OFERTA LUZ: 5 Cts/kWh

ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Vida religiosa...

Vida religiosa

El 27 de diciembre de 1673, en la festividad de san Juan Evangelista, sor Margarita María, que tenía 25 años, estaba en adoración ante el Santísimo Sacramento. En ese momento tuvo la primera de sus visiones de Jesucristo, que se repetirían durante dos años más, todos los primeros viernes de mes.

En 1675, durante la octava del Corpus Christi, Jesús se le manifestó con el corazón abierto, y señalando con la mano su corazón, exclamó:

“He aquí el corazón que ha amado tanto a los hombres, que no se ha ahorrado nada, hasta extinguirse y consumarse para demostrarles su amor. Y en reconocimiento no recibo de la mayoría sino ingratitud.”

"Mi Divino Corazón, está tan apasionado de Amor a los hombres, en particular hacia ti, que, no pudiendo contener en él las llamas de su ardiente caridad, es menester que las derrame valiéndose de ti y se manifieste a ellos para enriquecerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo los cuales contienen las gracias santificantes y saludables necesarias para separarles del abismo de perdición. Te he elegido como un abismo de indignidad y de ignorancia, a fin de que sea todo obra mía".

Según el testimonio de Margarita, el mencionado Corazón estaba rodeado de llamas, coronado de espinas, con una herida abierta de la cual brotaba sangre y del interior emergía una cruz.

Después de dicha visión, Margarita destacó entre sus hermanas por su fervor ante el Santísimo Sacramento y obediencia en todo lo requerido de su persona, cumpliendo fielmente sus obligaciones. La superiora del convento de Paray-le-Monial le encargó ser ayudante de las hermanas de enfermería y se dedicó a este oficio con una caridad sin límites. Sin embargo, tuvo mucho que sufrir, ya que la enfermera casi nunca aprobaba la labor que realizaba, aunque Margarita ponía todo su empeño en cumplir su oficio, esta labor nunca llegaba a contentarla a pesar de tomar para sí los trabajos más penosos y lo más costoso a la naturaleza, en su autografía, lo deja así expresado:

Me emplearon en la enfermería y Dios sólo puede conocer lo que tuve que sufrir allí. El demonio me hacía caer con frecuencia y romper cuanto tenía en las manos y, después, se burlaba de mí, riéndose en mi misma cara, diciendo: “Torpe, jamás harás nada de provecho”. Me quedaba con tal tristeza que no sabía qué hacer, ya que con frecuencia me quitaba hasta el poder decírselo a nuestra Madre, porque la obediencia abatía y disipaba todas sus fuerzas.

/...