y desdenes fríos;
y, en fin, en Dios absorta y resignada
las penas del infierno tiene en nada.

En lo supremo anida de la mente,
entra por una luz caliginosa;
el sentido, aunque siente, no lo siente
que aun a lo inteligible es tenebrosa.
Hállase en lo supremo diferente
y en la ausencia más pura y más hermosa,
porque entre nubes claras y cortinas
infunde en ella Dios luces divinas.

Viene el entendimiento en vuelo puro,
ilustrado de Dios contempla el fuego;
procura penetrar su fuerte muro
forceja por pensar y queda ciego;
vuelve mil veces, y en la luz oscuro
es rebatido abajo con despego;
anímase otra vez, y aunque se esfuerza,
ciego de claridad, no tiene fuerza.

La voluntad suprema a unirse viene
toda en sí propia y toda amor se hace,
sube más alto, nada le detiene,
muere mil veces, y otras mil renace;
goza lo que ama y aunque sí lo tiene,
su cuidadoso amor no satisface;
que mientras más le goza, más se aumenta,
y siempre amando, más se queda hambrienta.

Con esta luz ilustra la memoria
de imágenes y forma ya desnuda,
y de esta vida triste y transitoria
a la firmeza de su ser la muda;
con la lumbre de fe, la luz de gloria
le da al entendimiento vista aguda;
arde la voluntad por lo que ama
con fuego de esta luz en viva llama.

Por reina de su casa se corona,
y en Dios por Dios de modo con Dios obra,
que Dios le da valor y la sazona:
con ella unida, si hace alguna obra,
lo ínfimo y supremo perfecciona,
y todo con amor su fuerza cobra;
y las fuerzas del alma en sí reunidas
goza virtudes dadas y adquiridas.

Permanece en amor sin dependencia
de ninguna viviente criatura,
y goza en la desnuda y simple esencia
a Dios con claridad en noche oscura;
tiene la caridad en firme herencia
con vínculo de amor desnuda y pura,
y goza a Dios en Dios en un abismo
entre el fuego y la luz que le da el mismo.

Mas, aunque goza a Dios no comprende,
lo que hay en Dios y cómo está en el cielo,
que el ser humano y flaco no lo entiende,
ni puede ver a Dios en moral velo;
goza de Dios amando; mas pretende
conocerle y amarle en este suelo,
y unirse por amor con él, de modo
que en ser humano le parezca en todo.

Unida con su ser incomprensible,
ayudando la gracia que la informa,
con vínculo de amor indivisible
en Dios por accidente se transforma:
cercada de su luz inaccesible,
las potencias de tal suerte reforma,
que miradas de cerca y desde lejos
de Dios lucen en ella los reflejos.

Óbralo Dios en todas las acciones,
compone lo exterior de los sentidos,
sujeta el apetito y las pasiones,
y están ya los afectos consumidos:
trabaja por ganar más perfecciones,
lo ínfimo y supremo están unidos,
de modo que, quitando lo imperfecto,
cada cual en su reino vive recto.

Nada le estorba, impide ni embaraza,
a solo Dios atiende y a él procura;
en las redes del mundo no se enlaza,
ni la detiene alguna criatura:
que negocie en la calle o en la plaza,
especies no percibe ni figura,
porque es de Dios la casa, grato asiento,
y no recibe huésped de aposento.

Da a la casa y al dueño tal nobleza,
que con un acto simple a Dios atiende,
y no dejando un punto su grandeza,
hasta el infierno, estando en Dios, desciende.
Rodea todo el mundo con presteza,
sin discurrir en nada, comprehende,
viviendo en esta vida transitoria
al modo (aunque no así) como en la gloria.

Nada le turba, inquieta ni levanta,
que está en el centro donde el bien recibe,
en dones y virtudes se adelanta;
viviendo en carne como en gloria vive,
aniquilada está en grandeza tanta,
sujeta, humilde y pobre, ¿qué percibe?
que son de Dios los dones: ¿y la suma?
no la puede expresar mi lengua y pluma