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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: - EL ALMANAQUE DEL HUMOR -...

- EL ALMANAQUE DEL HUMOR -

Una chispa de humor cada día para alegrarte el ánimo.

El mundo de los conductores y de los coches

Cuando nos ponemos al volante nos transformamos. Sufrimos una metamorfosis inversa a la de las mariposas: nos convertimos en capullos. Pero eso no es del todo cierto. Hay casos donde los conductores nos volvemos agresivos antes de entrar en el coche. Por ejemplo, cuando vas a buscarlo y no lo encuentras y dices: ¡Me lo han robado!, y el que va contigo dice: No, no, que se te lo ha llevado la grúa. ¿Cómo lo sabes, cómo lo sabes? Es que hay un adhesivo fosforito. Dices, es verdad, es verdad, que hace una gracia que te mueres. Tienes que ir a buscar un taxi: ¿Qué?, ¿se le ha llevado el coche la grúa, no? Lléveme... Claro, como aparcamos en cualquier sitio... ¡Lléveme y cállese!. Y llegas allí, y te humillan. Es el Pryca de las multas. Llegas allí al depósito, firmas la multa, y dices: No estoy de acuerdo como ciudadano... Firme y calle que hay 40 coches esperando y claro tu allí firmas como un capullo y pagas 15 mil pesetas, y claro después sales del depósito municipal, y ¿cómo quieres estar? ¿Cariñoso? NO: agresivo.

Por lo tanto, la agresividad al volante no sale porque sí. Muchas veces es fruto de la provocación. Una vez, mi sobrina pequeña que ahora es grande me preguntó, estirándome la americana. Tío, tío. Claro como es sobrina... Le digo: ¿Qué quieres guapa? Y deja estar la americana. Dice: ¿Qué es un segundo? Sabes cuando los pequeños preguntan cosas, digo, Es el tiempo que pasa desde que se pone verde el semáforo hasta que el taxista de detrás te pita. Los taxistas tiene la mano floja con el claxon. Lo pitan todo. Se pone verde y ya pitan. Que tu dices: Espera, ¡que la orden no me ha llegado al cerebro! Hay un momento en que el cerebro procesa la información. Está verde, ¡tira endavant! Pero con esto, en seguida se te pasan dos segundos pero ellos, no, como se lo pasan en ámbar... ¡Venga, coño, venga!. Y eso es una provocación.

Como los que te hacen luces por la autopista para que los dejes pasar, ¡qué rabia que me da esto! Parece que te digan: Aparta que molestas. Dan una rabia que los matarías. Y los más chulos que ponen el intermitente y se enchufan a la izquierda, como diciendo: He de pasar, he de pasar. ¡Pasa por la mediana hombre! Yo no me muevo. Yo voy primero, o sea que me la suda. Ahora sí, siempre está el típico orgulloso que, antes de apartarse, quema el motor del Seat Panda. Lo ves agobiado por correr más que se pensaba que iba en moto y con el coche temblando como una lavadora centrifugando: De este carril no me saca ni la guardia Civil. Yo llego primero. Y realmente llego, pero solamente con el volante y él corriendo. Llevaba un Panda de aquellos que llevan unos conejitos que pone: Full Injection que hace tan feo. ¿Dónde vas con eso?. Es que me hace gracia, porque me lo regalaron... ¡Calla, hombre, calla! ¡Hortera!.

También están esos que te hacen luces para avisarte de todo: son las buenas almas de la carretera. Es aquella persona soltera o separada que, de tanto circular por el mismo sitio ya se conoce la carretera y está pendiente de todo. Lo ves tan amable, cric-cric-cric, te hace luces. Tu dices, ¿que pasa?, y llevas las luces encendidas. Y los ves que te saludan al irse, queriendo decir: soy amable. O cric-cric-cric, y te hacen el gesto de que tienes una puerta mal cerrada. Dices, No, ¡es por si me quiero suicidar!. ¿Que te falla un piloto del freno? Huy, entonces ya te hacen ¡cric-cric-cric, cric-cric-criiiiiic, croc-croc-crooooc!, hasta que se meten una leche ellos. Son como el Michael Landon en Autopista hacia el cielo, una especie de Ángeles de la Guardia. Están enfermos de avisar. Una vez paré en un área de servicio para hacer un pipi y cuando salgo un tío empieza a seguirme con el coche. Digo, ostia, un paranoico, venga hacerme luces, venga hacerme luces, yo no entendía las señales... Hasta que me paro y le digo: ¿Que pasa?. I me dice: No, solamente le quería avisar de que lleva la bragueta bajada. Yo le conteste: ¿Usted qué sabe cómo me pienso entretener en mi viaje? ¿A usted que le importa? El tío me dijo: Perdón aquí ya he acabado. Era un hombre bueno y ya está. ¡El tío iba a Gerona y llegó hasta Francia! Dice: He venido a Francia para decirle lo de la bragueta.

Son estas pequeñas cosas las que te acaban convirtiendo en un conductor agresivo. Las que provocan que el resto de conductores te hagan rabia. Por ejemplo, los que van conduciendo con el brazo fuera de la ventana. Pero no con el codo. ¡Con todo el brazo fuera! ¡Como si fueran buscando setas! Dan rabia. Dices: Este tío llegará al peaje sin brazo, porque a la que pase un camión de estos de leche Pascual, ya está listo. Es el tío que va de sobrao, normalmente con un pañuelo en el cuello y un descapotable, aunque esté a punto de llover, que tu dices... ya lloverá ya... O los que llevan la música a toda pastilla. Y van con una cara como si no escuchasen nada, que dices: no te hagas el chulo, que te está a punto de sangrar el tímpano.

Uno de los principales focos de agresividad son en las retenciones, estaríamos hablando del Vietnam de la rabia. De entrada ya te enfadas mucho por estar en la propia retención. Siempre está el típico tío que sale del coche y hace de portavoz, que es ese señor de mediana edad, que viene del fin de semana, anorak, chirucas, que sale y va informándote: Parece que hay un accidente. y la mujer ¡que te calles!, sube al coche que arrancarán. ¡Que calles!. Normalmente siempre es por culpa de algún animal: un camión de cerdos, un rebaño de ovejas.

Después de una dura jornada al volante, llega a la hora de llegar a casa, y entonces es cuando te preguntas: si el universo es infinito, ¿Por qué cuesta tanto aparcar?, chata, baja tu que yo voy a aparcar, claro y después de tres cuartos de hora tienes que entrar en casa diciendo: estaba aparcando... y claro te pones de más mala leche.