OFERTA LUZ: 5 Cts/kWh

ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: ORIGEN DE LA PALABRA - LÉXICO...

ORIGEN DE LA PALABRA - LÉXICO

LA CONCEPCIÓN INMACULADA DE MARÍA

A fuerza de nombrarla del revés, hemos desvirtuado la fiesta, le hemos dado la vuelta. No celebramos la fiesta de María Inmaculada, que queda abreviado en “la Inmaculada”. No, no se trata de celebrar la pureza de María, tan impopular hoy que al no ser necesaria a causa de los anticonceptivos y del aborto, ya no se lleva. Podría ser eso y estaría bien: es una virtud antigua que sigue teniendo un altísimo valor en su propio contexto. No, la cosa es aún más provocadora: se celebra nada más y nada menos que la Concepción. Ese es el núcleo de la proposición. Inmaculada (que obviamente debería ir en minúscula) no es más que adjetivo de Concepción. Un adjetivo clave, es cierto, pero adjetivo.

Digo que una celebración como la de la Concepción Inmaculada de María es una provocación. En ella se rememora que María estuvo libre del lastre del pecado original desde el primer momento de su existencia: el de la concepción. Y eso a pesar de que sostiene el dogma católico que este pecado se transmite genéticamente, del mismo modo que la condición de esclavo: el hijo de esclavo nace con el estigma de la esclavitud. Pero lo que hoy nos incomoda, es que se celebre como el inicio de la vida y de la individuación, algo que nuestra cultura ha trivializado totalmente. Mientras la religión ha optado por la defensa de la vida (y en ella, de la reproducción) sin equívocos, la moda antinatalista ha optado por desplazar el inicio de la nueva vida no se sabe dónde, porque la ley del aborto parte de la legitimidad de éste siempre que convenga a la salud de la madre hasta el cuarto supuesto, en el que cabe prácticamente todo.

Al margen de que el largo proceso de debate del dogma de la Concepción Inmaculada de María haya constituido una inequívoca exaltación de la mujer en la religión y en la cultura cristiana (en el Islam, sin ir más lejos, es inconcebible semejante protagonismo religioso) dentro de los parámetros culturales de los siglos en que se fue dando forma a esta doctrina; al margen de esto se da por sentado en este dogma que la solemne entrada de cada persona a la vida no se produce cuando nace, sino cuando es concebida. Y que por eso, tratándose de la persona más privilegiada del género humano (en la religión, Cristo es semilla divina plantada en carne humana: esa es la Encarnación), merece celebrarse su concepción.

Hoy celebra por tanto la iglesia católica, junto con la fiesta de la Inmaculada, es decir la fiesta de María Madre de Dios, la fiesta de la concepción. Así lo ha entendido el cardenal Rouco Varela, que ha aprovechado esta fiesta para recordar la doctrina de la iglesia respecto al aborto, firmemente condenado por entender que la vida empieza en la concepción y por tanto es intocable desde ese mismo momento. La iglesia entiende que quien va contra corriente no es ella, sino el economicismo en que vivimos, que al acrecentar la riqueza no sólo no limita la natalidad, sino que la incrementa proporcionalmente a su propio crecimiento, pero trasladada a los países pobres. Luego la importa para poder convertir la riqueza generada en trabajo y servicios, y para completar el relevo generacional, desestimado por la moderna filosofía social antinatalista, que legitima todos los medios para frenar el crecimiento natural de la población. La fiesta de la Concepción de María es un buen marco para estas reflexiones.